Atletismo

La venganza se sirve en Río

La keniana Faith Kipyegon, campeona olímpica de los 1.500 por delante de Dibaba

La venganza se sirve en Río
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Genzebe Dibaba, un metro y 68 centímetros, 25 años, es el centro de atención de casi la mitad del estadio «Engenhao»; la otra mitad está vacía. Apena ver tanto «cemento» en un acontecimiento deportivo como éste, y más en las finales. Hay casi más periodistas en la tribuna de prensa que espectadores en la grada. Ni siquiera la grandeza de algunos atletas de suprema consideración es atractivo suficiente para el gran público. La final de los 1.500 femeninos, además de espectáculo, añadía morbo. La condición física de la plusmarquista mundial era una incógnita y la criba que la ley hizo entre las diez primeras en Londres 2012 no hacía sino abonar la teoría de que en esa distancia olía a podrido. Seis de las 12 finalistas de hace cuatro años han sido sancionadas por dopaje; y de entre las diez primeras, cinco: la campeona, Çakir (turca) está suspendida; la segunda, Bulut, también otomana, es sospechosa de hacer trampas; la cuarta, la rusa Tomashova, que hubiese sido tercera, ha sido víctima de la trama dopante de su país; la séptima, Kareiva, bielorrusa, también dio positivo, como la rusa Kostetskeya.

La participación a Río llegó muy purificada, pero Dibaba no podía abstraerse de las sospechas. Su récord en los pasados Mundiales de Pekín 2015, 3.50.07, alertó a la IAAF. Ha estado muy vigilada; pero ha salido airosa de todos los análisis a los que ha sido sometida. Sin embargo, un suceso ocurrido en Sabadell el pasado mes de junio situó a la plusmarquista en el ojo del huracán. Los Mossos D’Escuadra entraron en el hotel donde estaba concentrada junto a otros deportistas, y su entrenador, Jama Aden, fue arrestado. En el registro efectuado encontraron EPO y otras sustancias dopantes. Aden parece ser que demostró su inocencia y cargó el mochuelo a un fisioterapeuta, que al final ha resultado ser el único acusado. Veintiocho deportistas, Dibaba entre ellos, fueron sometidos a control antidopaje y no se detectaron positivos. Al entrenador le concedieron licencia para viajar a los Juegos, pero por precaución prefirió no acercarse a Río.

La temporada de Genzebe no resultó lo que ella deseaba porque sufrió varias lesiones y el escándalo debió de marcarla. Días después del registro en el hotel corrió en Barcelona una prueba de 5.000 que no terminó. Hasta la noche del martes 16 de agosto, su estado era una incógnita, que Kipyegon, en cierto modo, despejó. En una carrera muy táctica, la keniana se tomó la revancha del Mundial de Pekín, donde fue batida por la que fue elegida en 2015 Atleta del Año por la IAAF, con ese registro excepcional, 3.50.07, muy por debajo de los 4.08.92 que sirvieron a Kipyegon para proclamarse campeona olímpica de 1.500. Dibaba obtuvo la plata con un tiempo de 4.10,27, veinte segundos por encima de su estratosférica plusmarca. Tercera fue Jennifer Simpson (Estados Unidos), con 4.10.53. Y así, con registros tan alejados de la velocidad de Pekín, se sirvió la venganza de Kipyegon en Río.