Automovilismo

25 años sin la magia de Senna

El brasileño falleció en 1994 tras un accidente en el GP de San Marino y desde entonces es la referencia a seguir para todos los pilotos de Formula 1. Su forma de ser y de competir conquistó los corazones de millones de seguidores que hoy todavía lo añoran

El brasileño falleció en 1994 tras un accidente en el GP de San Marino y desde entonces es la referencia a seguir para todos los pilotos de Formula 1. Su forma de ser y de competir conquistó los corazones de millones de seguidores que hoy todavía lo añoran

El 1 de mayo de 1994 a las 14:13 h la Fórmula 1 enmudeció. El piloto, la persona, que había llenado de magia este deporte y que había escrito capítulos inolvidables para la posteridad perdía la vida en un trágico accidente que dejó huérfanos a millones de seguidores. Ayrton Senna da Silva no era un piloto más. Su forma de entender la competición, su capacidad de lucha, de sufrimiento, de pelear contra todo y contra las adversidades dentro y fuera de la pista lo convirtieron en un piloto especial. Millones de aficionados fueron despojados de una figura que con el paso de los años resulta imprescindible.

La magia que desprendía al volante de los monoplazas que condujo, Toleman, Lotus y McLaren, sobre todo, no ha vuelto a sobrevolar la categoría reina de este deporte. Es la referencia a seguir para la mayoría de los pilotos que hoy forman las parrillas de salida. Pero ninguno de ellos puede decir que haya tomado el testigo del brasileño. Por más títulos que tengan o por más victorias que hayan conseguido. Senna era único, un piloto que no sólo quería ganar, sino machacar al rival. ¿Por qué ganar con 30 segundos de ventaja si podía doblar al segundo clasificado? Cruzar la meta en segundo lugar no entraba en sus planes, para él, ser segundo significaba ser el primero de los tontos que no habían ganado. Y así forjó una leyenda que desgraciadamente creció con aquel fatal accidente que dejó paralizada a la F-1.

Senna era capaz de hacer correr cualquier coche. Y era la época en la que la telemetría y la adquisición de datos apenas existían. Sólo contaban las sensaciones del piloto. Los coches de antes no eran como los de ahora. Pilotar como lo hacía Senna era algo que sólo estaba reservado a unos pocos elegidos. Y Ayrton era uno de ellos. Lo demostró en aquella memorable carrera de Mónaco en 1984 cuando bajo un tremendo aguacero fue capaz de alcanzar la segunda plaza a los mandos de un Toleman, uno de los peores coches de la parrilla. Cada curva, cada frenada, cada adelantamiento de aquel Gran Premio está grabado a fuego en la memoria de millones de fans de la Formula 1. Pero no ganó. Una polémica decisión de la dirección de carrera le dejó sin un triunfo que tenía asegurado. La gloria se la llevó entonces Alain Prost, el cuatro veces campeón del mundo de F-1 y el piloto con el que Senna batalló hasta límites increíbles. Fueron ellos dos y el controvertido Ron Dennis los que elevaron a la categoría de mito a la escudería McLaren cuando ambos compartieron box a finales de la década de los 80 y principios de los 90. Muchos la consideran la época dorada de la F-1, un tiempo que los promotores actuales han intentado repetir de cientos de maneras sin éxito alguno.

Senna conquistó tres títulos y pudo haber ganado al menos tres más. Pero en la “selva” de la F-1 no basta con ser el mejor en pista, sino también fuera de ella, y en ese sentido su máximo rival, Alain Prost supo moverse mejor, sobre todo teniendo en cuenta que por aquel entonces el presidente de la FIA era su compatriota francés Jean Marie Balestre, un personaje que manejó los hilos de la Federación de una forma discutible por no decir de manera dictatorial.

Su paso por McLaren es hoy objeto de admiración, pero también lo fue su etapa en Lotus y aquel inolvidable triunfo en el Gran Premio de Portugal, en el Autódromo de Estoril, también bajo la lluvia. Luego llegaron sus victorias en McLaren, sus sinsabores, y su mala relación con Ron Dennis, jefe de equipo en aquel entonces. ¿Les suena la película? El controvertido británico debió mediar entre Senna y Prost, permitió la lucha y con eso protagonizó una de las mejores etapas de la F-1. Pero también tomó decisiones que perjudicaron al brasileño.

En 1994 Senna decidió marcharse a Williams y después de un comienzo irregular de temporada llegó el fatídico Gran Premio de San Marino. Ese viernes otro brasileño, Rubens Barrichello, sufrió un accidente en el que estuvo a punto de morir. El sábado falleció Roland Ratzenberger y el domingo lo hizo Senna. Una mala soldadura en la columna de la dirección no aguantó los 300 km/h a los que rodaba el piloto en aquella curva llamada “Tamburello”.

Senna falleció horas después en un hospital de Bolonia y desde entonces la seguridad se convirtió en una obsesión para la Fórmula 1, una fijación que hoy se ha tornado en pura innovación de la que incluso se aprovechan los coches de calle.

Pero la F-1 perdió un héroe, un piloto mágico que era pura inspiración. Pura velocidad.