Atletismo
El oro clandestino e histórico de Álvaro Martín en 20 kilómetros marcha
El marchador extremeño suma el octavo título mundial para el atletismo español mientras Televisión Española emite un relevo
Álvaro Martín ganó ayer en Budapest, en la prueba inaugural del XIX Campeonato Mundial de atletismo, 40 años desde la edición inaugural en Helsinki, la octava medalla de oro para España. La segunda en el siglo XXI, desde que Miguel Ángel López triunfase en Pekín 2015 en la misma prueba de los 20 kilómetros marcha. Un gran momento para el deporte nacional, ¿no? Pues no: Televisión Española prefiere usar el dinero de usted, sufrido contribuyente, en sus cosillas en vez de pagar el tramo de derechos de emisión que le permitan emitir una señal personalizada, elegir si muestran en pantalla la pista, el círculo, el pasillo o la plaza aquincense (la monumental Hösok Tere) en la que el marchador extremeño volaba hacia el Olimpo.
Los privilegiados televidentes de la privada Eurosport sí pudieron ver en directo a Martín, bandera rojigualda en mano, romper la cinta en la meta, seguido del sueco Paerseus Karlstrom y del brasileño Caio Bonfim, que conformaron podio de alto copete. La famélica legión que vive condenada a ver la tele pública presenciaba, mientras, la semifinal del relevo 4x400 mixto. Ni un reproche al realizador de la señal internacional: en atletismo, siempre se prima la acción en el anillo, sobre todo si la prueba urbana está prácticamente decidida: se pincha en diferido la entrada en meta de los ocho primeros y en paz. Lo peor, así, no es el criterio de TVE de pagar la tarifa barata. Es su criterio, todo lo discutible que se quiera, pero su criterio. Lo realmente indignante fue la deshonestidad de los comentaristas impostando indignación –con un chovinismo casposo rayano en la xenofobia– y sin explicar a los telespectadores las razones del fiasco. La «posverdad» es exactamente esto.
La prueba fue una trituradora de tópicos. Un violento temporal, con generoso aparato eléctrico, retrasó dos horas el comienzo de la prueba inaugural de los Mundiales de Budapest, que finalmente tomó la salida al filo de las once de la mañana sobre un circuito urbano empapado. Un contratiempo a priori perturbador para la maquinaria de precisión que es el cuerpo del atleta... pero resultó que no. Fueron los 20 kilómetros marcha más veloces de la historia, con los diez primeros rompiendo la barrera de la hora 19 minutos, todos con marca personal y la mitad, con el récord nacional de su país. Álvaro Martín, con 1h17:32, rebajó en más de un minuto su crono de referencia y se quedó a diez segundos de la plusmarca nacional de Paquillo Fernández, que data de 2002. Una pena que no borrase de las tablas al granadino, que marchaba con gasolina súper en esa oscura época de Odriozola, tolerancia e inopia.
El japonés Koki Ikeda, subcampeón olímpico y mundial, aceleró en la segunda vuelta. Al paso por el quinto kilómetro, el nipón clavaba parciales de 3:49 en su cabalgada solitaria. En el ecuador de la prueba, tocaba el oro con un monumental 38:37 mientras que parecía que se resignaba a pelear por las otras medallas un pelotón de una docena de hombres. Álvaro Martín, muy visible en la cabeza del grupo desde el principio, estaba agazapado junto al sueco Paerseus Karlstrom, bronce mundialista el año pasado y reputado por su habilidad para acelerar en el embalaje final.
Ikeda empezó a flaquear en el kilómetro trece y se despatarró (4:20) al llegarse al decimoquinto, cuando pasó a la par que un pelotón en el que Martín cambiaba de ritmo. Bonfim trató de seguir, en vano, a la locomotora de Llerena y Karlstrom, el más cualificado para disputarle el título, dudaba en acelerar durante un par de minutos que fueron fatales para él. Y benditos para el español, que gestionó su ventaja para no pasar apuros en los metros postreros.
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