Francia
La fiebre acaba con Contador
El británico mantiene el liderato, con 16 segundos de renta sobre su compatriota del Orica Adam Yates
Tom Dumoulin se impuso hoy en la novena etapa del Tour, con meta en la estación andorrana de Arcalis, al culminar una escapada que cubrió prácticamente los 184,5 kilómetros que habían comenzado en la ciudad española de Vielha.
La peor sensación del mundo es levantarte de la cama cuando suena el despertador y que la cabeza, cargada, no te deje ni echar un pie al suelo. Vértigo. Mareos. Debilidad. Cuando por delante esperan 184 kilómetros y medio con la Bonaigua, el Cantó, la Comella, el Beixalis y Arcalís te sientes morir. Pero no Alberto Contador, que se despierta en Vielha «en estado febril», como si no tuviera suficiente ya, con las piernas hinchadas y doloridas por las caídas, con un equipo que le da la espalda para meterle puñaladas un día sí y otro también. Solo, abandonado. Dolorido y ahora enfermo.
Pero eso en la salida del magnífico valle de Arán nadie lo sabe, claro. «Desde ayer», por el sábado, explica su hermano y mánager Fran, «tenía molestias en la garganta, estaba constipado, tenía mocos. Ha pasado mala noche con algo de fiebre, pero ha decidido salir a pesar de todo, de las caídas, que le siguen mermando muchísimo». A pesar del dolor, el físico y el peor, el que no se puede ver, el del alma, el de los siete meses sacrificando comidas, familia, amigos, el de las jornadas eternas de entrenamientos en altura, de preparaciones varias para afinar una puesta a punto metódica y casi perfecta, llega a los Pirineos Contador con más de tres minutos perdidos en la general, descartado ya para el maillot amarillo en París que tanto creía y quería. Pero a pesar de eso sigue adelante. «No me gustaría recordar que he abandonado este Tour», decía en la meta de Bagneres de Luchon.
Y, desgraciadamente, así tendrá que recordarlo. Pero antes de marcharse, Alberto deja un poco de él, de su seña de identidad que no es otra que la improvisación. El único corredor del pelotón actual capaz de inventar y emocionar vuelve a hacerlo. Que no sea por no intentarlo. Arrancó enfurecido y salvaje en la Bonaigua arrastrando a Valverde con más corazón que piernas para alcanzar a la fuga numerosa que ya se había formado en cabeza y de la que saldría el definitivo ganador en Andorra, el simpático y tremendo Dumoulin. Pero cuando llegó hasta la cabeza de carrera no le quedaron más fuerzas. Ni para seguir a la escapada ni para proseguir en el Tour. Ni siquiera era capaz de seguir la rueda de su compañero Sagan.
«Ha visto que no tenía sentido seguir», explicaba su hermano Fran. «Quise probarme, pero las piernas estaban vacías, las tenía aún hinchadas de las caídas de los dos primeros días», contó el propio Alberto ya desde el hotel. «Hablé con el director y decidimos que el abandono era la mejor decisión», argumentaba. «Ya no tenía sentido seguir», añadía su hermano. El único que no lo entendió fue Oleg Tinkov. El que paga. «Era innecesario», opina el multimillonario ruso, «es una sorpresa para mí que haya abandonado, especialmente después de haber atacado, y es una pena, era mi última oportunidad de ganar el Tour». Tinkov bajará la persiana de su equipo a finales de año, pero Contador ya tenía su futuro encauzado. Hoy, primer día de descanso, iba a firmar su nuevo contrato, el que le unirá al equipo Trek para el próximo año.
El futuro más cercano de Contador pasa ahora por la Vuelta. Nada de Juegos Olímpicos, en los que tenía especial ilusión, pues el recorrido se adaptaba a sus características, tanto en la prueba en línea como en la contrarreloj. Hoy viajará directamente a Madrid para realizar chequeos y descartar posibles roturas fibrilares. «Y después, quiero preparar la Vuelta lo mejor posible. Los Juegos Olímpicos no están en mi cabeza». Igual que el Tour, que proseguirá mañana sin él.
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