Aquella noche del Buitre...

El Real Madrid regresaba a la Liga tras su dolorosa eliminación en la Copa del Rey ante el Atlético. Los de Ancelotti visitaban el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe, un estadio en el que en las diez anteriores visitas acumularon cuatro derrotas, un empate y cinco victorias, así que plaza nada fácil, amén de que la victoria era decisiva para proclamarse campeón de invierno y terminar una gran primera vuelta. Un test para medir el estado físico y anímico de los blancos. El resultado, más que satisfactorio.

- Al servicio del colectivo

Y un nombre propio: Karim Benzema, que estaba en el disparadero de las críticas después del parón navideño. Al francés se le achacaba que su último gol fue en La Rosaleda el 29 de noviembre. A los delanteros se les mide por sus tantos. Es, sin duda, el mejor baremo. Pero al francés no sólo hay que hacerlo por sus goles, sino también por todo lo que aporta al conjunto. Por ejemplo: la magia e inteligencia que pone al servicio del colectivo y de la que todos se benefician. Su entrenador nunca le ha pedido ser un depredador.

- Karim, otro funambulista

Lo que hizo en Getafe fue algo extraordinario. Benzema agitó la coctelera del talento y dibujó sobre la línea de fondo una obra de arte y, de paso, emuló la maniobra de Butragueño ante el Cádiz una noche muy fría del 11 de febrero de 1987. Yo lo viví en el campo, en la distancia, desde mi portería, y el «Buitre» me pareció como un funambulista en el alambre. Las dos acciones son prácticamente idénticas. Lo único que cambia es que el galo sirvió en bandeja el gol a Ronaldo, que ya suma 28, camino de todos los récords, y el «Buitre» lo alojó en la red de Cedrún para que el Bernabéu enloqueciera. Para el sistema y las características de los blancos, Karim es el mejor «9» que existe hoy por hoy. Consigue goles y, por encima de todo, combina magníficamente con sus compañeros. Es muy bueno con balón y sin él. Y el mejor socio de Cristiano Ronaldo, el mejor jugador del mundo. Benzema es un fuera de serie.