Deportes
Dulce esplendor «perico»
Para la afición espanyolista, que somos esa maravillosa minoría aferrada a la fuerza de un sentimiento y siempre afrontando la adversidad –¡sendos títulos de la Copa de la UEFA, en versión de los años 80 y ya remasterizada en clave de los 2000, que no volaron con nosotros!, y por desgracia el adiós de alguno de nuestros jugadores en condiciones algo trágicas, amén de un reguero de «malas suertes» futbolísticas–, la presente temporada se presentía, no nos engañemos, en línea con las precedentes, es decir, más o menos formando parte de ese digno pelotón liguero en el que la victoria cotiza muy cara, la derrota es moneda corriente y el empate sabe a gloria.
No creía en Rubi. Recuerdo que el pasado mes de junio, cené con la plana mayor del RCD Espanyol y tres de sus prohombres me pidieron opinión sobre la incorporación como técnico de Joan Francesc Ferrer, Rubi. Les respondí que creía que no era el perfil más apropiado para superar la decepción que Quique había significado y que el club tendría que haber apostado por un entrenador con mayor bagaje y resultados contrastados y eso que Rubi acababa de ascender al Huesca por primera vez en su historia. Como «buen» economista, erré por completo, en plan defecación de elefantes. Ya sabe usted, apreciado lector, que los economistas, algunos que no todos, por suerte, somos esos personajes que nos pasamos media vida prediciendo lo que pasará y luego, cuando no acontece lo que profetizamos, dedicamos la otra media vida a argumentar por qué la terca realidad desatinó.
Rubi está demostrando ser un pedazo de entrenador y corrobora esa excelente escuela de técnicos españoles, que tanto en nuestra Liga como en otras competiciones de primer nivel, dirigen clubes y selecciones de pedigrí. Mi Espanyol, a veces mi razón de ser, los latidos de mi corazón, mis inyecciones de energía moral en determinadas circunstancias, está escribiendo unas páginas muy bien acicaladas en estos compases de la LaLiga. Y celebramos nuestros 118 años colocados en los primeros lugares, codeándonos con clubes grandes, de palmarés excepcional.
Si desde algún rincón del cielo, Ángel Rodríguez, aquel estudiante de la Universidad de Barcelona, y quienes con él dieron el paso de fundar nuestro Espanyol, a modo de réplica por el influjo foráneo en el nacimiento del otro club de nuestra ciudad, el FC Barcelona, echan una ojeada a la clasificación y ven al Espanyol situado ahí arriba, entre los grandes de nuestro fútbol, su cara de felicidad y su sonrisa de satisfacción serán de las que hacen época. En las jornadas que se llevan disputadas el Espanyol prácticamente suma la mitad de los puntos que casi aseguran la permanencia. Para quienes hacemos del sufrimiento un estilo de vida, constatar esta realidad nos contagia de unas sensaciones muy especiales. Decididamente, esta temporada que, sobre el papel, presumíamos que sería una más, otra en la que ratificaríamos nuestra tradicional épica futbolística y en la que posiblemente la larga sombra de los fantasmas que siempre van de consuno con nosotros no nos abandonaría, está cambiando radicalmente.
El guionista de la trama. Rubi es el guionista de una trama electrizante a la que pone acentos apasionantes, regando con ilusiones impagables a la sufrida parroquia perica, dando vida a unos personajes que si la temporada pasada, algo desnortados, practicaban un fútbol deslavazado, este año exhiben dignas cualidades de su talento, jugando como los ángeles, mostrando en algunos partidos hechuras de escuadras de Champions. La gratitud de los seguidores pericos es infinita. La satisfacción no tiene precio.Ya sé que alguien dirá: ¡vaya optimismo a raudales que desborda este tío! Soy consciente de ello como lo soy de que estamos viviendo una dulzura única y que como decía mi admirado Javier Aguirre: «¡Ya llegará el invierno!». A ver si, a la sazón, el cambio climático de esta reñida y competitiva Liga hace que el verano perico se prolongue hasta mayo. Con eso, de verdad, nos basta. Porque el cielo, ¡puede esperar!
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