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Joan Mir, campeón del mundo pero imposible sentarlo en el sofá a ver una película

Su novia, Alejandra, asegura que el de Suzuki no se permite días libres y nunca deja de trabajar

Joan Mir posa con la pizarra y el casco de campeón del mundo de MotoGP
Joan Mir posa con la pizarra y el casco de campeón del mundo de MotoGPAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Dice Alejandra López, su novia, que no hay manera de agarrar a Joan Mir y sentarlo en el sofá a ver una película. No se permite días libres el nuevo campeón del mundo, según comentaba su chica en DAZN, y por ahí puede empezar a explicarse la sorpresa que ha dado este año en MotoGP. Suzuki va a tener que rascarse el bolsillo para abonar la cláusula de su contrato por si era campeón.

Debe ser una de esas cantidades generosas que se firman pensando en que no es muy probable que suceda tan pronto, pero seguro que los jefes de la casa de Hamamatsu van a pagar encantados. Ni ellos ni el propio Joan esperaban que el objetivo a largo plazo se cumpliese en la segunda temporada. Pero ahí está, el chico de Mallorca de 23 años colocándose al lado de los mitos de Suzuki: Barry Sheene, Kevin Schwantz y Kenny Roberts jr.

Lo normal es que Joan se hubiese hecho famoso en el mundo del «skate», porque su padre tiene una tienda de patines y patinetes en Mallorca (Roll and Roll). A él no es que le encantasen las motos, pero sin saber muy bien cómo se vio subido en una. Joan Mir sénior y Ana Mayrata hicieron caso al deseo de su hijo y el tiempo les ha dado la razón. Ayer, ambos vivieron in situ y orgullosos el gran día de su chico, y la mamá hizo una excepción acudiendo al circuito, cosa que nunca hace. «Ella no viene porque lo pasa fatal, sólo mira después los resultados. Es extraño que esté aquí, pero es por una buena razón», explicaba Mir, que dejó pendiente el colocar una cámara en su casa algún día para mostrar cómo sufren sus padres mientras él corre.

Joan rompió a llorar en cuanto cruzó la meta, porque entonces sí, esos nervios que él había mantenido ocultos detrás de su sonrisa le aflojaron las piernas y las lágrimas. «La noche anterior, antes de dormir, cerré los ojos y me lo imaginé. A ver si era posible. Y al darme cuenta de que era realidad me ha dado el bajón», continuaba. Había toda una celebración preparada a pie de pista, ideada por su agente, Paco Sánchez, pero los nervios la modificaron un poco. «Me estaba explicando la celebración, la moto estaba arrancada y no me enteraba de nada con los nervios. No sabía ni que había una bandera», aseguraba este mallorquín que siempre ha paseado la de España sin ningún tipo de complejo.

Quién le iba a decir que un 15 de noviembre sería campeón del mundo cuando en julio empezó este Mundial raro y corto con una caída en la primera vuelta de la cita inicial de Jerez. También caída en la tercera carrera, y en Estiria una bandera roja le apartaba de una victoria que parecía segura. Entonces era Quartararo el gran favorito, porque había arrasado en el amanecer del campeonato. Los dedos le apuntaban a él, una vez que Márquez se había roto el húmero. Aparecieron voces que aseguraban que el nuevo campeón no lo sería del todo al no tener al mayor rival en pista.

El eco de esta opinión llegó ayer a la rueda de prensa posterior a la coronación de Mir, que respondió a lo grande. «La gente que dice esto no sabe mucho de motos. A Márquez no lo han raptado, estuvo en la primera carrera, arriesgó para ganar, tuvo un error y se lesionó. Esto es parte del juego. Así es este deporte. No considero que este título tenga menos mérito sólo porque se ha lesionado».

El punto de inflexión que le ha llevado hasta donde está se produjo en Austria, con su primer podio en MotoGP. Desde entonces, seis más en nueve carreras, incluida la victoria en Cheste que sacaba esa espina de ser campeón sin victorias. Menudo problema, pero mejor conseguirlo ganando. Ni Márquez fue capaz de alcanzar la cima de MotoGP sólo cinco temporadas después de haber llegado al Mundial, como ha hecho el balear, que ya desde pequeño fue aprendiendo a adaptarse.

Desde las Copas de formación hasta que llegó a Suzuki nunca había tenido la misma moto dos años seguidos, así que debía ganar para poder seguir en el negocio. No le fue fácil llegar a Leopard y ganar el título de Moto3, porque nunca fue uno de los elegidos. Tocó trabajar siempre. Desde la escuela del padre de Jorge Lorenzo hasta ahora con este equipo Suzuki en el que la mezcla de cultura japonesa e italiana es la receta del éxito.

Mucha ilusión y menos dinero que otros, pero siempre un talante positivo. Nadie los esperaba y ahí están. Anoche, ni el coronavirus impidió que la fiesta fuese azul, aunque en medio de la euforia, un toque de lucidez que dice mucho del nuevo campeón: «Ojalá pueda alegrar un poquito a los que están sufriendo estos días con el coronavirus».