Boxeo

Cuando Kerman dejó de ser Kerman

El Revólver de Morga pierde su título europeo ante el ruso David Avanesyan

Tras caer por KO, Kerman tomó la decisión de ser él mismo el encargado de colocars el cinturón de campeón a su rival. Foto: Eurosport
Tras caer por KO, Kerman tomó la decisión de ser él mismo el encargado de colocars el cinturón de campeón a su rival. Foto: Eurosportlarazon

El Revólver de Morga pierde su título europeo ante el ruso David Avanesyan

Lo más bonito de ver a Kerman Lejarraga (27-1-0) no es su boxeo ni sus victorias; hoy, ni la primera ha brillado ni la segunda se ha logrado. Lo más bonito de ver a Kerman Lejarraga es apreciar cómo se escapa una oportunidad de oro para aspirar a algo, a algo más, quizá a un WBA o a un WBO, no lo sé, pero, aun así, es capaz de mirar el cinturón del EBU, quitárselo al árbitro y colocárselo a David Avanesyan (24-3-1) al final de la contienda tras caer por K.O en el noveno asalto. El rey que entrega la corona al aspirante y le cede el trono. El rey sin corona.

Que fuese bonito no quiere decir que fuese a ser fácil, ni mucho menos digerible. Todo parecía una pelota rasa y al pie: segunda defensa del título, celebrada en casa y ante un rival fuerte, aparentemente peor que Kerman. Una ventana perfecta para mirar hacia fuera y gritar a los cuatro vientos su nombre. Hasta que una borrasca procedente del frío más gélido de Europa cerró las aspiraciones del púgil vasco. Así es este deporte.

Kerman quiso ser Kerman desde el primer minuto. Jab, tanteo, boxeo de desgaste. Alguna que otra derecha fuerte con más fe que realidad. Los tres minutos siguientes, igual: el ruso comienza a exhibir su velocidad y su cadencia de golpeo, pero el campeón se muestra tranquilo, chapado, como viene siendo habitual en él. No se saltó el guion en el tercer asalto, tampoco. Todo iba bien: la película seguía su desarrollo habitual.

Pero en el cuarto asalto, un golpe curvo claro, que no fuerte, claro, a la mandíbula, hizo a Kerman besar el suelo. Espejismo: se levantó como un resorte, con las manos arriba, dándose cuenta que esto no era como con Frankie Gavin. Un golpe que él mismo se vio venir y que no fue capaz de tapar. El combate tomaba otro cariz a partir de ese momento.

Los asaltos consecutivos, el quinto, el sexto y el séptimo, fueron para el ruso. Siguió haciendo alarde de su explosividad: dos o tres golpes y adiós, Kerman. Ahí te quedas. Fuera de su distancia, el Revólver de Morga no se sentía cómodo. El idilio comenzaba a tornarse oscuridad. Y el vasco decidió tomar las riendas del combate.

El octavo asalto fue una declaración total de intenciones del ya ex campeón. Acortó ostensiblemente la distancia, castigando los costados del ruso, quien se doblaba pero aguantaba de pie, como una palmera ante un huracán. Kerman tenía el combate donde quería, en el chotis agarrado, en el susurro, en la cercanía. Todo bien: el guion tenía que seguir así para llegar a ese epílogo deseado, esa victoria que aupara las aspiraciones de tocar el cielo.

Y en el noveno asalto las esperanzas se esfumaron. Avanesyan arrinconó a Kerman, que encajó tres golpes seguidos muy fuertes y mostró signos de flaqueza evidentes. Las manos pesaban más de cien kilos; las suyas, claro: apenas podía cubrirse los pómulos, la cara, las sienes. Otro, y otro, y otro golpe más. A punto de caer, el árbitro alza las manos y hace aspavientos cruzando sus extremidades indicando el final: la epopeya del héroe acaba aquí.

Pero crecer es aprender a despedirse, y Kerman hoy ha crecido como boxeador. Ha dicho adiós al EBU, claro que sabía que la derrota tendría que llegar tarde o temprano. Ahora es cuando demostrará ser un boxeador de élite: cuando se levante con más fuerza y vuelva a su lugar, al trono que le corresponde. Hoy, sin embargo, toca quedarse con el gesto final y con el aplauso a Avanesyan, quien ha hecho un combate excelso. Toca reflexionar, hacer balance y seguir: esos son los verdaderos luchadores.