Opinión
María Pérez o cuando la mujer de Orce sí que es una realidad
La ausencia de marchadores rusos aumenta las opciones de la marcha española en los Mundiales de Budapest
El matrimonio de paleontólogos compuesto por Henry y Marie Antoinette de Lumley sembró las dudas entre la comunidad científica, que aún hoy persisten, sobre si el fósil óseo hallado por el profesor Josep Gibert en el yacimiento de Venta Micena, una pedanía de Orce (Granada), es un resto humano. Antes, los chicos de Siniestro Total se hicieron la pregunta en su canción más existencialista: «¿Es fiable el carbono catorce? ¿Es nuestro antepasado el Hombre de Orce?» De serlo, habría vivido un millón de años antes que el heidelbergensis de Atapuerca, considerado un ancestro remoto del Neanderthal. Nada menos. Pero, de no serlo, la cosa mejoraría: el doctor Bienvenido Martínez-Navarro afirmó en 2012 que ese fragmento craneal que se trataba de un équido.
Al año siguiente, la prestigiosa revista «Journal of Human Evolution» sorprendió con la hipótesis de que un diente hallado un decenio antes en el cercano Barranco León fuese el resto humano más antiguo de Europa y ahí sigue la controversia porque ríanse ustedes del bizantinismo y de los debates absurdos sobre los sentimientos de Mbappé cuando unos arqueólogos se ponen a polemizar… En lo que nos ocupa, sin embargo, interesa más adentrarse en la vía caballar porque la velocidad a la que se desplaza la que es hoy la vecina más famosa de Orce, María Pérez, es más propia de un purasangre que de una atleta.
El pasado 21 de mayo en Podebrady (República Checa), la granadina fijó en 2h37:15 el récord del mundo de 35 kilómetros marcha. Busquen, busquen en Wikipedia cuántos plusmarquistas universales ha tenido el atletismo español en pruebas del programa oficial de los campeonatos internacionales. Es cierto que se trata de una distancia nueva que, en el colmo del maltrato que sufre la marcha en los últimos tiempos, no figura en el programa olímpico. No brilla lo mismo una record-woman de la caminata larga que de los 100 metros lisos, no nos volvamos locos. ¡Pero un respeto! Mientras que el aficionado español –maleducado por los medios de comunicación– persista en asimilar el estado de salud del deporte con el número de medallas, deberá seguir rindiendo pleitesía a los marchadores.
Empezando por los 20 kilómetros masculinos de hoy, en los que Álvaro Martín buscará refrendar a escala planetaria sus dos títulos europeos, y siguiendo por las otras tres pruebas del sector –se anuncia un duelo explosivo entre la peruana Kimberly García y María Pérez en las dos carreras femeninas–, todos los representantes españoles tienen opciones de subir al podio: Diego García, Miguel Ángel López, Marc Tur, Alberto Amezcua, Raquel González, Antía Chamosa, Cristina Montesinos… y ya verán la que va a liar a no mucho tardar Sofía Santacreu, una niña que acaba de ganar el título continental sub'20 de los 10.000 metros en pista frente a competidoras que le sacan tres años. Una armada poderosa que ya prepara nuevos reemplazos.
Enviada al baúl de la historia la épica caminata de 50 kilómetros, que inauguró el medallero nacional en Mundiales (Josep Marín, plata en Helsinki 1983) y olímpicos (Jordi Llopart, plata en Moscú 1980), la marcha española sigue en la vanguardia y se beneficia, además, en este ciclo trienal –la pandemia retrasó hasta 2021 los Juegos de Tokio– de la exclusión de los atletas rusos, otra de las grandes potencias del sector. A la salud de estos tiempos urgentes de deportes novísimos y ultrarrápidos, la marcha mantiene toda su vigencia.
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