Ciclismo

Vingegaard-Pogacar, un duelo de altura en el Tour 2023

La pelea entre los dos únicos favoritos al triunfo en París marca una edición impredecible que arranca hoy en Bilbao. Landa, Mas, Gaudu y Carapaz pelearán por el podio

Vingegaard sale de su hotel en Bilbao a rodar en bici
Vingegaard sale de su hotel en Bilbao a rodar en biciAgencia EFE

Tadej Pogacar llega al Palacio Euskalduna para la rueda de prensa de los favoritos del Tour una hora antes que Jonas Vingegaard. Hasta para un trámite como éste, el de atender a los medios de comunicación, han buscado evitarse. El choque directo, el enfrentamiento cara a cara lo quieren ambos, lo desean a partir de mañana. Ni con micrófonos ni con cruce de declaraciones ni tampoco en cualquier otra carrera previa, vestidos de ciclista, dando pedales a la vez que recitales. No. Sólo hay un posible escenario para dos corredores de su altura. Y ése tiene que ser el Tour de Francia. Cuando llega, el esloveno, todo sonrisa, ya se ha ganado al público en la presentación de equipos, bajo el «sirimiri» tan característico vasco. «Aupa Athletic! Gora Euskadi! Aupa Bilbao!». Y la gente, que aguanta el agua como puede para ver a sus ídolos, enloquece, claro. Pogacar y su sonrisa de niño travieso triunfan en Euskadi. Claro que luego llega Vingegaard, el chaval que enlataba pescado en una conservera de Copenhague y lo dejó por esto de la bici, se le dio bien, ganó un Tour y vino a la Itzulia este mes de abril. Arrasó. Arisco, de mueca difícil, pero enorme escalador. Y eso, también encandila en Euskadi.

Y así, igual que la parroquia vasca, anda dividido el ciclismo ahora y este Tour que no se atreve a señalar a un favorito entre ambos. Sólo hay una cosa clara en la que todo el mundo coincide: un triunfo de cualquier otro ciclista que no sean ellos, esloveno o danés, es totalmente impensable. Suyos, de ambos, son los méritos.

Todavía resuenan por Bilbao los ecos del tremendo Tour que los dos regalaron el pasado año. Pogacar atacando sin parar, creyéndose ese Dios inmortal e imbatible del 2021 que al final ve cómo Vingegaard le moja la oreja camino de París y no puede más que plegarse ante él y su superioridad. Así se pasaron el Tour 2022, haciéndose más grande el uno frente al otro a base de ataques, de triunfos, de arrancadas poderosas. Nunca una derrota, la de Pogacar, fue tan noble en este mundo del ciclismo que suele ser cruel con el segundo. Siempre es el primer perdedor.

Apenas se han visto las caras desde entonces. Lo han evitado, hasta en la rueda de prensa previa al inicio de la carrera. Sólo hay una referencia: la de la París-Niza, el pasado mes de marzo, cuando el esloveno le devolvió el golpe del Tour y lo doblegó. Pero de eso hace ya mucho tiempo. Han pasado muchas cosas. La caída en la Lieja-Bastogne-Lieja que le provocó una lesión en la muñeca al líder del UAE, por ejemplo. «Eso me ha impedido competir con normalidad desde la primavera y creo que aquí llego al 60-70% de mi condición», asimila. «No puedo saber si estoy aquí para ganar el Tour. Eso lo veremos durante la carrera. Es cierto que he entrenado bien, aunque no he competido con normalidad», echa balones fuera y se quita presión. «Lo lógico habría sido hacer el Dauphiné o la Vuelta a Eslovenia y no he podido. Pero tengo las piernas excelentes y la mentalidad perfecta. Espero estar listo. El pasado lunes me hicieron una prueba y tres huesos los he recuperado totalmente, pero para el escafoides hace falta un poco más de tiempo, aunque pinta bien». Sea una excusa o no, Pogacar no tiene duda en señalar que no es el gran favorito, si no «Jonas, que ya lo hemos visto en Dauphiné, donde ha volado y dijo que no estaba al máximo, así que podemos imaginarnos lo que nos espera».

Una hora más tarde llega Vingegaard. Hoy saltará con el dorsal 1 a pelear por su segundo Tour de Francia y todos los focos recaen en él. Esquivo, frío en la mirada y en las respuestas. Al danés, todo esto de la fama y el reconocimiento le viene grande. Le asusta. El año pasado, al poco de ganar el Tour se le vino encima, pronto sintió dentro de sí que el maillot amarillo que había ganado le estaba devorando. Recibimientos, homenajes, entrevistas. Agarró a su familia, su mujer y su hija, facturó la bici y unas maletas y se refugió en Mijas. A respirar.

Un año después debe enfrentarse de nuevo a todo eso, a lo que supone ganar el Tour y ser en gran favorito a reeditarlo. «Que lo diga Pogacar no me convierte en favorito», responde, seco. «Poco importa quién diga quién es el favorito, lo importante es quien esté en la mejor forma, nos vamos a hacer un buen marcaje. No importa lo que diga el otro, importa cómo respondas. Yo también podría decir que él es el favorito».

Lo que sí espera del esloveno «es que me ataque, igual que el año pasado. Tengo que estar listo. Estoy donde quería estar en este momento. Ahora toca ver si ha sido suficiente. Yo me concentro en mí mismo, en entrenar y estar lo mejor posible. En los últimos dos meses sólo he pensado en nutrición y en entrenamiento para llegar en la mejor forma al Tour».