Brasil
El Chiringuito de Pedrerol: Un país sobre su espalda
Aunque no siempre lo parezca, el fútbol es para disfrutar. La selección brasileña está viviendo una situación inhumana. Una presión salvaje, difícil de sostener para cualquiera.
Aunque no siempre lo parezca, el fútbol es para disfrutar. La selección brasileña está viviendo una situación inhumana. Una presión salvaje, difícil de sostener para cualquiera. Y más todavía para personas tan jóvenes. Es tan pesada la carga que deben soportar que la Federación ha tenido que recuperar los servicios de una psicóloga. A los internacionales brasileños se les pide, se les exige, que ganen «su» campeonato. Los jugadores saben que es su momento. Que pueden hacer historia. Y sienten la necesidad de vencer no sólo por su prestigio futbolístico, sino también para suavizar los graves disturbios que sufre su país. Pues todo esto se encarna en un chaval de 22 años. Un ídolo de masas que, hace muy poco, era sólo un niño. Neymar es la figura de la «canarinha». El encargado de comandar a sus compañeros, a su selección, a todo un país, hacia el sexto título mundial. Sobre él recae gran parte de la responsabilidad. Y eso pesa. Pesa en las piernas, pesa en la cabeza y pesa en el corazón.
Recuperar la alegría
A su corta edad, Neymar es el líder de Brasil. El éxito de su selección le coronará, pero todo lo que no sea levantar la Copa en Maracaná será considerado un fracaso. El de todos, pero también su fracaso. No puede más. La temporada ha sido larga y difícil para él. Por un lado, arrastra los líos legales en los que se han metido por su fichaje el Barça y su padre, ahora supuestamente vinculado a una red ilegal de reventa de entradas. Además, en su primer año en España, cumple un papel en el campo al que no está acostumbrado. En Barcelona no tiene la libertad en el juego que sí disfruta Messi. Hasta Dunga dice que «el fútbol del Barça no es para Neymar». Allí se ha visto con cuentagotas esa alegría por el fútbol y por la vida que muestra constantemente en televisión y en las redes sociales.
Al límite física y mentalmente
Neymar está al límite físicamente y muy presionado mentalmente. Desde muchos frentes. Y, con todo, tiene que tirar de un carro donde va subido todo Brasil. En algunos momentos le ha podido vencer la presión, sí. Es muy bueno, pero humano. Se le dibuja en la cara toda esa tensión cada vez que suena el himno de su país antes de un partido. Verle llorar desconsolado, sacarse todo de dentro tras eliminar en octavos de final a Chile en la tanda y marcar su penalti, fue la imagen que mejor refleja esas emociones tan difíciles de controlar. Pero Neymar está cumpliendo. Está respondiendo. Está a la altura. Con cuatro goles y muy buenas actuaciones, está haciendo lo que se espera de él. Lo mucho que se espera de él.
Luces y sombras
Los futbolistas son ídolos. Héroes. Estrellas. Se besa allí por donde pisan, todos se quieren hacer fotos con ellos, son millonarios... pero hay que ponerse en su piel a la hora de lanzar el penalti decisivo contra Claudio Bravo. Si no hubiera marcado, se le habría caído el mundo encima. El miedo a fallar, la presión de poder decepcionar a todo el mundo, son sólo para los futbolistas y sus familias. Un gol, un solo segundo, lo puede cambiar absolutamente todo. Ésa es la grandeza, pero también la miseria del fútbol. Es la parte oscura detrás de los focos y los flashes.
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