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El pibe de la camiseta de Boca

Dybala, el niño de 10 años que un viernes de febrero de 2003 llegó a Córdoba para probar suerte en la cantera de Instituto, es goleador en Turín y objetivo de Madrid y Barça

Paulo Dybala, cuando empezaba a despuntar en su club
Paulo Dybala, cuando empezaba a despuntar en su clublarazon

Dybala, el niño de 10 años que un viernes de febrero de 2003 llegó a Córdoba para probar suerte en la cantera de Instituto, es goleador en Turín y objetivo de Madrid y Barça.

La residencia de La Agustina va a dejar de llamarse así muy pronto. El nombre del antiguo palacete en el que se viven los chicos de la cantera de Instituto de Córdoba que vienen de fuera va a cambiar por el de Paulo Dybala, uno de los pibes que una vez llegó allí para intentar ser jugador de fútbol. «Fue un viernes del mes de febrero de 2003 cuando vino con su papá para que lo viera Santos Turza, un técnico famoso por su buen ojo a la hora de elegir a las futuras promesas», cuenta desde Córdoba Ángel Docal, responsable del fútbol amateur y juvenil del club en el tiempo en el que Dybala estuvo allí.

Al primer cuarto de hora del partidillo la decisión estaba tomada. Paulo se iba a quedar en las inferiores del club. Las razones las explica el propio Ángel: «Era un jugador distinto, tenía condiciones y un toque especial. Se le notaba». «¿Con quién viniste?», le preguntaron a aquel niño de 10 años. «Con mi papá», respondió él.

«Su padre fue el que más se empeñó en que paulo llegara lejos, pero no pudo verlo triunfar»

Adolfo Dybala fue el que se empeñó en que uno de sus tres hijos llegase donde él no pudo. Había jugado al fútbol, pero sin llegar a ser profesional. «Su padre era muy futbolero, es el que más apoyó al muchacho, lo llevaba siempre a entrenar», cuentan. Tres veces a la semana hacían los casi sesenta kilómetros que separan Córdoba de Laguna Larga, la pequeña población en la que vivían los Dybala. «Era una familia humilde, honesta, gente de trabajo, la única pena es que su padre falleció y no pudo ver el éxito que ha alcanzado su hijo y el que va a seguir alcanzando», lamenta Ángel Docal, confeso seguidor del Real Madrid, pero que mañana preferiría una victoria de la Juventus con una «magnífica actuación de Paulo».

Aquel día de 2003, Dybala era un chico más de los que prueban suerte en el club, ahora es una estrella mundial, goleador en el Calcio y pretendido por los más grandes equipos europeos. Sus dos goles al Barcelona en la ida de las semifinales de la Liga de Campeones dispararon su precio en el mercado y se dijo que tanto el Barcelona como el Real Madrid estaban interesados. En su pueblo es un ídolo o, mejor dicho, un ejemplo para los que sueñan con seguir sus pasos. No necesitó más que 40 partidos con el primer equipo de Instituto de Córdoba para ser vendido al Palermo italiano por 12 millones de euros. De ahí a la Juventus y ahora, con 23 años, está a un paso de ganar la Liga de Campeones.

Algo impensable cuando apareció, para su primer entrenamiento en la cantera de Instituto, vestido con la camiseta de Boca Juniors. Le dejaron completar la sesión vestido de azul y oro, pero después le recordaron que estaba terminantemente prohibido entrar a la ciudad deportiva con otros colores que no fueran los propios. Mucho tiempo después, cada vez que vuelve a la ciudad, visita a los chicos que entrenan allí y bromea con los antiguos responsables sobre aquel episodio. Ahora puede entrar con la camiseta que quiera y las de la Juventus abundan en cada partido de fútbol improvisado en la calle.

«Buen compañero, buen estudiante, muy responsable, extravertido, muy educado»..., así define Ángel Docal al Dybala juvenil, que cada gol que marca es para su padre fallecido y cuida a su mamá, que regentaba en Laguna Larga una administración de lotería. «Me encerraba en el baño de la residencia y lloraba», ha contado Dybala en alguna ocasión, recordando cuando con 15 años se quedó sin su padre. «Ya nadie podía llevarme a entrenar».

Dybala ya tiene un mural en el estadio de Instituto, como tiene Maradona en el de Argentinos Juniors y como los que se multiplican en Rosario con la imagen de Messi. Precisamente uno de los sueños de Paulo era «tirar una pared» con Leo, algo que va a hacer muchas veces con la selección argentina, sin ir más lejos en el Mundial de Rusia. Es verdad que todavía no es titular, pero no va a tardar en hacerse un hueco entre los once. En la Juventus ya es indiscutible y en la albiceleste lo va a ser en breve. Quién se lo iba a decir cuando un viernes de febrero llegó para hacer una prueba.