Energía

El gas a precio de oro reabre el debate en la UE sobre la energía nuclear

Se espera que Francia relance las discusiones durante su presidencia europea el primer semestre de 2022 y Bruselas, de momento, se pone de perfil.

Planta nuclear en Doel, Bélgica
Planta nuclear en Doel, BélgicaVirginia MayoAP

Hay discusiones eternas y la de la energía nuclear es una de ellas. En plena revolución verde para convertir al club comunitario en el primer territorio del planeta en emitir cero gases con efecto invernadero en 2050 y con el precio del gas por las nubes, algunos países europeos, con Francia a la cabeza, han decidido reabrir el tema de esta controvertida fuente de energía que no contamina la atmósfera con CO2, a pesar de sus residuos.

En los países europeos los mercados de subastas de la energía funcionan según el modelo denominado marginal. Esto significa que si es necesario recurrir a una fuente de energía para completar la demanda aunque sea de manera residual, ésta encarece el resto de la factura y los consumidores europeos acaban pagando a precio de oro el resto de fuentes más asequibles como las renovables. La escasez de gas durante estos meses debido al incremento de la demanda en Asia, la falta reservas en Europa tras un invierno pasado especialmente duro y la reactivación económica generalizada post- covid han originado esta tormenta perfecta de tarifas desorbitadas para familias y empresas que amenazan la recuperación tras la pandemia.

A esto se une que el 90% del gas que recibe el club comunitario es importado, lo que deja a los Veintisiete a merced del chantaje geopolítico de exportadores como Rusia o Argelia. Ante esta situación, algunos países consideran que depender exclusivamente de las energías renovables resulta peligroso para asegurar el suministro y apuestan por la nucleares para reducir la dependencia del gas. Actualmente esta fuerte de energía supone aproximadamente el 30% del mix energético europeo, mientras que las nucleares generan el 26%. En 2017, el 17,5% del consumo final bruto de energía de la UE procedía de fuentes renovables y actualmente se sitúa en el 19,7% pero el objetivo de la UE para el 2030 es apretar el acelerador para situarlo en el 40%.

Pero las espadas sobre el modelo energético están en alto, tal y como ha demostrado la acalorada discusión de los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete en la cumbre de esta pasada semana en la capital comunitaria dónde fue imposible alcanzar ningún acuerdo a medio o largo plazo sobre reformas en los mercados mayoristas y algunos estados, como Polonia, quieren reabrir el debate sobre la descarbonización. Además, según fuentes diplomáticas, en la discusión a puerta cerrada, los países más proclives la energía nuclear aprovecharon esta cita para defender su continuidad e incluso para desplegarla con más intensidad en todo el continente.

Según adelantó la cadena Euronews, 10 países europeos -Francia, Bulgaria, Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia y Rumanía- enviaron la semana pasada una carta a la Comisión Europea en la que le piden incluir en su sistema de clasificación común a la energía nuclear. Esta guía técnica, denominada “taxonomía verde”, pretende aclarar qué fuentes de energía contribuyen a paliar el calentamiento del planeta y servir como acicate para la inversión de empresas y responsables públicos. En el año 2019, el Banco Europeo de Inversiones decidió dejar de financiar proyectos de combustibles fósiles desde finales de este año, pero no extendió esta prohibición a la energía nuclear.

El debate está que arde y se espera que París, quién ostentará la Presidencia rotatoria europea a parir del 1 de enero, impulse este tema. Aunque en un principio se estimaba que Bruselas diera su veredicto final antes del final de este año los portavoces europeos han declinado esta semana dar fechas definitivas y el clima entre los Veintisiete propicia que la Comisión Europea siga deshojando la margarita, presionada también por las organizaciones medioambientales para las que la energía nuclear es una de sus bestias negras.

En el otro lado del ring, se encuentran aquellos países para los que la energía nuclear nunca será verde, entre los que se encuentran Alemania, Austria, Dinamarca, Luxemburgo y España. Tras el accidente nuclear de Fukushima el 11 de marzo de 2011, la canciller Angela Merkel dio un giro radical -infrecuente en ella- y apostó por el desmantelamiento de le energía nuclear en el país. De hecho, Alemania tiene previsto cerrar todos su reactores durante 2022. La más que probable nueva coalición de gobierno entre socialistas, liberales y verdes no hace presagiar ningún cambio de guion en estos planes, sobre todo por la presencia de los ecologistas.

El debate tiene más aristas de lo que parece e incluso podría hacer naufragar la coalición de gobierno en Bélgica, un país por otra parte adicto a la inestabilidad política. El gobierno debe decidir el mes que viene si prosigue con sus planes de cerrar todas sus plantas (actualmente tan sólo dos) para el año 2025, tal y como estaba inicialmente previsto. Los Verdes, quienes ostentan la cartera de Energía, no quieren ni oír hablar de un paso atrás mientras los liberales francófonos quieren reabrir el debate ya que la alternativa para asegurar el suministro es la construcción de nuevas plantas de gas que puedan funcionar hasta que las renovables se conviertan en la fuente de energía predominante.

La Comisión Europea y también la industria habían bendecido estos planes del apagón nuclear, pero resulta difícil defender ahora que para luchar contra el cambio climático – un tema de gran sensibilidad en el país, tras las históricas riadas del mes de julio- la solución sea la construcción de centrales de gas, con esta materia prima a tarifas prohibitivas y Vladimir Putin aprovechándose de la situación.