Ciclismo
Iñigo San Millán, el cerebro de Tadej Pogacar
El alavés Iñigo San Millán es el jefe de rendimiento del equipo UAE y entrenador del esloveno, a la par que dedica sus esfuerzos y ganancias a la búsqueda de la vacuna contra el cáncer
Una semana después de asombrar al mundo en el Tour de Flandes con una exhibición histórica que se recordará siempre ganando el monumento de los monumentos, la clásica de pavé más dura y difícil del calendario ciclista, Tadej Pogacar seguía con su rutina como siempre. Como si nada hubiera pasado. Levantarse, desayunar, vestirse de ciclista y a la carretera. A entrenar para preparar los siguientes objetivos, que iban a ser las clásicas de las Ardenas. La Amstel Gold Race, la Flecha Valona, y la Lieja. Al llegar de rodar a casa también lo de siempre: descargar la ruta del día y mandársela directamente a su entrenador, a Iñigo San Millán, que es alavés, de la preciosa villa de Laguardia pero vive en Denver, la capital de Colorado, en EE.UU. El técnico no podía creer lo que estaba viendo. “Una progresión brutal. No dejaba de mejorar”, cuenta.
“Me cogí inmediatamente un avión y me planté en Mónaco, en su casa. Estaba teniendo unos números espectaculares, muy por encima de lo que acostumbra que ya es excepcional”. San Millán alucinó. “Quería verlo con mis propios ojos, hacerle varios test de esfuerzo porque estaba entrenando a unos niveles…”. Pasó cinco días con el astro ciclista. “Lo que quería, sobre todo era que no se sobre entrenara de cara al Tour. Controlarle y asegurarme de que todo iba bien”. Lo iba. Diez días después ganaba dos de las tres clásicas de las Ardenas: la Amstel y la Flecha. En la tercera, la Lieja, se cayó y todo se truncó. Pogacar se rompió la muñeca y todas las alarmas se encendieron. ¿Llegaría a tiempo para el Tour?
De eso se encargó su organismo privilegiado, y su cerebro, que es Iñigo San Millán. El alavés, jefe de rendimiento del UAE Emirates es también su preparador personal, además de el de Juan Ayuso. Trabaja con los mejores. Y además, parte de sus ganancias en el equipo ciclista las destina a su proyecto de investigación por la búsqueda de la cura contra el cáncer. Su trabajo está lejos de las cámaras, pero es la base de todo. Opera desde el otro lado del charco y viene a Europa especialmente para las concentraciones del equipo. En una de ellas, la previa al Tour en Sestriere pudo comprobar que su chico estaba listo y a punto. Recuperado de la rotura.
“Allí vi en él un cambio importante, habíamos estado en Sierra Nevada primero y en los Alpes franceses después. Poco a poco mejoraba, pero en Sestriere, a mediados de junio noté la progresión de verdad. De ahí salió muy bien, más fino, con sensaciones buenas y muy contento”. De números no habla San Millán. Lo tiene prohibido. “Queremos ser cautos, prefiero no decir nada, aunque los tengo aquí”, señala al bolsillo de su pantalón, donde guarda su teléfono móvil”.
No oculta que, como buen cerebro, no solo mira a su corredor, también estudia al dedillo a su máximo rival. A Jonas Vingegaard: “Por supuesto. Siempre estamos pensando en ver qué números tienen los Jumbo. Por ejemplo, en el Dauphiné teníamos corriendo a Adam Yates -primer maillot amarillo del Tour y ganador en Bilbao-. Como no estuvo muy lejos de Vingegaard podíamos cotejar sus números para coger los de Pogacar y poder comparar, lo hacemos mucho”. El trabajo que no se ve.
Es inevitable, opina San Millán, que “uno hace mejor al otro. El alto nivel del rival te obliga a exigirte, a exigirnos todos para reconquistar la corona y eso les hace más competitivos. Se pican entre ellos rápido. Esta generación de ciclistas es increíble”. Por el talento y la capacidad. Al preparador alavés aún le sigue maravillando el rendimiento de Pogacar. El ciclista capaz de ganar el Tour, la París-Niza, el Tour de Flandes o la Lieja. Todo. “Incluso a mí me sigue sorprendiendo”, confiesa. Y eso que lo conozco mejor que él a sí mismo. Pero lo que más me maravilla es lo bien que responde a los entrenamientos. En cuanto hace un par de bloques buenos de trabajo va muy bien”.
Así, asegura, “es una gozada trabajar con él. Lo normal es tener una progresión positiva pero que cada año sea un poco menor y en su caso, sigue creciendo. No sabemos si lo hará más o en menor cantidad, pero sí sé que tiene aún margen”. Para ser mejor ciclista todavía. “¿Hasta cuándo seguirá creciendo? El tiempo lo dirá”, se responde San Millán.
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