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Calviño apura su corta ventaja para optar a presidir el Eurogrupo

Moncloa teme que algún voto «prometido» cambie de bando. La candidata española cuenta con el apoyo franco-alemán, pero el voto secreto beneficia a su oponente irlandés

Primera sesión de control al Gobierno tras el estado de alarma
Primera sesión de control al Gobierno tras el estado de alarmaJavi Martínez / PoolJavi Martínez / Pool

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, puede terminar la jornada de hoy habiéndose convertido en la primera mujer en ostentar la Presidencia del Eurogrupo. Pero si hace unas semanas, su candidatura parecía la más prometedora y el relevo natural del portugués Mario Centeno, en los últimos días su elección se ha complicado y nada puede darse por seguro. Las fuentes comunitarias consultadas coinciden en que el margen de la votación final será muy estrecho, ya que en los últimos días la candidatura de conservador irlandés, Paschal Donohoe, ha cogido alas y se ha convertido en un serio contrincante de la española.

Pese a ello, Moncloa se muestra tranquila ante la elección. Aseguran fuentes gubernamentales que tienen confirmados los diez votos mínimos que garantizarían la presidencia, pero temen que alguno «cambie de bando» en el último momento. El que esté asegurada la privacidad gracias al voto secreto es un contratiempo para la candidata española y una ventaja para su rival más directo, el irlandés Donohoe. Pedro Sánchez quiere a toda costa hacerse con este puesto, tras colocar como jefe de la diplomacia a Josep Borrel. Pero el haberse descuidado en el control de las Direcciones Generales de la Comisión Europea –donde solo mantenemos uno de las cuatro que teníamos antes de que Sánchez llegara al Gobierno– restará mucha influencia, tanto en capacidad decisoria como en control de las partidas presupuestarias.

La proclamación del ganador se realizará hoy tras una votación que se realizará por vía telemática, ya que la cita no será presencial debido al coronavirus. A pesar de estas particulares circunstancias, fuentes diplomáticas confirman el secretismo del proceso, ya que tan sólo un par de funcionarios conocerán el sentido del voto que se realizará a través de una aplicación web. En anteriores ocasiones, el voto era depositado en una urna.

Para suceder al portugués Mario Centeno será necesario obtener 10 de los 19 votos de los miembros de la zona euro y se da por seguro que ninguno de los tres candidatos lo conseguirá en la primera votación. Tras esta primera ronda, se comunicará a los tres aspirantes el orden en el que han quedado, aunque no el número exacto de sus apoyos. Con esta información, podrán decidir si se retiran de la carrera. Se da por supuesto la renuncia del que quede en tercer puesto, lo que vaticina un duelo final entre Donohoe y Calviño. El tercero en discordia es el liberal luxemburgués Pierre Gramegna. Se espera que el vencedor sea proclamado por «mutuo acuerdo», según aseguran fuentes diplomáticas con el objetivo de respetar al máximo el espíritu de consenso que debe reinar en este tipo de elecciones. El próximo presidente del Eurogrupo participará en la rueda de prensa final tras la reunión, aunque no cogerá el testigo de Centeno hasta el próximo 13 de julio.

La delegación española ha extremado las negociaciones en los últimos días, consciente de que lo hay en juego. Calviño cuenta como aliados en el eje franco-alemán, pero en este proceso cada país tiene derecho a un voto y la española se ha ganado algunos correosos enemigos, ansiosos por torpedear su candidatura. El tablero ha cambiado sustancialmente en las últimas semanas debido a varios factores.

La candidatura del aspirante irlandés ha ganado enteros debido a que ya no es interpretada como una estrategia para conseguir que Dublín ostente le presidencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Hasta hace una semana, la hipótesis más plausible era una retirada de Donohoe en primera ronda en pos de favorecer a Calviño y asegurar el apoyo de España y de otros gobierno socialistas a la candidatura europea del también irlandés Phil Hogan para la organización multilateral. Pero Hogan anunció su renuncia a este puesto y la presidencia del Eurogrupo se ha convertido en la pieza de caza mayor para Dublín. Donohoe cuenta con hasta siete ministros de su familia política, aunque también puede anticipar la deserción de algunas capitales como Atenas que prefiere a un país del Sur en la silla de Centeno.

Irlanda también posee muy importantes bazas a su favor. Su negativa rotunda a impuestos europeos como la tasa Google o la armonización del impuesto de sociedades le sitúa en la lista de los sospechosos habituales junto al grupo de los halcones del Norte, partidarios a partes iguales de la ortodoxia presupuestaria y de la laxitud fiscal. En otro lado, Irlanda pertenece al grupo de los países rescatados durante la pasada década y con ingentes volúmenes de deuda, lo que hace al país partidario de mecanismos de solidaridad europeos. Por eso, aunque Hogan aparece como un claro candidato de los países del Norte, puede travestirse como una candidatura de consenso, o al menos, un mal menor, para los países del Sur.

Esta elección llega en un momento en el que vuelve la importancia de la reuniones del Eurogrupo después de unos años en los que los pocos avances en la reforma de la zona euro habían situado este foro en un segundo plano. Pero el coronavirus y la consiguiente debacle económica lo han cambiado todo, aunque la presidencia del Eurogrupo tan sólo tiene en su poder dirigir la batuta de las deliberaciones y facilitar consensos. Por eso, el factor de relevo natural que representaba Calviño al pertenecer a un gobierno socialista y un país del sur se ha disipado paulatinamente.

La vicepresidenta tiene al otro lado del ring a los países del Norte que ven con suspicacia a una española partidaria de prácticamente todas las iniciativas que ellos aborrecen: desde la tasa para los gigantes digitales, hasta un seguro de desempleo común para la zona euro. Además, España será uno de los países más beneficiados por el Plan de Reconstrucción europeo y los enemigos de Calviño quieren que los planes de reformas a cambio de dinero europeo estén controlados por las capitales y no por el Ejecutivo comunitario, tal y como ha planteado la propia Comisión Europea. Por eso, quieren un árbitro a favor de obra.