Fútbol
Otra exhibición de España para llegar a la final
Hay paradas que cambian partidos. Como la que hizo Sivera a un remate de Mateta cuando parecía que el delantero francés sólo tenía que empujar la pelota para marcar. Los franceses ya ganaban por 0-1 y España se desesperaba al chocarse contra el poderío físico de los galos una y otra vez. Otro gol del rival podía haber derrumbado los ánimos del equipo español. Pero apareció el portero de la Roja para tapar y en el contraataque a punto estuvo España de empatar.
Ahí debieron de comprender los jugadores españoles que se podía, que los franceses podían ser más fuertes y más rápidos, pero la pelota prefería los pies de la Roja. Pero Francia, además, tiene portero, Bernardoni, otro muro aparentemente insuperable durante muchos minutos. Salió de no se sabe dónde para despejar un disparo de Fornals y España volvía a pensar que no había nada que hacer.
Bernardoni volvió a aparecer para detener un remate de Marc Roca a la salida de un córner,pero el centrocampista del Espanyol recogió el rechace y golpeó la pelota con toda la rabia contenida para marcar el empate a uno.Con ese gol, España derribó dos barreras, la física que significaba el guardameta francés y la moral que le impedía soltarse del todo. Junior abrió un agujero en la defensa francesa por el costado izquierdo del ataque español y España comenzó a llegar con facilidad. El lateral del Betis había mostrado sus carencias en defensa al hacer el penalti que marcó Mateta para poner por delante a Francia en los primeros minutos. En ataque su físico le servía para llegar siempre en ventaja a los pases que le ponían Fornals o Fabián a la espalda de la defensa. Pero siempre elegía mal.
El costado izquierdo no era la vía por la que España debía buscar y encontró la ventaja por el centro, en un pase interior que buscaba el apoyo de Oyarzabal, pero Konate le hizo una más que dudosa entrada por detrás que llevó al árbitro búlgaro a señalar los once metros. Oyarzabal marcó y permitió que España ya se marchara al descanso con ventaja.
España había demostrado su fortaleza mental, la misma que le había servido para remontar un mal comienzo en el torneo contra Italia para acabar exhibiéndose en el último partido de la primera fase contra Polonia. Y contra Francia, con la mente liberada tras el gol de Oyarzabal, volvió a demostrar su facilidad para jugar.
No brillaba Ceballos, uno de los líderes de la selección, pero estaba Fabián. El centrocampista del Nápoles demuestra su clase en cada detalle. En el centro del campo y en el área con la misma facilidad. Dani Olmo tiene que agradecer a su visión de juego el tercer gol de España. Robó Fabián una pelota en el centro del campo –porque también trabaja y no deja que sea Marc Roca el que cargue con todo el peso en esa zona– y Fornals se la devolvió en el borde del área. Pero Fabián, en lugar de obcecarse en el disparo, vio cómo llegaba Dani Olmo por detrás y le regaló una pelota que sólo tenía que empujar para marcar el tercero.
La Roja no sólo había conseguido sobreponerse a un mal comienzo, también logró anular a Francia, que en los primeros minutos encontraba con facilidad la salida por los pies de Guendouzi. El centrocampista del Arsenal desapareció y Francia no consiguió reactivarse con la entrada de Dembélé y Thuram –el hijo del mítico defensa del Barcelona y campeón del mundo con Francia–.
Oyarzabal se marchó agotado y bastante golpeado por los defensas franceses. Le había costado llegar a la semifinal después de lesionarse contra Polonia y De la Fuente dio la oportunidad a Mayoral en la última media hora. Como sucedió ante Polonia marcaron el titular y el suplente, aunque a Mayoral le costó más. Falló en un mano a mano contra Bernardoni, pero encontró consuelo poco después. Aprovechó un gran pase de Fornals con el exterior que atravesó el área francesa para marcar el cuarto. España continúa divirtiéndose y ya busca su quinto título sub’21.
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