Golf
Las idas y las vueltas de Tiger Woods
El "Tigre" reaparece en Bahamas después de su calvario en el último Masters de Augusta
En otra vida y en otro periódico, un compañero argentino llamado Claudio rememoraba tras el cierre sus batallitas en un semanario deportivo bonaerense, donde trabajaba antes de que la estanflación y el corralito lo obligasen a buscarse la vida aquende el Atlántico: «Allá teníamos siempre dos tapas (portadas) preparadas. ‘‘Diego se fue’’ y ‘‘Diego vuelve’’. Publicábamos cada una cinco veces por año». Alguien que escribe sobre golf en estos años, puede aplicarse idéntico cuento con el más fabuloso jugador que ha visto el siglo XXI: Eldrick Tont Woods, Tiger en los carteles, anima con sus vaivenes el mundillo de la pelotita blanca desde hace un tiempo. Ahora le toca volver.
La última vez que el universo vio a Woods practicando el deporte del que es una superestrella fue en primavera, en el Masters, cuando confesó que era «un infierno» recorrer los 18 hoyos del Augusta National, donde pasó el corte a duras penas, pero tuvo que renunciar a jugar el fin de semana. Martirizado por su espalda desde mediada la década pasada, con varias cirugías en su haber, el «Tigre» se retiraba esta vez por el dolor que le producían las graves lesiones en las piernas sufridas en un accidente automovilístico en 2021.
Esta semana, en cambio, el quince veces ganador de un Grand Slam va a volver a jugar en el Hero World Challenge, un torneo «invitational» que él mismo cada comienzo de diciembre organiza en Albany (Bahamas), donde desempeñará el doble papel de anfitrión y participante, junto a una veintena de profesionales de primer nivel: Viktor Hovland, Justin Rose, Jordan Spieth, Justin Thomas, Colin Morikawa, Matt Fitzpatrick o el número uno del mundo, Scottie Scheffler, entre otros. También anunció la semana pasada que, por cuarto año consecutivo, concurrirá con su hijo Charlie en el PNC Championship, una exhibición por parejas que requiere menor esfuerzo, ya que se juega sólo a dos vueltas y se permite transitar por el campo en buggie.
Sin embargo, la mejor noticia para los aficionados de los cuatro confines no ha procedido de su programa prenavideño. Lo que de verdad ha causado furor ha sido la expectativa de que Tiger Woods, que cumplirá 48 años la víspera de Nochevieja, el mismo día que LeBron James, se reincorpore con cierta regularidad al circuito PGA. Su entorno habría filtrado un plan consistente en jugar cinco o seis torneos regulares y él mismo declaró, en una entrevista reciente con Associated Press, que no sentía «ningún dolor» en el tobillo derecho operado en abril.
En algunos vídeos posteados a sus redes sociales, se ve al golfista californiano golpear la bola sin dificultad alguna, de modo que todas las especulaciones giran alrededor de una pregunta. ¿Cuál sería su nivel si volviese a andar por el campo como una persona normal? Estos próximos cuatro días en Bahamas, con sus correspondientes 72 paseos del tee al green, traerán gran parte de la respuesta.
Woods ocupa ahora el puesto 1.316 en el ranking mundial de golf, la clasificación más baja desde que saltó al profesionalismo en 1996 recién cumplida la veintena. Sus numerosos fans han abandonado el sueño de verlo convertido en el más laureado de la historia de los «Majors», ya que se antojan inalcanzables los dieciocho títulos de Jack Nicklaus, tres más de los que él acredita hasta la fecha. Sin embargo, y más allá del récord, sería un sueño verlo, aunque sólo fuese una vez más, salir al campo un domingo vestido de rojo, el color de la victoria. Es un caso muy parecido al del tenista Rafa Nadal: su físico le impedirá ya rivalizar numéricamente con Novak Djokovic, vale, pero estamos todos locos por contemplarle un último baile. «Nunca quise dejar de ver jugar a Roger Federer, pero pasó. Como pasará con Nadal que sabe que el ‘‘Padre Tiempo’’ está aquí», asegura Tiger.
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