Becas Podium

Diego Domínguez, campeón de Europa sub'23 de piragüismo: "Las piernas me ardían, dolían muchísimo"

El palista madrileño explica lo que siente un cuerpo al luchar contra el ácido láctico en la prueba de C1 1.000, en la que ganó el oro en el Europeo sub 23 y en la que ahora competirá en el Mundial absoluto en busca de una plaza para los Juegos de París

Diego Domínguez, en el podio del Europeo sub 23 de piragüismo: fue oro en C1 1.000
Diego Domínguez, en el podio del Europeo sub 23 de piragüismo: fue oro en C1 1.000Diego Domínguez

Diego Domínguez superó la meta en primer lugar. Era el campeón de Europa sub 23 de C1 1.000, una distancia emblemática en piragüismo que España llevaba sin ganar 19 años. Levantó el brazo para celebrarlo, pero... “Intento levantar la mano, pero, vaya, me desestabilizo y agarro la pala otra vez”, cuenta. Es tal la dureza de la prueba, el esfuerzo, que primero va la vida y después, la gloria. El palista madrileño ganó ese oro a finales de julio, en una prueba en la que admite que todo fue redondo: salir fuerte para aprovechar el ritmo que tenía (unas semanas antes ganó el oro en el Mundial de la categoría de C2 500, que es más rápida) y mantenerse en cabeza hasta que pasara el último 200 y ahí abrir gas con todo.

Y después fue plata en C2 1.000 junto con Manuel Fontán. Lo de “después” es casi literal. “Pasó una hora y media desde que remé la final del C1, por lo que no tuve mucho tiempo para recuperarme. Estaba el podium, lo de pesar el barco y que me llamaron a doping; y me costó, por lo que tenía un chaval allí conmigo todo el rato detrás. La hora y media se redujo a una hora. La estrategia era la misma, pero a mí al final me faltó un poco de gas, aunque en los últimos 200 recortamos muchísimo a los primeros y nos quedamos a ocho décimas de ganar. Aún así fue brutal quedar segundos porque había bastante nivel”, describe.

Eso fue a finales de julio y ahora va a disputar el Mundial absoluto (23 a 27 de agosto en Duisburgo), que además da plazas para los Juegos Olímpicos de París, el gran sueño. Competirá en el C1. “Unos Juegos siempre son un sueño y hasta que no los tengas certificados nunca puedes vender la piel del oso. Cada vez se ven un poquito más cerca, estos resultados ayudan. El nivel es tal en España que puede ir cualquier barco y lo va a hacer bien. Si yo ahora consigo una plaza en el C1, que está muy difícil porque sólo van cinco, es para el país”, cuenta. Por tanto, el año que viene tendría que seguir peleando para demostrar que es el más fuerte y ocupar esa plaza.

El reto para el Mundial es no perder la forma que tuvo en el sub 23, porque mantenerse en el pico durante un mes es imposible, y para eso hace una preparación llamada ATR: “Almacenamiento, Transformación y Realización. Son tres semanas. La primera es la de Almacenamiento, a bajar el ritmo, hacer entrenamientos más largos y buscar otra vez coger un poco de capacidad aeróbica; luego Transformación, empezamos ya a tocar ritmo de competición y bajar ese volumen, cambiándolo un poco por intensidad; y la Realización, todo intensidad y poco volumen para intentar poner el cuerpo a tono y que la máquina vaya bien preparada”, explica.

"El ácido láctico es lo más jodido para nosotros"

DIEGO DOMÍNGUEZ

Pero volvamos un poco atrás: ¿por qué ese agotamiento al cruzar la meta? La clave es el ácido láctico, la pesadilla que hace que las carreras sean contra los rivales y también contra uno mismo. “Es una sustancia que genera el cuerpo cuando empieza a faltar oxígeno y es lo más jodido para nosotros. En el 1.000 tienes que encontrar un ritmo medio un poco más económico que en el 500, porque si no revientas y no tienes nada que hacer. Yo mentalmente me lo estructuro así: sé que el 200 lo voy a pasar con fuerza, luego en el 400 me empieza a venir ese primer choque de ácido láctico, y ahí es más un juego mental que físico, porque al final físico tienes el ácido láctico y contra eso no puedes luchar, así que lo que puedes luchar es mentalmente y decir: “Aguanta, aguanta”, porque es verdad que si pasas ese primer golpe de ácido láctico, el cuerpo se normaliza un poco pasando el 500 y luego ya no te notas tan, tan mal; y después vas sufriendo poco a poco gradualmente, hasta que llegas a los últimos metros y tienes que abrir gas y dar todo y acabas exhausto, exhausto. Recuerdo en el Europeo que en los últimos metros me ardían las piernas totalmente y no podía casi ni moverlas. Y al acabar me dolían muchísimo”, rememora.

Hay que retroceder un poco más atrás para comprobar el esfuerzo necesario para pelear por conseguir este éxito. Hay que ir al día a día de Diego y a las nueve sesiones de agua a la semana, doblando tres días, más el gimnasio, core, carrera... Y compaginándolo con los estudios de Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Vigo, porque la comunicación le “atrae desde siempre”. Allí se encuentra con profesores que entienden que es un deportistas de élite y le dan facilidades y otros a los que el deporte les da igual, por lo que tiene que buscar el equilibrio para ir a las clases.

De Madrid a Pontevedra

Y si rebobinamos un poco más: ¿por qué piragüismo? “Estaba paseando con mi familia en Madrid en el lago de la Casa de Campo y mi padre se encontró a un ex compañero del colegio que estaba haciendo piragüismo, y hacía mucho tiempo que no se veían, empezaron a charlar y le dijo que por qué no nos metía”, afirma. Primero probó el padre, después los hijos y Diego admite que al principio no le motivaba tanto como el fútbol y fue su padre el que insistió en que siguiera porque incluso quería dejarlo. “Yo siempre he sido muy competitivo y el fútbol daba más esa competitividad jugando todos los fines de semana, aunque sea a nivel muy bajo. Pero en piragüismo a los seis años tampoco tienes muchas competiciones y es un poco aburrido para un niño pequeño”, opina.

Le terminó enganchando, claro, y para seguir mejorando el camino era abandonar Madrid y su casa y cambiar de vida para ir al centro de tecnificación en Pontevedra, donde lleva cuatro años fijo y estuvo otro más, en cadete. “Aparte de las instalaciones del centro, gimnasio, pista de atletismo y eso, tenemos un río bastante grande [el Lérez] que nos permite hacer muchos kilómetros, en invierno sobre todo, que es la fase de almacenamiento de trabajo; y luego a 15 minutos en coche tenemos un embalse preparado con una pista que yo creo que es la mejor de España y ahí ya preparamos el ritmo de competición. El sitio es perfecto y el entrenador, Daniel Costa, Melo, es muy bueno. Llega un momento que tienes que cambiar si quieres seguir evolucionando”, se sincera.

Becas Podium, una familia

En medio de toda esta aventura, Diego Domínguez entró a formar parte de Becas Podium, el programa que impulsó Telefónica, junto con el COE, en 2014 para que no se perdiera el talento joven. “Fue una alegría tremenda y mucho orgullo, porque es difícil entrar. Aporta mucha tranquilidad económicamente. Muchas veces los deportistas de deportes minoritarios tenemos este problema de no tener recursos, pero además del tema del dinero cada vez que he tenido un problema o que he querido generar contenido con ellos, me han ayudado al 110 por ciento. Y se genera como una familia entre todos los deportistas”, admite, y lo dice con el acento gallego que ya se le ha pegado.