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Benoit Paire, el nuevo malote del circuito

El tenista francés se ha convertido en el nuevo bad boy de la ATP por su comportamiento dentro y fuera de las pistas

Benoit Paire, en una de sus habituales protestas
Benoit Paire, en una de sus habituales protestasCARLOS PEREZ-GALLARDO

Benoit Paire no es un don nadie en la ATP. El francés estuvo en el top 20 en 2016, ha ganado tres torneos en su carrera –Bastad, Marrakech y Lyon–, todos en tierra batida, y hoy es el número 31 del mundo muy a su pesar. La última hazaña del nuevo malote oficial del circuito ha sido en Acapulco. Cayó en primera ronda ante Tsitsipas y soltó en «L’Equipe»: «Es lo mejor que me podía pasar. Podré dejar la burbuja y disfrutar unos días antes de jugar en Miami. Estoy deseando pisar la playa o la piscina. El tenis no es mi prioridad ahora. Lo único que deseo es escapar de la burbuja de los torneos». Y tanto. Desde que se reanudó el circuito el pasado verano, Paire ha ganado dos partidos de los quince que ha jugado. «Ahora voy a un torneo, gano algo de dinero y me voy al próximo. Hago mi trabajo. Lo sorprendente del circuito es que perdiendo puedes ganar mucho. Si ganas un torneo ATP 250 te llevas 30.000 dólares, pero en algunos torneos te llevas 10.000 pese a perder en primera ronda. ¿Por qué volverse loco para ganar un poco más?», confiesa Paire. Y eso supone que del séquito habitual en el equipo de una raqueta de élite no le quede nada por decisión propia: «He dejado de entrenar, no cojo la raqueta al margen de los partidos y no tengo entrenador ni preparador físico porque no merece la pena pagar a alguien tal y como está ahora el circuito».

Paire iba para estrella, aunque él ahora se defina como «alguien con talento, pero algo idiota». Cuando se hizo profesional en 2007, en Francia lo vendían como un futuro top 10 pese a que en categoría junior ya dejó detalles de su personalidad. «La liaba con frecuencia», dice. Tuvo partidos y torneos en los que rompió todas sus raquetas porque no quería jugar y también fue expulsado del Centro de Alto Rendimiento de la Federación Francesa por mal comportamiento. «Me ha faltado mucho para ser un top 10, suponía vivir con muchos sacrificios que yo no estaba dispuesto a hacer. Mi tenis puede estar a ese nivel, pero mi fuerza de voluntad no. Prefiero ser top 30 y disfrutar de la vida antes que ganar un Grand Slam».

A Paire lo que le gusta de verdad es jugar al golf, pasar unas buenas vacaciones en Mykonos o en Ibiza, disfrutar las noches y beber tantos spritzes como le dé la gana. Reconoce que no envidia en nada a los Djokovic, Nadal o Federer. «Los respeto, pero cuando veo a Rafa ganar Roland Garros y dos días después ya entrena en Queen’s para jugar la gira de hierba... es un mundo diferente. Si yo ganase Roland Garros no creo ni que jugase en Wimbledon. Yo he sido el 18 del mundo, he estado en el top 100 diez años y tengo tres títulos. Ésa sí es una carrera perfecta».

Sus últimos torneos han estado plagados de gestos lamentables. En Buenos Aires comenzó a discutir con el juez de silla por una pelota que él creía mala y terminó escupiendo a los pies del árbitro justo en la zona donde estaba marcado el bote. No tuvo bastante. «Estoy en Argentina porque me gustan el sol, la piscina del hotel y la cerveza», aseguró. Y cerró su paso por allí de fiesta en una discoteca sin mascarilla ni distancia social.

Las críticas le dan igual. «Merece la pena ser un inútil», tuiteó después de una derrota mostrando una imagen con las ganancias en sus catorce años de carrera: algo más de ocho millones de dólares. Un ilustre ex del circuito como Toni Nadal resume lo que representa Paire: «Sus palabras no le hacen ningún favor al tenis y tampoco a él. Es el reflejo del poco valor que le damos hoy en día al esfuerzo».