Deportes
Para un 71,3%, el deporte español no está limpio
Los jóvenes tienen la visión más pesimista sobre el impacto del dopaje, y la mayoría cree que no se persigue eficazmente
Los jóvenes tienen la visión más pesimista sobre el impacto del dopaje, y la mayoría cree que no se persigue eficazmente.
Una inyección, el compuesto va directo a la sangre, y, en cuestión de horas un resultado clasificatorio en una posición de tres cifras se reduce a un único dígito. ¿Magia? No, pura trampa. Más allá de práctica amoral, el dopaje deportivo constituye la más burda humillación de valores tan cruciales en el progreso humano como el esfuerzo o el sacrificio. Es, en definitiva, el envilecimiento de la nobleza que encierra la actividad física.
Aún así, y siendo infinitos los calificativos de desprecio, sigue habiendo quien recurre a esos «atajos» para alzarse con una gloria, de esta forma, ficticia. Luego no debe extrañarnos que cada vez que un escándalo de dopaje salga a la luz, la gente se sienta engañada. Con razón. La confianza en la grandeza de los prodigios del cuerpo se dinamita, y la tácita relación de aprecio entre el entusiasta seguidor y su idolatrado referente se quiebra en mil pedazos por la traición. Y parece que los españoles nos sentimos vilipendiados, lo que nos lleva a sobredimensionar nuestras conclusiones. Según la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, más de 7 de cada 10 personas consideran que el deporte español a gran escala está sucio. El porcentaje aumenta entre los jóvenes –un 82,8%– y cae ligeramente en los mayores de 55 años –un 65,3%–.
Además, el 52,1% de los interpelados cree que en nuestro país esas acciones no se persiguen de forma eficaz. Sí que existe una opinión mayoritaria en la idea de que a los tramposos se les prohíba volver a competir de por vida –el 69,6% del total lo defiende–. Triste panorama para todos aquellos profesionnales que sí dedican cuerpo y alma, día tras día, a consagrar sus vidas a una pasión. No generalicemos, ellos, limpios, sí son el verdadero deporte español.