Barcelona
Un Imperio pendiente de Andy
Murray busca ante Djokovic la primera victoria británica en Wimbledon desde 1936. La madre de Murray, Jude, con 60.000 seguidores en Twitter, es una de las responsables de que el sueño sea posible
«Para mí es una final más», afirmó ayer Novak Djokovic, el número uno del mundo, que hoy (15:00, Digital +), 48 horas después de la paliza que se dio con Del Potro en la semifinal más larga de la historia en el All England Tennis Club (4 horas y 43 minutos), busca su séptimo título de «Grand Slam». Para su rival, sin embargo, no será un simple partido. No puede serlo. Las 13.500 personas que habrá en la central de Wimbledon serán sólo una representación de Gran Bretaña, que lleva 77 años esperando a que Fred Perry, el último tenista local en ganar allí, tenga sustituto. Murray rompió en parte la maldición con su oro olímpico en Londres el año pasado. Ganó en las pistas de Wimbledon, pero no ganó Wimbledon, aunque en 2012 también llegó hasta la final, en la que no pudo con Federer. Esta vez lo ve cerca y se siente preparado después de haber crecido con Ivan Lendl como entrenador. Bajo sus órdenes, conquistó el oro y después ganó su primer «Grande», el Abierto de Estados Unidos, tras haber perdido cuatro finales antes en torneos de este calibre.
La grada se volcará con él y en ella, en el palco de Andy, estará una de las responsables de que el sueño británico sea posible. Judy Murray, fan de Feliciano López, al que llama «deliciano», tiene casi 60.000 seguidores en Twitter y es mucho más que la madre del número dos del mundo. Primero fue jugadora de tenis, luego entrenadora de sus dos hijos, Andy y Jamie, y ahora es capitana del equipo británico de Copa Federación, el equivalente femenino a la Copa Davis. Sus obligaciones profesionales son lo primero y, aunque antes siempre era una incondicional en el público con los partidos del escocés, ahora acude a ver a sus chicas primero si la cita coincide. Pero el encuentro de hoy no se lo va a perder. Puede ser un día histórico.
La mirada láser de su progenitora quizá podría añadir más presión a la que ya de por sí tiene Andy, pero Judy asegura que nunca ha sido la madre dura y exigente que pintan los medios. Es más, siempre trató de que sus dos hijos tuvieran una vida de lo más normal y fuesen ellos los que escogieran el camino que querían seguir. En el caso del finalista de hoy, fue él quien le pidió a los 14 años que le llevaran a la Academia Sánchez Casal de Barcelona para poder entrenar más. «El tiempo en Escocia es siempre terrible y el tenis no es precisamente un deporte mayoritario. Cuando en una de las competiciones vio cómo otros chicos, entre ellos Rafael (Nadal), podían entrenar todos los días y compaginar el tenis con los estudios, me llamó y me pidió que le llevará allí. Pegaba tantos gritos que me tuve que retirar el auricular de la oreja», explica.
Ya en esas competiciones junior, Judy recuerda como anécdota que el mallorquín ya tenía sus famosos «tics». «No son cosa de ahora», asegura. A Rafa le ha visto crecer y siempre ha sido una inspiración para su hijo, que suele compartir horas de videojuegos con el español. «Mentalmente, estoy mejor que en la final de 2012», dice Murray, que ayer se entrenó, pero no habló ante los medios. Quiere enterrar el fantasma de Fred Perry, que busca descanso desde 1936, aunque Djokovic no sea el mejor rival para conseguirlo. En los enfrentamientos directos se impone el serbio por 11-7, aunque en el único precedente sobre hierba, las semifinales olímpicas del año pasado, el ganador fue el escocés.
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