Natación
Astronautas en la piscina
Ona y Gemma, que sufren cuando están mucho rato de pie por pasar tanto tiempo en el agua, en ingravidez, comienzan su pelea por el podio
Ona y Gemma, que sufren cuando están mucho rato de pie por pasar tanto tiempo en el agua, en ingravidez, comienzan su pelea por el podio
«Vamos a sentarnos, que me duele la espalda», dice Gemma Mengual, que lleva un rato de pie hablando. Cerca de allí, Ona Carbonell no para de hacer estiramientos. La pierna arriba, el pie sujetado por detrás... También se sienta. No es cansancio, es dolor. Quien pueda pensar que la natación sincronizada, bailar en el agua, entrar y salir de ella, hacer piruetas al ritmo de la música, es un deporte cómodo y sencillo está muy equivocado. «Cada deporte tiene lo suyo», cuenta Ona. Lo de la sincro es una lista de dificultades añadidas al entrenamiento en sí, a las jornadas de piscina y gimnasio. «Somos muy de agua, entonces la gravedad...», comienza Mengual. «Entrenamos ocho horas al día dentro del agua, entonces nuestro cuerpo está acostumbrado a estar en ingravidez y cuando estamos mucho tiempo bajo la presión de la gravedad, de pie, las articulaciones y todo te duelen un poco. Pero después, por ejemplo, Gemma que lo ha dejado y ha vuelto, el cuerpo se acostumbró, aunque durante el periodo de entrenamiento cuesta más estar fuera del agua que dentro, si estás de pie», añade Ona, que ha calculado el tiempo de su vida que ha pasado en el agua: «Cuatro años, con sus días y sus noches y las vacaciones». Les sucede algo parecido a los astronautas.
El decálogo de dificultades continúa: es uno de los deportes en los que el nivel de acumulación de ácido láctico, lo que produce la fatiga, sensación de mareo e incluso náuseas, está muy por encima de la media. Hay más. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Educación Física de Catalunya analiza los cambios que sufre el corazón durante un ejercicio de sincronizada. Si en las partes de fuera del agua está a 190 pulsaciones, al entrar dentro, al hacer una apnea, con la cabeza por debajo y los pies fuera, pasa a 80 casi de golpe. El cambio es brusco. «También te acostumbras», reconoce Ona.
Los dos mitos se han juntado en Río para defender el honor de la sincronizada española, que no logró la clasificación por equipos, pero sí en dúo.
Gemma fue la pionera de este deporte en España. Es más, cuando Ona era una adolescente ella ya estaba ganando medallas y, aunque se retiró en 2012 consiguieron que volviera. «Lo había dejado convencida, pero la vida te lleva donde a veces no piensas, y supongo que si me ha llevado aquí es porque hay algo que no se había cerrado del todo», reconoce. Regresó para competir en la modalidad mixta, incluida en el último Mundial, junto a Pau Ribes. Era más una diversión, quitarse el gusanillo. Pero Ana Montero, la directora técnica de la sincro española, y Esther Jaumá no encontraban la pareja ideal de Ona, y la tentaron. «Contesté: ‘‘Pero qué dices, si llevo cinco años sin entrenar, me va a dar algo’’. Pero me metió el veneno en el cuerpo, lo consulté con mi marido, con mi representante y pensé: ‘‘No puedo dejar escapar esa oportunidad’’», confiesa Mengual. La gloria olímpica a cambio de la reorganización de su vida, pues es madre de dos hijos a los que iba a recoger al colegio y tantas otras cosas para las que ahora necesita la ayuda de su madre, de niñeras...
«Nos llevamos muy bien fuera del agua y tiramos una de la otra», cuenta Ona. También dentro, claro: «Las dos somos muy emocionales». Y, aunque han tenido poco tiempo para sincronizarse, ni un año, se ven preparadas para pelear por las medallas. «Ha sido poco tiempo, pero lo hemos aprovechado», opina Ona. «Cuando crees que has llegado al tope de lo tuyo, puedes seguir aprendiendo. Lo hacemos una de la otra», continúa. «En 10 u 11 meses se pueden hacer muchas cosas, claro que también necesitas una buena materia prima. Con compenetración y armonía ha sido fácil», completa Mengual. Buscarán el favor de los jueces desde el primer momento, con los bañadores llamativos y con unas coreografías a las que han dado unos retoques: «Para sorprender hay que intentar innovar en movimientos, en ángulos, en rapidez, en cambios de ritmo, en música, en bañadores, en movimiento de las manos... Incluso la sonrisa, la mirada, cuenta todo», desvela Carbonell. Su «pasión flamenca» intentará devolver a España a su lugar.
En el último Mundial se cayó del podio (sólo Ona fue plata en individual, modalidad que no es olímpica) después de muchos años y en la sincronizada es difícil volver a recuperar el prestigio. «Queremos emocionar», concluyen las dos.
la amenaza se llama Tarrés
Las rusas son las grandes favoritas para la victoria en el dúo y para ganarlo todo. Siempre han sido oro y parece complicado que esta vez se les escape. Si la lógica se cumple, una de las grandes rivales de Ona y Gemma será Ucrania, en cuyo cuerpo técnico está Anna Tarrés, su ex entrenadora, que salió de la Federación tras montarse un gran alboroto y que no dudó en hacer leña de la no clasificación de España para Río en equipos. Disparó también contra Ona Carbonell y Gemma Mengual. En el Centro Acuático Maria Lenk, donde se disputa la competición, saltarán chispas.
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