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Y el socialismo acabó con la filantropía

larazon

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El ensayista Guy Sorman analiza la fuerza del «tercer Estado» en las sociedades capitalistas
Lo denominan «el tercer Estado» pues se mueve al margen de los intereses económicos o políticos. No es caridad ni solidaridad sino una manera de contribuir al mundo sin buscar más beneficios que el progreso de la humanidad en sí. La filantropía ha sido y es una herramienta fundamental en las sociedades modernas aunque la forma en la que ha sido implementada y desarrollada en las diferentes naciones depende del grado de asimilación que de este concepto tengan sus ciudadanos. La cuna de este amor más o menos desinteresado fue Europa en los albores del siglo XVIII, cuando los ciudadanos veían que algunas de sus necesidades no podían ser cubiertas por el Estado. Es más, Franklin y Jefferson, atentos a los que se movía en el viejo continente, encontraron en esta forma de generosidad un filón para su patria. A la par que los estados europeos sufrían drásticos cambios y se implantabas nuevos modelos políticos, Estados Unidos comenzaba su carrera hacia el liderazgo del capitalismo y también, aunque resulte paradójico, de la filantropía.
«La aparición del socialismo en Europa en el siglo XIX cambió el concepto que la gente tenía sobre el modo de solucionar los problemas de las sociedades. Esta nueva corriente introdujo la idea de que es el Estado el que debe responder a todas las necesidades, por lo que la filantropía ya no tenía cabida en estas sociedades», asegura Guy Sorman, autor de «El corazón americano» (Debate) quien ha realizado un estudio sobre el lugar clave que ocupa la filantropía en nuestra sociedad. Así, mientras que en la actualidad, argumenta este prestigioso ensayista, en Europa está más extendido el concepto de ayuda o caridad, en Estados Unidos el 90% de los americanos participan en aspectos filantrópicos, la mayoría en forma de voluntariado. «Si no lo haces, no eres un auténtico americano. Es más, si en tu currículum no aparece ninguna referencia a prácticas de voluntariado nadie te contratará», asevera. «Es cierto que ahora, los europeos, ante la crisis del Estado del Bienestar, han visto que los gobiernos no pueden responder a todas sus necesidades y el espíritu filantrópico parece estar despertando de nuevo», matiza. ¿No resulta contradictorio que el país abanderado del capitalismo sea a su vez en el que sus ciudadanos muestran un mayor grado de compromiso con su comunidad? «No somos un país orientado únicamente a los beneficios económicos. También somos muy generosos. Además, existe mucha presión en este aspecto pues la gente te mira mal si no haces nada por ayudar a la humanidad. En cierto modo es una manera de compensar nuestro capitalismo», dice Sorman al tiempo que niega que el auge de la filantropía suponga la evidencia de un Estado fallido.
La educación, en la raíz
Más allá del compromiso individual de cada estadounidense, la filantropía juega un papel fundamental en la educación y cultura. Así, numerosas fundaciones aportan de manera desinteresada («not for profit») grandes sumas de dinero a museos, bibliotecas, galerías y universidades. Es más, la filantropía soporta el sistema educativo de excelencia que caracteriza a EE UU. ¿Quién puede permitirse pagar 40.000 euros al año en Harvard? A simple vista, los hijos de los grandes magnates, pero el sistema de becas basado en las donaciones permite que los mejores expedientes accedan a estos grandes templos educativos sin necesidad de hipotecar su vida. «La educación debe ser diversificada. El Estado fue muy útil en eso desde la segunda mitad del XIX a la primera del XX a nivel de educación masiva. Fue fundamental para que todos pudieran leer y escribir. Ahora estamos en una sociedad diversificada. El Gobierno no puede responder a estas necesidades», asegura Sorman .

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