
Fútbol
Renace el «manquepierda»
La derrota le trajo al bético lamento, pero ante todo resistencia, lucha que viene de antaño y ya se enfoca hacia la próxima ocasión

La experiencia es un grado. Lo demuestra la afición del Real Betis. La euforia vivida antes de la final de la Conference League volvió a verse frenada con un resultado que bajó todos los pies a la tierra. Le sobra al beticismo práctica en ese arte que es la resistencia y la espera de un nuevo logro en su historia. Pocas cosas le representan más a quien viste las trece barras que la capacidad de animar ante una derrota. No había pitado el árbitro el final cuando recibíamos un azote de realidad: el Betis es un equipo de procesos, de escribir despacio y con buena letra. Pese a los borrones. Lo que parecía un sueño, ser finalistas europeos, se topó con otro, el de ganarlo. Qué bonito habría sido verlo levantar el título, pero más lo fue observar a una afición que, fuese en Breslavia, en Sevilla o en las redes, sacaba el optimismo de debajo de las piedras para asentarse en un «hasta la próxima».
Es por estos casos que el grito universal es «¡viva el Betis, manquepierda!». Aún con Pellegrini. Una expresión que tomó fuerza con el primer descenso a Segunda del equipo, allá por los 40, y que aún hoy se mantiene con personalidad. El manquepierda no es un consuelo. No busca justificación ni acudir al mal de muchos. No es un pensamiento que lleve al bético a pasar página, y si lo he visto no me acuerdo. El manquepierda es una recarga energética. Un grito de desahogo que no tiene más objetivo que el de mantener la esperanza a raya, el de aprender de los errores y ante todo el de no darse por vencido. También es un grito de lucha, de reivindicación, pues es el beticismo un sentimiento batallero que se demuestra libre a la hora de expresar sus anhelos y frustraciones.
«Hay una leyenda que recorre el mundo entero», dice el himno. Esta semana ha viajado más que nunca. Aquellas 15.000 personas que compusieron la Marcha Verde y que renombraron la localidad polaca como «Betislavia», regresaron, a través de sus imposibles y variados itinerarios, con lágrimas derramadas pero también con una nueva experiencia. Una vivencia que consolida al bético como un ser imparable, optimista y lleno de rabia y orgullo. Ayer los más jóvenes asistieron al colegio con camisetas verdiblancas. La vuelta a la realidad fue con la cabeza bien alta, y con miras al futuro. El propio Isco se expresó consciente de que les deben una victoria de esta talla a la afición. Esta derrota ha abierto camino a un nuevo Betis que ha vivido una extensa transformación respecto al que vivieron nuestros padres y abuelos.
Ser del Betis no es lo único que se hereda: también un sufrimiento que se vive sin vergüenzas. Para ello es fundamental un ejercicio de memoria, que va ligado a la razón familiar de esta afición. «No busco gloria perecedera, sino la de tu nombre», rezaba el tifo desplegado por los béticos antes de que comenzase el choque. No buscamos los béticos, por tanto, presumir, sino vivir, saborear y conquistar nuevas destrezas. Haciendo oídos sordos a guerras contrarias que son innecesarias e impotentes, y seguir animando hasta la próxima oportunidad. Porque quizá en otras cosas no, pero en eso tenemos experiencia.
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