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«Zizou», en el traje de Zidane

La Razón
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Recogió un vestuario que dejó de creer en el entrenador. Los preceptos de Rafa Benítez servían de mofa, befa y en círculos más reducidos incluso de escarnio. La mayoría de los jugadores del Real Madrid no creía en el maestro y dejó de prestarle atención. Uno señalaba al encerado y los otros miraban al suelo o se lanzaban pelotillas. Los entrenamientos tácticos dejaron de ser interesantes, aunque circulara el balón. Los consejos parecían ofensas; las órdenes, caprichos, y las recomendaciones, inaceptables.

El principio del fin de un entrenador de fútbol coincide con el descreimiento de la plantilla y la confrontación con alguna de las figuras. Sucedió así que Benítez llamó a Cristiano Ronaldo a su despacho para exhortarle sobre la mejor manera de tirar una falta. A Cristiano, eso de lanzar golpes francos le gusta más que a un tonto un lápiz. Pero por cada una que acierta yerra una decena. Y Benítez pensó que el remedio no era prohibirle tirarlas, porque entonces sería peor el remedio que la enfermedad, sino afinarle la puntería con cuatro reglas básicas: la colocación del pie, el golpeo, la distancia y la fuerza. Ronaldo alzó una ceja, sonrió, levántose y fuése.

La escena entró hasta la «cocina» y, llegado el momento de amonestar a pesos menos pesados, las advertencias cayeron en saco roto. Jesé estaba más por la música que por la letra, como James, y se dice que confundidos por la noche bajaron tanto el nivel que Benítez dejó de contar, sobre todo, con el canario. Incapaz de ponerle el cascabel al gato, su autoridad menguó como los buenos resultados y el club decidió prescindir de uno en lugar de mandar a una veintena a la calle. Adiós, Rafa.

Hola, Zidane. Los números del Castilla no avalaban a «Zizou», ni su inexistente palmarés de entrenador. Sin embargo, dado que los innegables méritos numéricos de Benítez no le sirvieron de nada, se optó por un giro de 180 grados y apostar por el aura. A Zidane le precedía la fama de fantástico futbolista y del buen colega que empezó a hacer carrera en los banquillos como segundo de Carlo Ancelotti. Llegó con el «Almendro», retocó lo imprescindible sobre el terreno de juego y mucho más en la parcela física, de tal manera que los resultados empezaron a llegar. Y así hasta Milán, final de la Liga de Campeones y la Undécima en el bote cinco meses después de hacerse cargo del equipo.

«Zizou» se metió en un traje que no era el suyo y terminó sentándole como un guante, metiendo por aquí y sacando por allá. Ahora, aunque no ha llegado Pogba, cayó en el olvido el portero del Manchester United y las incorporaciones son de excelentes jugadores de la casa que hacían el rodaje por ahí, el terno ya es a su medida. No va a ser ni menos que Luis Enrique ni menos que Simeone en ese intangible que es confeccionar una plantilla a la medida. ¿Qué medida? ¿Vidal, Turan, Jackson Martínez?

Que ruede el balón para verificar los nuevos fundamentos, que LaLiga es bella, con sus partidos en viernes, sábado, domingo y lunes y los horarios chinos. A todo se acostumbra uno, y así entrarán en una nueva dinámica Osasuna, Alavés y Leganés, los recién ascendidos. A priori, los candidatos al título son los dos de siempre, Barça y Madrid, con el Atlético cada temporada menos «outsider» y más afianzado. Despierta interés el Sevilla de Sampaoli, pese a las dos derrotas con los dos de arriba, como los aires renovados del Villarreal con Escribá en el banquillo. Que esto empiece y luego el balón dirá.