Atletismo
Fernando Carro, preparado para «morder» en la final de 3.000 obstáculos
En los detalles es donde puede estar la diferencia. El calor abrasa Doha, más de 40 grados. Pero no se cuece toda Doha: en el estadio Khalifa, el aire acondicionado hace que la sensación sea bien diferente. «No me he tenido que aclimatar nada porque como se sabía en el estadio va a haber 19 o 20 grados. Debo tener cuidado con los cambios de temperatura e incluso me he cortado el pelo, la melena, para no tener el riesgo de sudar, y pasar de una sala a otra, o de fuera a una sala, que haya cambios de temperatura y me ponga malo», explicaba Fernando Carro antes de partir a un Mundial del que espera mucho.
«No me voy a quedar a ver las otras series, que hace frío, pero estaré atento», dice el madrileño en los micrófonos de Teledeporte, ya en plena competición, tras haber quedado quinto en la suya en los 3.000 obstáculos. Se clasificaban directamente para la final los tres primeros, pero se corrió tan rápido que era difícil que se le escapara. Así sucedió: Carro peleará por primera vez en la carrera definitiva de un Mundial (será el viernes a las 20:45). Está donde quiere estar. «Otras veces he llegado con buena marca, pero las series fueron lentas y tácticas y no pude pasar», recordaba el fondista. Todo lo contrario de lo que pasó ayer: casi en todo momento pareció que el madrileño tenía la situación bajo control, con su estilo, con su cabeceo característico que le hace parecer cansado. Claro que no lo tenía todo tan controlado como el keniano Kipruto, el gran referente, el campeón olímpico y del mundo, que a falta de más de 100 metros y con un obstáculo por delante todavía le decía a su compatriota Kigen, de palabra y con gestos, que tranquilo, que ya estaba, que se iban a clasificar, que había que ahorra fuerzas. Y superó la meta casi silbando. Así de sobrado va.
Pues contra este atleta y contra un buen puñado más de africanos se va a medir el chico de Canillejas que corre como si sufrir fuera su forma de vida, aunque en estos momentos está muy contento. «Si me meto en la final tendría que estar en puestos de finalista (entre los ocho primeros), es lo que me corresponde. A partir de ahí me dejaré la vida buscando más», insistía Carro antes de competir. ¿Por qué se pone una meta tan alta? Porque hace dos meses y medio paró el reloj en 8:05.69, un tiempo a tener en cuenta, el récord de España (aquí puede leer cómo batió la plusmarca) . «Llego más en forma, o ahí, ahí, que cuando hice récord. Necesito ese punto de concentración y de hambre y ya te digo, en forma estoy, y sólo necesito morderles si noto que desfallecen», explica Fernando Carro, que ha tenido unos últimos meses de preparación iguales, pero diferentes. Esquivadas las lesiones que tanto le torturaron en el pasado, tenía un plan que ha seguido en un verano distinto. «La sensación que tengo es la de no haber pasado por la estación del verano y eso es maravilloso, es algo que no había sentido nunca. Cuando llegan los grandes campeonatos muchas veces mis compañeros desaparecen porque ya han cumplido sus objetivos, pero esta vez como el nacional ha sido tan tarde (a finales de agosto), me han acompañado en todas las concentraciones de tal manera que no he tenido la sensación de estar solo, que sí me ha pasado otras veces», cuenta el madrileño, que durante los meses de calor duro en Madrid se iba a dormir a Navacerrada, para descansar mejor (ya se sabe, los detalles), pero bajaba a la Blume a entrenar a primera hora de la mañana o a última del atardecer.
Uno de los que ha estado con él durante el año y estos últimos meses es Adrián Ben, que ya hizo historia colándose en la final de los 800 metros. Tiene sólo 21 años y en una carrera de nuevo rapidísima terminó sexto. Descolgado un poco desde el primer momento, hizo su carrera para terminar remontando dos posiciones y volver a bajar de 1:46. El esfuerzo de los dos días anteriores (ya en semifinales era el que peor marca tenía) le pesó un poco más, pero su Mundial es sobresaliente. Ganó el estadounidense Brazier, por delante del bosnio Tuka y del keniano Rotich.
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