Coronavirus
Los planes económicos del Gobierno, en peligro por el coronavirus
El PIB podría subir apenas un 1% en 2020
La epidemia, camino de la pandemia, del coronavirus o «Covid-19», es el gran «cisne negro» de los últimos años. Reúne todos los ingredientes necesarios: un impacto muy alto, era difícil de predecir y es un suceso extraño que repercutirá en la sociedad, la política y la economía. Las consecuencias económicas del coronoravirus ya están aquí. Las más llamativas son el hundimiento espectacular de las bolsas mundiales, desde Shanghai a Wall Street, sin olvidar las europeas, entre las que español Ibex 35 acumula un desplome del 11,76% solo en la última semana, lo que significa una pérdida de capitalización –valor de las empresas que cotizan– que ronda los 70.000 millones de euros, una cifra que equivale a algo más del 5% del PIB de España en 2019.
Los expertos, por ahora, sólo barajan avances provisionales de los efectos del coronavirus, que dependerán sobre todo de la extensión –será global– y de la duración de la crisis. La economía mundial, en cualquier caso, se resentirá. El impacto varía de moderado, como anunció en un primer momento Georgieva Kristalina, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), a las tres o cuatro décimas –y es mucho en términos mundiales– que prevén los analistas del Bank of America, en un informe publicado el jueves pasado. Los mismos gurús calculan que Europa sufrirá. Italia entrará en recesión –bajada del PIB dos trimestres seguidos–, la economía alemana se estancará y la francesa crecerá cuatro décimas menos de los previsto. Para España, calculan que el impacto será de dos décimas de PIB, que en 2020 subiría un 1,4%, frente al 1,6% previsto por el equipo económico del Gobierno de Pedro Sánchez. El cálculo es optimista, ya que hay otros expertos como Juan Ignacio Crespo, economista, estadístico, asesor de fondos y autor de uno de los «blogs» financieros más respetados, que tienen dudas de que la economía española crezca en 2020 más allá del 1%, «si es que llega». Cualquiera de las previsiones amenazan –ponen en almoneda– los planes económicos del Gobierno, que difícilmente encontrará los recursos que necesitará para acometer sus más que ambiciosos proyectos de gasto, culminados con el anuncio, el jueves pasado, del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, de la puesta en marcha de una renta mínima universal, aunque sea a partir de 2021.
Cadena de suministro
La ministra de Hacienda y también portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, celebró por todo lo alto que el Congreso aprobara el coloquialmente llamado «techo de gasto» para 2020 y también para 2021, colado por la puerta de atrás a la oposición y, en definitiva, a la sociedad. El problema es que el «cisne negro» del coronavirus lo cambia todo y también arrumba las previsiones económicas del Gobierno. Si el crecimiento es inferior al calculado, el déficit también será mayor, habrá menos ingresos y, en último caso, con menos actividad, el desempleo no solo descendería menos sino que podría volver a subir en 2020. Algunas empresas, de hecho, como Volkswagen Navarra, ya han anunciado lo que llaman un «expediente de regulación temporal de empleo (ERTE)» preventivo ante probables cortes de suministros de piezas que puedan surgir en los próximos días. El sector automovilístico es uno de los grandes afectados por la escasez de componentes en China y, ahora, en el norte de Italia. El ejemplo de Volkswagen Navarra es el primero, quizá todavía extremo, pero habrá más. Hay indicios alarmantes que llegan de otros lugares. En Corea del Sur, Samsung, la mayor empresa del país, ha paralizado una de sus plantas y ha puesto en cuarentena a sus 1.500 trabajadores durante dos semanas. Puede ser inevitable, pero ese tipo de medidas, si se extiende, provocará la rotura de las cadenas de suministros en los diferentes sectores productivos globales y, de rebote, un efecto dañino sobre el conjunto de la economías
Política monetaria
En España, el sector turístico, esencial para la economía, tiembla ante la posibilidad de que se extienda una psicosis que reduzca de forma drástica los viajes de negocios y de vacaciones. No es extraño que IAG y Meliá –también afectada por la cancelación del Mobile– hayan sufrido algo casi cercano al pánico vendedor en Bolsa. El BBVA ha sido la primera entidad financiera española en advertir a sus inversores de los riesgos del coronavirus para la economía. Lo hizo en un folleto registrado en la Comisión Nacional de los Mercados de Valores (CNMV). El banco, por ahora, obvia que vaya a sufrir un impacto directo en sus cuentas de resultados, pero los analistas entienden que los bancos sufrirán la muy probable prolongación de la política de tipos de interés ultrabajos, cuando no negativos.
El Banco Central Europeo (BCE), en donde acaba de estrenar mandato la francesa Christine Lagarde, tras los años del «mago» Mario Draghi, el hombre que salvó el euro, quiere ser optimista. Luis de Guindos, su vicepresidente, defendió el jueves en Sevilla que la institución monetaria trabaja en un escenario de «una recuperación en «V» a partir del próximo trimestre». Es decir, tras una caída vertical y violenta de la actividad y una recuperación igualmente vertical y vigorosa. Guindos, no obstante, cree que el impacto del coronavirus sobre la economía europea «no será insignificante, pero tampoco especialmente relevante». Es, por otra parte, lo que deben decir los responsables monetarios. El BCE, en cualquier caso, no descarta la posibilidad de adoptar medidas adicionales para amortiguar los efectos de la epidemia, lo que significa volver a regar con dinero barato –incluso a precios negativos– a las economías europeas. Christine Lagarde, la presidenta del BCE, intentará moverse dentro de una cierta ortodoxia, pero alguien pondrá sobre la mesa ejemplos como el de Hong Kong y el denominado «helicóptero monetario». Los responsables de la antigua colonia británica han decidido que cada ciudadano hongkonés reciba un pago equivalente a 1.100 euros, que podrá destinar a lo que desee, mientras que las empresas podrán solicitar préstamos a bajo interés con la garantía del Estado para pagar nóminas e impuestos. La diferencia con los países europeos e incluso con EE UU es que Hong Kong ha tenido superávit presupuestario los últimos quince años, tienen llena la hucha y su deuda pública es casi inexistente. Aplicar una medida similar en Europa, pero sobre todo en España, no solo no solucionaría nada, sino que agravaría la situación. Hay precedentes. El Gobierno de Zapatero, en 2007, decidió la entrega de 400 euros a todos los ciudadanos, aunque lo hizo a través de una deducción en la declaración de la renta. La medida no mitigó los efectos de la crisis y fue una más de las que complicaron la situación de las arcas públicas y que dejaron al país al borde de la intervención, lo que hubiera traído consigo como condición y como ocurrió en Grecia, Portugal e Irlanda, una reducción drástica de las pensiones y de los salarios de los funcionarios.
El “cisne negro”
La prima de riesgo es otro indicador de que todo se ha complicado. Terminó 2019 en 66 puntos básicos y el viernes, al cierre de los mercados, superaba los 89 puntos básicos, un 37% más. Es fundamental porque significa, en pocas palabras, que a España le será más difícil y más caro financiarse en los mercados internacionales en los que en 2020 debe pedir prestados unos 200.000 millones de euros para atender a sus necesidades, entre ellas el pago de pensiones y el gasto sanitario.
«Cisne negro» fue una expresión latina del poeta Juvenal para referirse a lo imposible, ya que se creía que no existían cisnes de ese color, hasta que el holandés de Vlamingh descubrió el primero en Australia en 1697. Desde entonces, un «cisne negro» fue el ejemplo de que algo imposible era posible. En 2007, el filósofo libano-americano Nassim Nicholas Taleb elaboró la teoría de «los sucesos del cisne negro», metáfora de acontecimientos inesperados de gran magnitud –imposibles en teoría– que cambian el mundo. Taleb citaba como ejemplos internet, los ordenadores personales, la Primera Guerra Mundial y los atentados del 11-S en Nueva York. El coronavirus, por inesperado, aunque no por imposible, ya es para muchos el último «cisne negro». Afectará a todo el mundo, aunque la incógnita es saber cuánto.
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