Mar del Norte
Tiger transporta a Escocia los sueños de Florida
Escocia no es Florida, vino a decir Tiger Woods ya con los pies sobre el viejo 'links' de Muirfield, sede del Open Británico que comenzará el jueves y después de que el líder mundial acumule más horas por los pasillos de su mansión que en las canchas de golf, debido a su lesión en el codo.
Tiger sufrió una elongación ligamentosa en un codo en el último Grande, el Abierto de su país. Desde entonces, el mejor golfista del planeta ha cuidado con mimo esa articulación para no faltar al único torneo de Grand Slam que se disputa lejos de los Estados Unidos.
Muirfield está, efectivamente, muy lejos de Florida y, además, exige un golf "distinto", de hierros largos y tumbados, de bolas bajas y de temple y rectitud desde el 'tee'. Quizá por eso la presencia a su lado de Lindsay Vonn, la gran campeona de esquí alpino que prefiere ser así catalogada y no como la novia de Tiger, atenue en parte la lejanía del verdor y el clima benigno de Florida.
Las dudas de la puesta a punto del vigente mejor golfista mundial no es que hagan tambalear los cimientos del torneo de Grand Slam más antiguo. El golf, sin duda, está por encima de esa circunstancia. Pero sí que obliga a una perspectiva ampliada: cualquiera puede ganar este Open.
En el catálogo interminable de golfistas de elite -quizá asistimos a la década con mayor número de candidatos- figuran este año seis españoles para acabar con la soledad del único campeón del 'British' que dio el golf nacional, Seve Ballesteros.
Sergio García, Miguel Ángel Jiménez, Álvaro Quirós, Gonzalo Fernández-Castaño, Eduardo de la Riva y Rafael Cabrera-Bello tienen, cada uno en su proporción, razones para soñar con entrar por derecho en la historia del golf.
Ese mismo coqueteo onírico lo podrán experimentar el trío de latinoamericanos que, curiosamente, jugarán juntos las dos primeras rondas: el colombiano Camilo Villegas y los argentinos Ángel Cabrera y Tano Goya.
Pero lejos de esos sueños legítimos -García lleva 56 Grandes seguidos y 13 Open Británicos- en este campo agrio y muy escocés, ventoso y pegado al Mar del Norte, ni siquiera Woods ha levantado alguna de las tres Jarras de Clarete que trasladó, tras su divorcio, a las vitrinas de su residencia en Florida.
En cambio, al golfista que pretende dar caza en cuanto a número de títulos de Grand Slam, Jack Nicklaus, Muirfield es algo más que un recorrido de golf. Es una historia de amor.
Tanto es así que Nicklaus, el hombre de los 18 'majors' (Tiger suma 14), eligió Muirfield Village para organizar anualmente en Ohio el prestigioso Memorial, en honor a su victoria en 1966 en el Muirfield escocés.
No será fácil, por tanto, calcular una victoria de Tiger que ponga punto y final a una racha de veinte Grandes consecutivos de vacío. El hombre que gobierna nuevamente el golf no suma un título de Grand Slam desde junio de 2008 (Open estadounidense), a pesar de que este año ha ganado en cuatro ocasiones en el PGA Tour estadounidense y comanda el circuito más importante del mundo.
También parece ya una obra de ingeniería apostar por el castellonense García. A sus 33 años afronta la decimocuarta tentativa de un torneo que acarició en 2007 -perdió en el desempate- y cuya sombra es probable que, a veces, se le proyecte en el subconsciente.
Y si apostar por Sergio García, el mejor golfista español del siglo XXI, genera cabilaciones, con mayor razón surgen a la par dudas y esperanzas sobre sus compatriotas en Muirfield: España va camino de los 15 años consecutivos (57 torneos) sin ver a uno de sus golfistas conquistar uno de Grand Slam, desde que José María Olazábal ganara en 1999 su segundo Masters de Augusta.
Phil Mickelson, el estadounidense que juega a zurdas, quinto del mundo y que el domingo pasado ganó el Open de Escocia, tardó 12 años y 39 Grandes (hasta el Masters de 2004) en entrar en la historia del Grand Slam. Lo logró con los mismos años (33) que ahora tiene Sergio García. Muirfield no será Florida, pero los sueños siguen teniendo significados.
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