Brasilia

El problema de Rosell está en Brasil

El problema de Rosell está en Brasil
El problema de Rosell está en Brasillarazon

Si la falta de transparencia en la millonaria contratación de Neymar ha puesto fin a su etapa en la presidencia del FC Barcelona después de la querella de uno de sus socios, los negocios que en el pasado hizo Sandro Rosell en Brasil están también bajo sospecha y en los juzgados. El ya ex dirigente azulgrana tiene procesos abiertos con la justicia brasileña en los que se le acusa a él, a sus empresas y algunos de sus socios de presunto fraude y por el que se le podrían pedir hasta ocho años de prisión. Los hechos se remontan a sus tiempos de responsable de la marca deportiva Nike en el país suramericano. Su posición entonces le hacía tener una gran influencia sobre los jugadores brasileños y también en la selección nacional, que vestía y todavía lo hace, la ropa de la multinacional norteamericana. A esto se unía su buena relación con Ricardo Teixeira, presidente de la Federación de Fútbol de Brasil desde 1989 y sospechoso de corrupción en su gestión al frente de la Canarinha.

A su gran amistad (Rosell llegó a ser el padrino de boda de Teixeira) hay que sumar su relación empresarial, que levantó las sospechas de los jueces brasileños. La acusación principal se centra en el presunto desvío de capitales que estas dos personas llevaron a cabo gracias a la firma de un contrato para organizar 24 partidos amistosos de la selección de Brasil a partir de año 2006. Hasta ocho millones de euros, según publicaba el diario «Estadao», podrían haber llegado a las cuentas de Rosell, bien directamente, o a través de alguna empresa participada por él o sus socios. También, presuntamente, había partidas que llegaban a bancos domiciliados en Andorra y se ingresaban a nombre de Teixeira. Rosell siempre ha asegurado que sus negocios allí fueron correctos y legales y que el dinero recibido simplemente fue el pago a cambio de los «servicios prestados» para la organización de los eventos.

Algunos de estos partidos, disputados en lugares poco habituales, como por ejemplo uno en Polonia ante Japón u otro en Suecia ante Irak, levantaron las sospechas. Aunque el más famoso, y que ha dado lugar a uno de los procesos judiciales, es el de 2008 entre Brasil y Portugal, por el que Ailanto (empresa de Rosell) emitió un recibo de casi tres millones de euros que salieron del dinero público de la ciudad de Brasilia. Las autoridades sospechan que hubo un presunto desvío de capitales en connivencia con la Federación, y piden la devolución de este dinero. Todas las causas llevan varios años abiertas y no acaban de encontrar el desenlace, pero algunos creen que en el adiós de Rosell al Barcelona han pesado más estas acusaciones que el fichaje de Neymar o las amenazas que haya podido recibir él y su familia. Se ha sabido que en Navidad su domicilio recibió tres disparos, un suceso que está bajo investigación de los Mossos.

Él, como en el caso de los números de la operación Neymar, proclama su inocencia una y otra vez, mientras asegura una realidad: que hasta el momento no hay sentencia alguna en su contra, pero las sospechas llevan tiempo sobre la mesa.

Tanto que, cuando en 2010 empezó su carrera a la Presidencia del Barcelona, una de las cosas que tuvo que hacer fue alejarse de la mayoría de estos negocios para no caer en incompatibilidades y conflictos de intereses al convertirse en máximo dirigente de uno de los mejores clubes del mundo. Aquí también se plantean dudas respecto a si abandonó definitivamente estas actividades o lo que hizo fue venderlas a empresas de Oriente Próximo que le servirían, siempre presuntamente, para seguir recibiendo beneficios de forma indirecta. Los peor pensados relacionan su fluida relación con el capital árabe de los petrodólares y el acuerdo con Qatar que ha acabado con la tradición barcelonista de no llevar publicidad comercial en la camiseta. Precisamente la firma de este acuerdo provocó el enfado de Jordi Cases, el querellante más famoso del momento, que quiso someter la decisión a referéndum. El farmacéutico no alcanzó el respaldo suficiente y el contrato se llevó a cabo a pesar de la falta de democracia en el país árabe.