Historias del 8-M

Mujer y deporte: ¿Sabes por qué Franco prohibió el atletismo femenino durante 20 años?

La "ley Trans" vuelve a ser uno de los debates más polémicos del 8-M. Sin embargo, el Régimen ya usó un "cambio de sexo" para vetar una disciplina que “masculinizaba a las mujeres y las alejaba de la maternidad”

Franco prohibió el atletismo femenino porque masculinizaba a las mujeres
Franco prohibió el atletismo femenino porque masculinizaba a las mujeresArchivo/Twitter

El pasado mes de diciembre, Podemos lograba a probar en el Congreso una de sus leyes más icónicas en la carpeta de Igualdad: la ley trans. El texto incluye medidas en el ámbito deportivo y establece que en las prácticas, eventos y competiciones deportivas se considerará a las personas que participen atendiendo a su sexo registral, sin que puedan realizarse en ningún caso pruebas de verificación del sexo.

El capítulo V de la norma dedicado a la protección en el ámbito del deporte fue desde el comienzo de la elaboración de esta ley uno de los puntos más polémicos. Desde el Feminismo se ha opuesto desde el principio a artículos como el que establece que “quedan prohibidos los controles de identidad sexual y/o de género en el ámbito deportivo” por considerar que afectaría a los logros obtenidos por las mujeres en dichas competiciones. En definitiva, la ley de Irene Montero establece que los deportistas se regirán bajo su propia identidad y no bajo reglas biológicas, lo que según las feministas supone una gran desventaja para las mujeres que no disponen de las mismas condiciones físicas que una atleta que se identifique como mujer, pero su “sexo biológico” sea el masculino. Pero es que, además de ser una ley que discrimine a las mujeres -según estos colectivos- no tiene ninguna validez frente a las normas que rigen el deporte internacional.

Sin embargo, este debate entre identidad sexual y deporte - que mantiene en pie de guerra a una gran parte del feminismo- no es nuevo y España ya tuvo su propio “caso Semenya” a principio de los 40.

El caso de María Torremadé, gran figura del deporte femenino en la España de posguerra, llevó a Pilar Primo de Rivera, Delegada Nacional de la Sección Femenina del franquismo, a prohibir la práctica del atletismo para las mujeres durante más de 20 años.

Un atleta revolucionario

Jordi Torremadé Martínez (Barcelona, 9 de enero de 1923 - 2 de noviembre de 1990) fue un atleta que cambió de sexo en 1941 y batió récords de España de atletismo femenino donde no tenía rival en la época. Revolucionó el atletismo español por sus inéditas marcas.

Nacido con el nombre de María, en el barrio del Guinardó, nadie advirtió que tenía un Síndrome de Morris, una condición intersexual, y por eso fue criado como una niña y vivió como mujer hasta los 19 años de edad, momento en el que cambió de género.

María se aficionó pronto a los deportes, practicó con provecho el baloncesto, el hockey sobre hierba y el atletismo. En todos destacó, especialmente en este último. Entre 1940 y 1942 sus marcas fueron espectaculares: en 60 metros hizo 7,710, que era el mejor registro europeo. En esa misma distancia se quedó a cuatro décimas del récord mundial. Fue campeona de España de 100 metros, 200, 800, salto de altura y salto de longitud. Un prodigio. Y todo antes de cumplir los veinte años. Sus éxitos eran tales que llegó a ser recibida por Lluís Companys.

También competía, y solía ganar, en pruebas de fondo, en lanzamientos... Era una máquina total pero con un problema: Era un hombre en un cuerpo de mujer.

Síndrome de Morris

En 1942, a los 19 años María modificó su nombre al Registro Civil por el de Jordi después de una intervención de adecuación genital. Su carrera en el atletismo se truncó y sus marcas desaparecieron de los registros oficiales.

En una entrevista publicada por “Mundo Deportivo” en 1982 afirmaba: “El mío fue un caso clínico con un diagnóstico inicial equivocado. De ahí que, al nacer, se decretase por error mi condición de niña cuando, con una simple corrección de la anomalía congénita, se habría comprobado mi condición de varón”.

Tal anomalía responde al nombre de Síndrome de Morris, también conocido como síndrome de insensibilidad a los andrógenos o feminización testicular, entre otros. Se presenta cuando una persona con cuerpo de mujer posee una genética masculina, es decir, tanto cromosoma X como cromosoma Y, pero tiene unas anomalías que hace que sea incapaz de responder a las hormonas que producen una apariencia masculina (los andrógenos). Como resultado, tiene apariencia física de mujer, pero los caracteres genéticos de un hombre.

Pero la cosa no quedó ahí y su caso tuvo unas consecuencias drásticas para el deporte femenino español. El 13 de febrero de 1942 el diario madrileño Informaciones sacó a la luz su cambio de sexo. “María Torremadé, conocida atleta catalana, va a cambiar de condiciones en el Registro Civil, con lo que será desposeída de las marcas y títulos conquistados en distintas pruebas atléticas. La plusmarquista es en realidad un hombre que ha estado compitiendo travestido”, se podía leer en la información. Inmediatamente, sus marcas fueron invalidadas aunque nunca se lo comunicaron oficialmente.

Debido al escándalo que provocó este “cambio de sexo”, Pilar Primo de Rivera, al mando de la Sección Femenina, excluyó de los deportes propios de la mujer el atletismo por considerarse masculinizante y poco femenino, como pasaba con muchas otras disciplinas deportivas. Se alegaba que este tipo de prácticas deportivas masculinizaba a las mujeres alejándolas de su función natural que era la maternidad.

Pilar Primo de Rivera al frente de la Sección Femenina
Pilar Primo de Rivera al frente de la Sección FemeninaArchivolarazon

Una circular publicada en 1943 era bastante clara, la mujer española “solo practicaría los deportes que no perjudicaran su función específica: la maternidad”. Tras 20 años vetado, en 1963 debido a las protestas se volvió a permitir el atletismo femenino.

Jordi Torremadé, que tras el cambio de sexo siguió practicando el atletismo y fue campeón de Catalunya en 4x100 m., se casó el 5 agosto de 1952 con Catalina Pons, a pesar de la oposición de su padre que lo desheredó. Después residió en París y en Barcelona, donde falleció el 3 de noviembre de 1990 a causa de un paro cardíaco.