Perfil
Pablo Isla, el fichaje que casi todos persiguen
El ex-presidente de Inditex es ahora el personaje más anhelado en la empresa, las finanzas y la política, tanto como Kylian Mbappé en el fútbol
Pablo Isla y Fernando VII (1784-1833) tienen muy poco en común. No solo son de épocas muy diferentes, sino que sus trayectorias también son dispares. Sin embargo, el ex-presidente de Inditex y el que fue tildado de «rey felón» sí comparten el haber sido o ser, cada uno por su parte, «el deseado». El monarca enseguida decepcionó a casi todos; el ejecutivo español todavía tiene mucha carrera por delante, si él quiere, claro.
Pablo Isla, hace apenas tres semanas, el día que dejó de ser presidente de Inditex, lanzó un mensaje, más o menos enigmático sobre su futuro que generó muchas especulaciones: «Evidentemente -dijo– no me voy a retirar, pero por ahora no puedo decir más». Siempre muy prudente, de los que deja pocas cosas al azar, no parece que improvisara, aunque quizá ha creado más suspense del que esperaba.
En cualquier caso, grandes compañías, españolas y multinacionales y entidades financieras, «lo desearían» en sus filas y su fichaje, quizá, tendría poco que envidiar al también deseado del astro francés del fútbol Kylian Mbappé. Isla, de hecho, ha tenido contratos de futbolista, de más de 10 millones de euros y puede aspirar a ellos, aunque lo normal debería ser que algunos deportistas de élite aspiraran a contratos como los de grandes ejecutivos y no al revés. La política, por donde ya tuvo un paso técnico y fugaz, también lo «desearía», aunque ese sería un fichaje incluso más improbable y sin contratos espectaculares. La pelota, desde luego, está en su tejado y, quiénes mejor lo conocen, creen que puede tardar en decidir.
El mejor ejecutivo
En 2018, Isla encabezó por segundo año consecutivo la clasificación mundial de los 100 primeros ejecutivos de todo el mundo que elabora la prestigiosa Harvard Business Review tras analizar a casi 900 ejecutivos de más de 850 compañías de diferentes países. Fue también uno de los seis CEO (primer ejecutivo) que aparecieron de forma continuada en la lista de los 100 entre los años 2013 y 2018, además de encabezar otros muchos ránkings de ese tipo, aunque no tan relevantes como el de la escuela de negocios de Harvard.
Nacido en Madrid en enero de 1964, a los 58 años y tras 17 al frente de Inditex, tiene todavía mucho recorrido profesional por delante,si él quiere, claro, aunque esté obligado a un periodo de no concurrencia, es decir, no trabajar para la competencia del grupo que ha presidido. Esa limitación, sin embargo, no debería condicionarle demasiado. Sería bien acogido en casi cualquier otro sector. La Fundación La Caixa, que preside Isidro Fainé, y de la que dependen de alguna manera Caixabank y Criteria Caixa, por si acaso, dió el primer paso y lo incorporó al patronato el 21 de febrero. Ese día Fainé renovó otros cuatro años como presidente de la Fundación y hubo una remodelación profunda del Consejo. Los históricos Salvador Alemany, Antonio Fito, Javier Solana y César Alierta, hombre clave en la trayectoria de Isla, dejaron el consejo. En su lugar entraron José María Álvarez Pallete, presidente de Telefónica, José María Gay de Montellá, ex-presidente de la patronal catalana Fomento del Trabajo, la notaria Isabel Gabarró y el propio Pablo Isla. Fainé, de 79 años, sin duda, prepara su sucesión, aunque sea a cuatro años vista, y algunos han visto al ex-presidente de Inditex como el heredero, pero aunque no es imposible, tampoco hay nada ahora mismo que indique que eso vaya a ocurrir efectivamente.
La historia de Pablo Isla es una sucesión ininterrumpida de éxitos sin estridencias, en la que también ha habido algún rodeo. Dos personajes han sido decisivos en su trayectora. Por un lado, Luis Valls Taberner, ya desaparecido y presidente durante más de 30 años del Banco Popular Español, luego comprado por el Santander de Ana Botín, con la que Isla tiene una excelente relación. Por otro, César Alierta, a quien sucedió al frente de Tabacalera, cuando estaba a punto de culminar su fusión con la francesa Seita, que daría origen a Altadis, que años más tarde acabaría en la órbita del grupo británico Imperial Brands.
Pablo Isla, madrileño, estudió en el colegio de los jesuitas Nuestra Señora del Recuerdo, en donde conoció a María de la Vega, con la que se casaría años más tarde en una ceremonia oficiada por uno de sus profesores, el padre Alarcón. Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid entre 1982 y 1987, con un expediente académico en el que acumuló más matrículas de las que hay en un párking. Después, en poco más de un año, obtuvo el número uno en la oposición de abogados del Estado, uno de esos cuerpos de élite en los que lo habitual es que los aspirantes necesiten por lo menos tres años para superar las pruebas. Nunca le dió demasiada importancia –aunque sabe que la tenía– a esa hazaña y, con frecuencia, se remitía a los versos del poeta José Hierro, que ahora vuelven a cobrar todavía más sentido: «Después de todo/todo ha sido nada/ a pesar de que un día/ lo fue todo», escribió el autor de Cuaderno de Nueva York al principio de su poema Vida.
Abogado del Estado
Isla, como joven abogado del Esado, recaló entre 1989 y 1991, en el Servicio Jurídico del ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones. Luego, en 1991 pasó a la dirección general del Servicio Jurídico del Estado, pero un año más tarde se incorpora al Banco Popular en donde está al frente de los Servicios Jurídicos de la entidad y en donde permanece hasta 1996, época en la que labra una gran amistad y confianza con Luis Valls. La victoria electoral del PP de José María Aznar proporcionó a Isla su hasta ahora primera experiencia política, por lo menos, lo más cercano a la política que hay en su trayectoria. Fue nombrado director general del Patrimonio del Estado, desde donde estuvo encargado de culminar el proceso de privatización –era una época en la que primaban las ideas liberales– de grandes compañías públicas españolas, un proceso que, aunque con más timidez, ya había iniciado en su momento el PSOE de Felipe González en sus últimos años de Gobierno. El puesto de Isla era político, porque como explicaba el desaparecido Enrique Fuentes Quintana, padre de los Pactos de la Moncloa, los asuntos económicos tienen soluciones políticas. Las privatizaciones, por lo tanto, fueron decisiones políticas, pero su materialización fue algo técnico, ya que fue el trabajo de Isla, que nunca ha participado en la política de partidos ni tampoco ha militado, lo que no significa que no tenga sus preferencias y que ahora su perfil sea muy atractivo para algunos proyectos políticos.
Batalla bancaria
Pablo Isla estuvo apenas un par de años en dirección general del Patrimonio y en 1998 volvió al Banco Popular, en esta ocasión como secretario general, un puesto cercano al presidente y muy influyente. La entidad, en aquellos momentos, vivía una batalla por la sucesión de Luis Valls, ya enfermo. Isla pudo ser el elegido y, con él al frente, la historia desafortunada del banco desde entones sin duda hubiera sido muy diferente. Fulgencio García Cuellar, entonces consejero delegado del banco, y Javier Valls –fallecido hace unos días– copresidente junto con su hermano Luis, le ponen la proa y minan sus posibilidades con el argumento de que «no conoce el negocio bancario y ¿cómo va a ser presidente un abogado del Estado?». Luis Valls, que era quien decidía, estaba convencido de que Isla era el mejor candidato, pero cedió a las presiones internas, quizá porque tampoco quería un cisma con su hermano Javier. Sin embargo, algo vio en García Cuellar que no le agradó y, al final, prescindió de sus servicios. Fue entonces cuando Luis Valls, que buscaba la continuidad y la paz interna, aunque dudó mucho, nombró sucesor a Ángel Ron, quizá porque primó la fidelidad a todo lo demás. Pablo Isla pudo disputar aquella batalla, pero aunque no está claro si lo hubiera hecho, no lo necesitó porque, harto de la situación, aceptó sustituir a su amigo –y mentor– César Alierta como presidente de Tabacalera/Altadis.
Pablo Isla es muy probable que nunca hubiera llegado a Inditex sin su paso (2000-2005) por Altadis. La historia, siempre mezclada de leyenda en estos casos, asegura que Amancio Ortega, creador y accionista mayoritario de Inditex, contrató a la empresa de «head hunter», cazatalentos, para que le buscara un consejero delegado y que una de las condiciones que puso era que el elegido debería vivir en La Coruña de forma permanente. Es decir, establecerse allí con su familia. La misma leyenda dice que hubo varios aspirantes que declinaron participar en la selección si se veían obligados a cumplir ese requisito. No fue el caso de Pablo Isla, es evidente, pero lo que decantó la elección a su favor fue su experiencia en Altadis. Mejor dicho, el que Altadis tuviera una filial de éxito llamada Logista, capaz de llevar a su red a cualquier parte del país y colocar sus productos –y los de quienes le contrataban– en tiempo y forma y de manera regular. En 2005, cuando Ortega –es así como le han llamado siempre en la empresa desde un empleado normal a un alto ejecutivo– decide buscar un primer ejecutivo, no le preocupaba tanto que supiera o estuviera al tanto de la moda o del proceso industrial-textil de una compañía como Inditex, sino que tuviera en su cabeza un modelo contrastado de distribución que permitiera a Inditex consolidar su expansión internacional. Pablo Isla llegó con el aval y la experiencia de Logista debajo del brazo y, aunque es difícil saber con exactitud qué pasó por la mente de Ortega cuando le conoció, el asunto logístico sí que tuvo una importancia capital. El tiempo enseguida confirmaría que el fundador de Inditex había acertado con su elección. Se repetía la historia del Popular, ¿qué pintaba un abogado del Estado al frente de una empresa como Inditex? Todo, porque entonces, el reto de Inditex era, sin olvidar la moda, sobre todo logístico, que en este caso las prendas estuvieran en el lugar de venta correcto y en el momento adecuado.
El más deseado
El éxito de Isla en Inditex en los últimos 17 años provocó que el anuncio de su salida de la compañía lo colocara como «persona de deseo» de grandes compañías y entidades financieras, sin olvidar también a algún dirigente político, algo que ha vuelto a resurgir con la llegada del gallego Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP. Por partes. Isla, al margen de incorporarse al patronato de la Fundación Caixa, no ha dado más pistas que la de «evidentemente no me voy a retirar». Es consejero independiente de la multinacional Nestlé desde 2018 y ahí podría tener opciones después de un periodo, más o menos largo, de descompresión. Durante años circuló la hipótesis de que un día sería presidente de Telefónica. Está descartado y a él le molestaba mucho ese rumor. Amigo personal de Ana Botín, al día siguiente de anunciar su salida de Inditex ya estaba en las quinielas para recalar en el Santander. Es solo otra de tantas posibilidades que se abren ante él para un futuro inmediato. Por último y aunque parece muy improbable que vaya a aceptar, tendrá ofertas o aproximaciones políticas encima de la mesa. Ya sea para integrarse en un partido, que sería sin duda el Popular de Feijóo con quien en Galicia ha entablado una relación excelente, o para ocupar un puesto en un futuro Gobierno que presidiera el nuevo líder de los populares. Pablo Isla, de momento, no tiene prisa y tampoco quiere dar pistas sobre su futuro, pero sabe que, a pesar de que le resulte algo incómodo, ahora mismo, sí, «es el más deseado».
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