Valencia
Jorge Martín, los bocatas del campeón
El madrileño se coronó en Moto3 menos de un año después de su primera victoria en el Mundial. El niño que merendaba en los circuitos ya es el mejor
El madrileño se coronó en Moto3 menos de un año después de su primera victoria en el Mundial. El niño que merendaba en los circuitos ya es el mejor.
De lo primero que se acordó Jorge Martín al convertirse en campeón de Moto3 fue de su familia. De Ángel y Susana, sus padres, que estaban allí, en Sepang, como han estado siempre desde que su hijo empezó a ir en moto. Quería alcanzar un sueño siempre difícil, pero un poco más si no sobra el dinero en casa y se vive en Madrid, un lugar sin la tradición motera de Cataluña ni circuitos cercanos en los que se pueda practicar. Por eso, después de ganar en Malasia y llorar al cruzar la línea de meta, el primer pensamiento fue ese, el del largo camino para alcanzar la élite. «Es por lo que he trabajado toda la vida. Recuerdo los bocadillos que me comía en los circuitos entre entrenamiento y entrenamiento», reflexionaba entre la nostalgia y el alivio.
A los 20 años puede mirar hacia atrás desde lo más alto en el cierre de una temporada complicada, con dos lesiones que pudieron convertir en escombros todo el sacrificio. Se rompió la muñeca izquierda en Brno y, en Tailandia, una complicación en el proceso de rehabilitación obligó a su padre a idear una especie de guante biónico para poder mantener la mano abierta sobre la maneta. Mucho dolor y presión, aunque recalca que la verdadera la sintió siendo todavía más pequeño, cuando a sus padres les faltaba el trabajo y había que pagar para poder seguir corriendo. Como les ha sucedido a muchos otros pilotos estuvo cerca el típico ultimátum: si no llegan los resultados, habrá que dejarlo.
Él llegó al Mundial como campeón de la Rookies Cup y se ha coronado en Moto3 menos de un año después de ganar su primera carrera. Fue en Valencia en 2017, el 12 de noviembre, en la última cita de un curso en el que hizo todo bien menos ser un «killer» ante la bandera de cuadros. Ahí arrancó su dictadura de los sábados, con nueve «poles», y ocho podios sumaba (dos segundos y seis terceros) mientras se le resistía el escalón más alto del cajón. En Cheste encontró finalmente el camino y allí va a llegar dentro de dos semanas coronado ya en la categoría pequeña y con un contrato con KTM para Moto2 en 2019. En 2018 ha subido su cosecha de «poles» hasta las once y ha ganado siete veces, con momentos de mucha superioridad. Quién se lo iba a decir al niño que devoraba bocatas mientras le preparaban la moto. «Son muchos los astros que se tienen que alinear, pero el esfuerzo compensa con creces».
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