Opinión

La gestión ética y responsable: el valor de atreverse

Cepsa ha hecho de su Código Ético una de sus señas de identidad
Cepsa ha hecho de su Código Ético una de sus señas de identidadArchivo

La pregunta sobre qué es la ética no es ni mucho menos algo nuevo. Filósofos griegos como Aristóteles ya se lo preguntaban en el siglo IV a.C. Sin embargo, el concepto sobre la ética aplicada a la empresa es más reciente. El sociólogo Raymond Baumhart preguntó en los años 70 del pasado siglo a un grupo de directivos de grandes empresas lo que significaba la ética para ellos y las respuestas fueron de lo más variado: desde lo que dictan los sentimientos personales sobre el bien y el mal, a los preceptos religiosos, legales, sociales, etc.

Sin embargo, la sociedad informada ha evolucionado, también en lo que a valores éticos se refiere y es evidente que cada vez hay menos personas que no tengan una opinión sobre lo que es la ética. Mucha gente tiende a identificar lo ético con su sentimiento interior del bien y del mal, pero ser ético no tiene mucho que ver con seguir los sentimientos personales de cada uno. De hecho, a menudo los sentimientos personales, religiosos, convenciones sociales o, incluso, las leyes, no son éticos.

Entonces, ¿qué es la ética? Independientemente de las diferentes teorías enunciadas a lo largo de la historia, podemos resumir la ética como los principios que se aplican en la toma de decisiones en libertad y de forma responsable. Dentro de esta definición están todos los principios en los que se basa nuestra existencia en sociedad: derechos, obligaciones, beneficios para la sociedad, equidad, honestidad, lealtad, derecho a la intimidad, igualdad, etc.

En cualquier caso, hay una aproximación concreta, y es la de la ética aplicada a los negocios, es decir, una serie de reglas sobre los principios que rigen las acciones y toma de decisiones de una empresa. En las corporaciones la aplicación de la ética tiene efectos muy beneficiosos, como el aumento de la productividad y retención del talento profesional, la atracción de inversores, la mejora reputacional e, incluso, unos mejores resultados económicos.

En un contexto en el que a menudo se cuestiona el comportamiento irresponsable de muchas compañías, la ética empresarial cobra hoy aún más relevancia, sobre todo en lo relativo a su contribución y compromiso con la sociedad. Las decisiones de las empresas cada vez tienen una mayor repercusión en las geografías en las que operan, de ahí que las acciones empresariales que generan un clima ético beneficioso para el bienestar y la cohesión social se han convertido en uno de los grandes ejes estratégicos en las empresas. Por ello, más allá de un requisito legal que deba cubrir la organización, disponer de un programa ético denota un compromiso con la sostenibilidad que asumen todos los integrantes de una organización.

Es por ello por lo que, desde la función de cumplimiento ético tenemos que estar en constante alerta y actualización sobre la evolución de la regulación, pero también sobre las nuevas formas de trabajar o nuevas tecnologías que se aplican a los negocios, como por ejemplo la inteligencia artificial o la robótica, las cuales podrían llegar a poner en cuestión nuestros valores fundamentales y ética actual. La vertiginosa velocidad de las innovaciones tecnológicas hace que el control sobre la ética empleada por las empresas en el uso de estas tecnologías sea crítico y dependa fundamentalmente de los valores de sus creadores.

Esto es solo un ejemplo de cómo la realidad social y las innovaciones van más rápido que la regulación. Las leyes son incapaces de adaptarse a los cambios con la misma velocidad, de tal manera que la empresa se enfrenta a dilemas de actuación mucho antes que los gobiernos promulguen leyes para poder poner orden en tal o cual campo. Esa incertidumbre hace más necesaria que nunca la ética corporativa.

En Cepsa somos muy conscientes de ello y, dado que nuestro objetivo fundamental es afrontar de forma ágil y eficiente la transición energética que incluye, entre otros proyectos ilusionantes, la expansión internacional y la digitalización, tenemos muy presente la aplicación de nuestros principios éticos allí donde operamos. Hacemos que nuestro Código Ético sea nuestra verdadera identidad como compañía. Pero, aunque parezca obvio, los códigos, las normas o las políticas no son nada sin las personas que las aplican, las hacen suyas y velan por su cumplimiento.

Por todo ello, la confianza en el criterio y decisiones de nuestros profesionales es fundamental, pero desde las compañías debemos proporcionarles y facilitarles los mimbres que permiten forjar un entorno, dentro y fuera de la empresa, en el que las conductas éticas sean el motor que mueva todas las decisiones. Solo así podemos garantizar la sostenibilidad y el futuro de personas, sociedad y tejido empresarial.

* Cristina Fabre Chicanoes Directora de Auditoría, Cumplimiento y Riesgos de Cepsa