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Escándalo en el derbi

Betis-Sevilla: Un detenido por la agresión y Jordán en el hospital

Sobre una posible reanudación del partido, el Comité de Competición acostumbra a no reunirse hasta el lunes

De Burgos Bengoetxea
De Burgos BengoetxeaAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Era un derbi atípico por la situación sanitaria e indeseado desde el momento mismo del sorteo, recibido por ambos clubes con evidente disgusto. Y el desenlace, hasta ahora, desborda con mucho la peor de las previsiones. El Betis-Sevilla, octavo de final de la Copa del Rey a partido único, quedó suspendido siete minutos antes del descanso, justo cuando Nabil Fekir, de córner directo, equilibraba el gol que tres minutos antes había marcado Papu Gómez. Había pasado bastante en lo futbolístico... dejó de tener importancia.

La grada de Gol Sur, donde se concentran los ultras béticos, celebraba alborozada el gol olímpico de Fekir, que se había aprovechado con picardía de la bisoñez de Alfonso Pastor. El joven guardameta, cuarto en el escalafón de Lopetegui –Bono juega la Copa de África con Marruecos, Dmitrovic tiene covid y Javi Díaz está lesionado–, se adelantó un poco para reinar en su área pequeña y se tragó el envío parabólico, avieso, del crack francés. 1-1. Poco antes, Papu Gómez había acertado con un tiro raso tras centro de Óliver Torres, que le ganó la porfía a Álex Moreno. Dominaba el Betis y resistía el Sevilla, que no pasaba apuros excepto por un cabezazo al palo de Pezzella en un córner a los cinco minutos. Todo eso daba igual. O dio igual a partir de entonces.

Ganaba el centro del campo Joan Jordán junto a De Burgos Bengoetxea, que comentaba alguna circunstancia con el centrocampista catalán... y un palo –en apariencia, un listón flexible de PVC de los que se usan para armar banderas– cayó justo en su cabeza. En la cara del árbitro. El jugador sevillista se dejó caer, asustado, y enseguida se levantó. El colegiado vasco recogió el arma del delito, puntiaguda en uno de sus extremos, y se lo llevó al delegado de campo, Víctor Antequera. «Le ha dado en la cabeza, yo lo he visto», explicaba ante la perplejidad del funcionario bético. Jordán, mientras, se encaraba con algunos rivales, que le afeaban una (presunta) interpretación. El circo no había hecho nada más que empezar.

El Sevilla intuyó enseguida que podía sacar provecho de la situación y Joan Jordán, que unos minutos antes se comportaba con absoluta lucidez, se desplomó. Se sentó en el suelo, conmocionado de repente, el futbolista agredido obligó a que se activase el protocolo correspondiente. Estaba en su perfecto derecho y los rivales, profesionales y auxiliares, mostraban su desesperación ante la evidencia que el encuentro no se iba a reanudar.

Al cabo de diez minutos de conciliábulos, el árbitro ordenaba a los protagonistas abandonar el campo, Monchi asomaba por el túnel para mostrarle a las cámaras que allí no había nada más que retransmitir y los futbolistas béticos, media hora más tarde, volvían al césped para despedirse de sus aficionados. De todos –los que quedaban en el estadio porque muchos se habían ido– menos del imbécil que había lanzado un palo, se entiende. Al filo de las once y media de la noche, COPE adelantaba que la Policía lo había detenido.

Y entonces, ¿qué pasa ahora? Lo lógico sería, también por la escasez de fechas disponibles, que el partido se reanudase hoy a puerta cerrada... aunque hay varios obstáculos que lo dificultan. El primero, es que esa determinación la tiene que tomar el Comité de Competición, que no tiene previsto reunirse hasta el lunes. El segundo es que el Betis juega el martes un partido de Liga. Sea como sea, la historia continuará...