Tenis

Tenis

Tsitsipas humaniza a Nadal y le remonta dos sets para dejarlo fuera de las semifinales del Open de Australia

El balear comenzó de forma arrolladora, pero el griego creció e hizo lo que parecía imposible: 6-3, 6-2, 6-7 (4/7), 4-6 y 5-7. Es la segunda vez que al español le levantan un partido así

Tsitsipas remontó a Nadal dos sets en un Grand Slam. Es la segunda vez en su carrera que le sucede
Tsitsipas remontó a Nadal dos sets en un Grand Slam. Es la segunda vez en su carrera que le sucedeJAIMI JOYREUTERS

Todo en Tsitsipas eran gestos de desesperación. Los pasitos, la cara, la forma de celebrar, o más bien de no celebrar los puntos que conseguía... Daba igual. Estaba desesperado el griego porque Nadal le estaba dando una paliza, lo mismo que cuando en 2019 disputaron las semifinales en ese mismo escenario: la Rod Laver Arena del Open de Australia. Pero en ese estado de “total, ya estoy perdido, qué más puedo perder” fue avanzando en el encuentro el heleno, se vino arriba y consiguió lo que parecía imposible: dar la vuelta al partido y derrotar al número dos por 6-3, 6-2, 6-7 (4/7), 4-6 y 5-7 gracias a un tenis espectacular. Es la segunda vez en su carrera que al zurdo le remontan un partido así en un Grand Slam. Tsitsipas se las verá ahora con Medvedev.

Y es que todo había ido demasiado cómodo hasta ese tercer set. El motivo: el gran nivel de Nadal. Comenzó Tsitsipas con un par de servicios fáciles, y a partir de ahí, a sufrir. Esta vez el español optó por quedarse más al fondo hasta para restar los segundos saques, no metiéndose tan cerca de la línea como en los cuatro partidos anteriores. El heleno tira ese golpe con mucho efecto, la pelota bota mucho y el zurdo prefería golpear desde más lejos con su brazo de Hércules e ir ganando terreno después. Y lo conseguía porque el juego de Tsitsipas no le molestaba. Jugaba el español su derecha cruzada contra el revés de su rival y le acorralaba, hasta que dejaba una pelota corta o se tenía que defender con un cortado, y entonces le machacaba. La táctica que durante tantos años castigó a Federer. Llegó el break quirúrgico del primer set para ponerse 5-3 y cerrar después. Eso dio paso a la exhibición.

Hizo lo que quiso el manacorense con su oponente. Le dominaba en los peloteos, lo zarandeaba con su derecha, pero también con el revés, que tan bien le está funcionando en Melbourne. Era dominador absoluto. Tsitsipas directamente no veía hueco por el que meterse. No había rendijas. Cada punto era un sufrimiento. Una tortura. Y así se llegó a ese tercer parcial en el que todo fue muy rápido. La sensación era de espera hasta que el zurdo lograra la ruptura letal. Pero no llegó. Cañonazo por aquí, cañonazo por allá, se imponían los servicios: uno en blanco de uno, otro rosco de otro, 40-15 como mucho... Fue ganando confianza el griego, más metido en pista e intentando no ceder mucho terreno, aunque para ello tuviera que tomar riesgo jugando casi a bote pronto. En esa situación de haber disputado pocos intercambios, cualquier error en el desempate era decisivo. Y Nadal tuvo dos en una faceta inesperada: es muy difícil ver fallar un remate al número dos del mundo, y lo hizo dos veces, una en la red dando una caña y otra desde el fondo, un tiro arriesgado que él prefirió cuidar y se le marchó largo.

Con el set ganado, el partido entró en otra dimensión. Se activó Tsitsipas y a Nadal le entró cierta tensión. No tardó en tener que afrontar la primera pelota de ruptura en el cuarto, que salvó para gritar un “Vamos”, y mirar en dirección a su banquillo. El tenista de la melena rubia ganó en confianza y ya no se sentía desbordado en los intercambios, justo al contrario, llevaba la iniciativa, con tiros largos y sin contemplaciones. Su reacción es digna de los más grandes. Desde la cabeza hasta la raqueta. Menudo subidón de nivel, para lucirse y demostrar el jugador que es. Convirtió el encuentro en una angustia para el español, que sobrevivía gracias a su servicio. Primero tuvo que salvar un 15-40 con 2-2. Dos nuevos puntos de ruptura, y como muchas veces en esos momentos, se concentró el doble. Un saque directo sorprendiendo al lado de la derecha y otro cortado a la línea a la zona del revés para poner las cosas en su sitio. Salió vivo de ahí. Es un escapista el zurdo, que desesperó a Tsitsipas, al ver que dejaba escapar una buena oportunidad, pero no le hundió. El encuentro estaba en manos del número seis del mundo en ese momento. Qué manera de pegar la derecha y el revés, siempre hacia delante, siempre amenazante hasta que consiguió el break para ponerse 5-4 y no perdonar después.

En ese tipo de partidos, el tenista que viene de atrás suele tener las de ganar, por el factor psicológico. Pero si hablamos de psicología, hablamos de Nadal. Tenía un problema el español y era que al resto no lograba hacer daño. Tsitsipas sacaba bien sus juegos al saque, aunque al resto ya era un sí... Pero sin bola de break. Se acercaba, aunque Rafa lograba salir: de dos 40-30 lo hizo con dos servicios directos a la “T”. Había un poco más de equilibrio, pero la derecha de Tsitsipas seguía marcando la diferencia. Tenía que agarrarse a la pista el manacorense, que probó restando más adelante, luego más atrás, tirando alguna pelota alta... Lo importante era que no perdiera su servicio, hacer el partido largo y tenso y que el griego tuviera que pensar mucho en situación de tensión. Nadal levantaba el puño, soltaba el “vamos” cada dos por tres... Incluso un “¡venga!”. El iba por delante en el marcador, sin breaks: 1-0, 1-1, 2-1, 2-2... Hasta el 5-4. Esta vez la cabeza da más vueltas: si pierdo el saque pierdo el partido. Pero no tembló el griego, pese a que el zurdo lo dio todo para meterle en problemas. Es más, al siguiente juego apretó de nuevo desde el resto, con tiros a la línea que dejaron a Nadal sin respuesta. Se veía agotado el español. Cedió la ruptura.

En tenis se suele decir que lo difícil es cerrar. Nadal se vio con 0-30 y con una pelota de break, que no tenía desde hacía casi tres horas. Pero se serenó Tsitsipas y con un revés paralelo pudo levantar los brazos y decir que consiguió lo que casi nadie antes.