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Sergio Ramos, otra vez
Sufrió el Real Madrid en Nápoles para hacer bueno el 3-1 de la ida en una primera parte superado por su rival
Sergio Ramos volvió a ser el salvador del Real Madrid al cambiar el rumbo de un partido que se le ponía cuesta arriba tras el gol en la primera parte de Dries Mertens para el Nápoles, y firmó un doblete con dos testarazos a saques de esquina de Kroos para sellar el pase a cuartos de la Liga de Campeones.
Esta historia ya se ha escrito, ya la ha visto todo el mundo varias veces. Pero nadie encuentra el modo de evitar que suceda. Kroos pone un balón desde la esquina y Sergio Ramos vuela hacia el primer palo para rematar y marcar. Para solucionar cualquier problema que se le presente al Real Madrid. Es una historia que ha dado la Champions más emotiva al Madrid y un empate esta temporada en el Camp Nou y un montón de puntos. Es la historia que le dio el pase en Nápoles, en una noche que fue tan complicada como se suponía y que sólo se calmó cuando Ramos remató una vez para empatar y otra para dar la victoria al conjunto de Zidane y plantarse en los cuartos de final de la Champions. San Paolo había empezado a hervir horas antes del partido, porque la ciudad estaba entregada a su equipo y llevaba dos días sin pensar en otra cosa. O tenían el día libre o muchos de los aficionados del Nápoles no trabajan. El plan era asustar al rival o encender a los suyos para que creyesen que cualquier cosa era posible. Tenían que marcar dos goles, pero sobre todo, tenían que dar la impresión de que superaban al rival, al campeón de la Champions, que llegaba con ventaja en el marcador. Y si de algo no se puede acusar al equipo de Sarri es de cobarde. No lo fue en el encuentro de ida y no lo fue ayer. Su estrategia le salió casi perfecta durante los primeros cuarenta y cinco minutos, cuando el Madrid no encontraba la pelota ni oxígeno y el Nápoles encontraba todos los espacios. Eso estaba estudiado y le salía. Seguro que también habían estudiado los saques de esquina en contra. Pero eso no le salió.
Sergio Ramos sacó al Madrid del atolladero en el que se había metido. Sufrió mucho porque el Nápoles golpeó y golpeó donde más le duele. Buscó los huecos que dejaba el centro del campo, entre Modric y Casemiro. Se sabía la jugada de memoria y la repitió todas las veces que pudo: en una de ellas marcó el gol que prendió un estadio ya encendido. Modric y Kroos estaban escalonados y el Nápoles superaba las líneas con pases verticales, con demasiada facilidad. Los tres de arriba seguían a lo suyo. Lo pasó mal el Madrid, acurrucado atrás, intentado superar la presión rival con balones largos a los desmarques de Bale. Pero el galés no tuvo su mejor día, hizo bien un par de desmarques y se equivocó en su resolución.
La defensa del Nápoles es claramente inferior a su delantera. Tiemblan con la pelota y pasan muchas dificultades. Cuando el Madrid presionó tímidamente, se llevó la pelota y pudo hacer daño, sin apenas jugar. Es más, la única vez que consiguió hilvanar en la primera parte, el balón de Ronaldo acabó en el palo. Fue un espejismo, porque la sensación era la contraria: el Nápoles iba con el cuchillo en la jugada, con la idea muy clara, haciendo mucho daño
a un Madrid que no encontraba el sitio. Mertens hizo el gol y pudo marcar un par más: uno de sus remates dio en el palo. San Paolo creía en el milagro porque su equipo le estaba dando hechos para hacerlo. El Nápoles había disminuido al Madrid, quedaban cuarenta y cinco minutos y necesitaba un tanto más para clasificarse. Visto lo visto, no era la empresa más complicada.
Pero apareció Ramos, como aparece cuando se necesita un héroe. Tuvo el Real Madrid un saque de esquina poco después de comenzar la segunda parte. Por lo menos había conseguido llegar al área rival. Subieron Pepe y Sergio Ramos a rematar, mientras que Kroos se iba a la esquina para sacar. Seguro que en los vídeos, el Nápoles había visto los goles de Múnich del año de la Décima o el tanto de la final, seguro que habían hablado de cómo cubrir esas jugadas, cómo evitar que sin jugar, sin tener la pelota, el Madrid no marcase un tanto. Seguro. Debe ser una de las asignaturas principales de los rivales del Madrid.
Ramos saltó junto a su ex compañero Albiol, le superó, empató el partido y todo lo que había estado en contra, lo que la metáfora recurrente llamaba infierno, se convirtió en cuesta abajo. Dos minutos después, el Madrid sacó otro córner desde la otra esquina. Kroos, al primer palo, y Ramos que vuela.
La fe tiene unos límites, el empuje de la grada dura hasta cierto punto. El capitán del campeón ya había marcado su territorio. Y para colmo, un
ex de la Juve, Morata, hizo el tercero.
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