Champions League

Atlético de Madrid

La derrota de siempre

La Razón
La RazónLa Razón

MADRID- «Hasta el tercero queda tiempo», decía un aficionado rojiblanco cargado de alcohol y de optimismo a partes iguales. Falcao acababa de marcar el primer gol del partido y su compañero de al lado, el que intentaba sostenerlo para que no se cayera gradas abajo, asentía. «Hoy sí, hoy sí», decía cargado de fe.

El de ayer parecía ser el día que los aficionados rojiblancos llevaban años esperando. Por primera vez en mucho tiempo se sentían favoritos en un partido contra su máximo rival. Ni siquiera el empate, un desgraciado gol de Juanfran en propia portería, consiguió desanimarlos. La alineación del Real Madrid, cargada de suplentes, les llenaba de razones para pensar en que la maldición que arrastran desde hace 14 años iba a llegar a su fin. «3-1 van a quedar», decía otro aficionado después del descanso.

Pero el partido resultaba tan intrascendente que, a través de los videomarcadores, un novio le preguntaba a su chica si quería casarse con él. Había espacio hasta para la crónica rosa porque el fútbol no tenía demasiada presencia. El estadio sólo se removía para cantar al «Cholo» Simeone o cuando el Atlético encadenó dos ocasiones consecutivas. Cuando Gabi encaró a Diego López sin nada más que el balón entre ellos dos, el Vicente Calderón sintió que había llegado la hora. Decepcionados, los aficionados se dieron la vuelta.

Ni siquiera contra nueve suplentes el Atlético era capaz de romper la maldición. De los habituales, sólo Khedira, Diego López y Di María ocupaban un lugar en la alineación. Pepe, que lucía el brazalete de capitán, hace tiempo que ha perdido el sitio en favor de Varane. De ahí, su condición de suplente, bien en el centro de la zaga o de «stopper» en el centro del campo. Fue el argentino el encargado de confirmar que la superioridad del Real Madrid sobre el Atlético va más allá del fútbol. Hay algo en el subconsciente rojiblanco que le hace capaz de competir contra cualquier enemigo que no sea el Real Madrid, pero no contra la otra acera. Ni siquiera Simeone ha podido despejar de la cabeza de sus jugadores esa sensación de que nada tiene que hacer en los derbis. Marcó Di María y el estadio comprendió que hay cosas contra las que no se puede luchar. La afición del Atlético tendrá que seguir esperando. Ayer se volvió a marchar derrotada. Este año, tampoco.