Río 2016
El macho brasileiro
Un mes antes del comienzo de los Juegos, la Organización filtró que, por aquello del zika, mosquito del que nunca más se supo, iba a suministrar 450.000 preservativos entre los 10.000 deportistas acreditados. Es decir, 45 «camisinhas» per cápita. Debido a los ajustes, se ignora si el enorme abastecimiento ha sido distribuido a rajatabla. Entre tanta hormona y feromona desatadas, seguro que el uso se ha producido, aunque no haya noticias de abuso. En ocasiones, las fantasías son suficientes para paliar el hambre; aunque siempre es preferible comerse una ración de jamón en la Casa de España que visualizarla.
Pero hay quien no se conforma con fantasear y prefiere la acción al pensamiento. Va en gustos, o en posibilidades. Exactamente lo que hizo la saltadora brasileña Ingrid Oliveira. En la Villa echó el ojo al piragüista Pedro Gonçalves y no dudó en utilizar las herramientas que el OCOG había distribuido entre tanta juventud. La víspera de la final de saltos dobles citó en su habitación al efebo y pidió a su compañera Giovanna Pedroso que le permitiera gozar también de intimidad.
Giovanna pasó la noche en el sofá, Ingrid en los brazos del compatriota y el resultado para la prueba de saltos fue catastrófico: últimas. Giovanna denunció lo ocurrido, su pesadilla y el desfogue de Ingrid y a ésta le abrieron un expediente; en redes sociales y medios la cortaron un traje en canal. En Brasil, sospecho, son pero que muy machistas y se cebaron con la saltadora sin hacer mención alguna del remero, sin cuya colaboración no habría existido ni sofá ni festival.
Existió la posibilidad de expulsar a Ingrid de la delegación brasileña, pero no ocurrió, entre otras razones, porque el miércoles competía en el concurso individual de saltos desde el trampolín de 10 metros. Oliveira quería desquitarse, limpiar su imagen y reivindicar el derecho de la mujer a tomar sus propias decisiones o, al menos, recibir idéntico trato que el hombre.
Se ampliaba así el frente reivindicativo de las deportistas brasileñas en los Juegos. Días antes, la yudoca Rafaela Silva ganó el oro y se acordó de los más desfavorecidos, de los pobres de solemnidad, de quienes la vieron nacer en Ciudad de Dios. Ingrid no alcanzó la presea dorada, ni la de plata o bronce, pero desde la mitad de la tabla, posiblemente el lugar que le corresponde en el escalafón, recordó que la verdadera diferencia entre los deportistas la imponen los resultados. El oro de Rafaela en yudo no es diferente del de Thiago Braz en pértiga. Y menos monsergas con los calificativos. «Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces la mujer es inmensamente superior». Tampoco Ghandi se andaba por las ramas.
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