Historias del balón
Juan Hohberg: el futbolista que murió durante un partido y revivió para jugar la prórroga
El insólito caso del futbolista uruguayo ha quedado grabado en la historia de los mundiales tras convertirse en el protagonista de un “partido de infarto”
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El fútbol no solo nos deja goles, megacracks, títulos o balones de oros, sino también increíbles historias de superación y hasta milagros que merecen ser recordados. La retirada del Kun Agüero tras a unos problemas cardíacos, que se le detectaron el pasado mes de octubre en el partido del FC Barcelona contra el Deportivo Alavés, trae a la memoria el increíble caso de otro futbolista argentino, aunque nacionalizado uruguayo, al que su corazón lo convirtió en una leyenda del futbol mundial.
Durante la semifinal del Mundial de Suiza 1954, disputada en Lausanne, se produjo un caso extraordinario que ha quedado recogido como unos de los hechos más insólitos del futbol mundial: un jugador de Uruguay sufrió un paro cardíaco, fue dado por muerto y poco después siguió jugando. Revivió de un ataque cardíaco para terminar de jugar la semifinal de la Copa del Mundo de 1954 e incluso ¡Marcar un gol!.
Histórico delantero de Peñarol, Hohberg destacó en el fútbol uruguayo y sudamericano de los años 50. Según las crónicas de la época, fue un jugador vigoroso, de gran exuberancia física y poseedor de un potente remate. Adorado por los hinchas de su equipo y respetado por sus adversarios, destacó en la Selección Uruguaya que ocupó el 4º lugar en mundial Suiza 1954. El ariete será especialmente recordado por el segundo gol que le hizo a Hungría en donde sufre un paro cardíaco y logra revivir para seguir jugando el tiempo suplementario.
“El muerto que mete goles”
Uruguay quería revalidar el título que consiguió en 1950, y para ello debía superar a la temible Hungría, quien poseía entre sus filas a Ferenc Puskas y Sándor Kocsis, y era clara favorita para hacerse con el trofeo. Al comienzo del segundo tiempo caían por 2-0 pero apareció la figura del Juan Hohberg. Era su debut en la selección nacional. Sus dos goles en Lausan , a los 75 y 86 minutos, dieron esperanzas a los uruguayos. Fue en el segundo - el de la igualada- cuando se produjo la llamativa y exótica anécdota.
Según cuenta el periodista Alfredo Etchandy en su libro “El Mundo y los Mundiales”, cuando el atacante marcó el gol del empate, “sus compañeros se tiraron encima de él y, aplastado por los jugadores y por la emoción, sufrió un paro cardíaco. El estadio enmudeció, la alegría pasó a ser incertidumbre, el éxtasis fue desesperación y todas las miradas se dirigieron hacia el jugador que recostado contra las gradas recibía masajes cardiacos, respiración boca a boca y hasta Coramina puesto que su pulso era inexistente… Sí, su corazón se paró y se le fue la vida”. Juan Hohberg estuvo muerto durante 15 eternos segundos en el estadio de Lausana. Simplemente, se desplomó mientras sus compañeros volvían al centro del campo para la reanudación. Algo similar a lo que sufrió Christian Eriksen, en la pasada edición de la Eurocopa, pero en 1954, el internacional uruguayo milagrosamente se levantó y siguió jugando la prórroga hasta el final del encuentro.
Coramina oral
El jugador no daba en sí, algo andaba mal y rápidamente llegó Carlos Abate, el kinesiólogo de aquella selección. Tras varios segundos intentando reanimarlo a base de masajes en el pecho, Abate le suministró coramina por la boca, un medicamento que estimula las funciones vasomotoras y respiratorias. Cuando empezó el tiempo de descuento él seguía en la banda, pero poco después regresó al campo y jugó hasta la finalización de la prórroga. En esa época todavía no estaban autorizados los cambios, y la escuadra celeste no podía darse el lujo de perder al futbolista. A los pocos minutos, Hohberg volvió al campo de juego para disputar el tiempo suplementario, pero Hungría se impuso 4 a 2.
El ariete continuó su carrera como futbolista hasta 1961 -anotó 19 goles en su última temporada- cuando se retiró en el Deportivo Cúcuta de Colombia, debido a las afecciones cardíacas que le impedían la práctica segura del fútbol.
El sueño de alcanzar la gran final del mundo quedo truncado, pero su nombre quedó grabado en la historia del fútbol como “el delantero que murió, resucitó y siguió jugando”.
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