Papel
Lágrimas de campeona
Y finalmente lloró. Durante todo el torneo había mostrado unos nervios de acero nada habituales para una joven de 21 años que ya ha entrado en la historia del tenis español. Pero cuando 15.000 personas de las gradas de la «Central Court» y la propia Serena se pusieron de pie para ovacionarla, Garbiñe Muguruza no pudo contener las lágrimas. No era para menos. La Catedral siempre ha supuesto una plaza especial para los tenistas. «Es muy difícil explicar con palabras. Nunca había sentido algo así en mi vida. El hecho de transmitir a la gente mi ilusión... ha sido muy fuerte... el público ha sido fantástico... he sentido que estaba conmigo y por eso no podía parar de llorar... que te hagan una ovación así en una final de “Grand Slam”... es muy fuerte».
Cuando la protagonista lo explicaba a la Prensa, después del partido, se notaba que aún estaba en ese exilio mental. Un retiro que le ha mantenido alejada de toda la locura que ha generado en España su paso por Wimbledon, un torneo al que llegó pensando que sería capaz «de hacer grandes cosas». «Tienes que creértelo. Es la actitud que tienes que tener. Nunca miraba el cuadro. Iba día a día y por eso llegué a la final». La paciencia con la que trató a los reporteros fue estoica. Todo el mundo quería hablar con ella. Si en la pista su cara de póker impone a su rival, en distancias cortas Muguruza no puede ser más encantadora. «Han sido unas semanas muy emocionantes. Me quedo con la alegría que he sentido tras ganar cada partido y con la experiencia increíble de estar en una final. Hay muy pocas personas que puedan vivir esto. Y me voy más motivada que nunca. «De verdad que no estoy decepcionada, si tuviera que elegir a una ganadora en este partido elegiría a Serena», recalcó.
La admiración es recíproca, porque cuando levantaba su trofeo, la pequeña de las Williams le dijo a micrófono abierto: «No llores porque dentro de muy poco esto va a ser para ti». «Es un honor que una leyenda te diga eso. Será complicado que en dos años pueda lograrlo como ha dicho Serena. Está claro que a la hierba ya le he cogido el tranquillo. Es complicado, insisto, pero ojalá. Ahora voy a descansar con mi familia, que es lo que me apetece, y después seguiremos trabajando igual que hasta ahora. No tengo planes especiales de cara al US Open, nada cambia. Este torneo ha sido muy largo, pero no cambiaré la programación», explicó.
Siempre con sus uñas pintadas, sus dos cadenas al cuello y sus pendientes de búho, dice no tener manías. Y quizá sea cierto. La rutina se ha convertido en su mejor aliado. «He dado lo máximo, me voy sin reprocharme nada. Si pudiera haber cambiado algo para la final habría sido estar menos nerviosa, pero era imposible. Si no tuviera miedo sería irreal, una extraterrestre. He aprendido que para un Gran Slam hay que estar mentalmente muy preparada. Es una lucha muy mental».
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