Automoción

Alemania gana adeptos en su veto al coche eléctrico

Chequia, Austria y Eslovaquia se unen a la defensa de los motores de combustión

El canciller alemán, Olaf Scholz
El canciller Olaf Scholz, a su llegada, hoy, a Bruselas STEPHANIE LECOCQ EFE/EPA

El veto de Alemania al paquete para prohibir los motores de combustión a partir de 2035 está consiguiendo nuevos aliados. Si en un principio Berlín tenía el apoyo de Italia, Bulgaria y Polonia, ahora la República Checa, Eslovaquia y Austria se han unido a este frente. Aunque este tema no estaba previsto dentro de la agenda de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete que se celebra hoy y mañana en la capital comunitaria, ha acabado acaparando todos los focos. El pasado tres de marzo, Alemania sorprendió al resto de socios europeos al frenar in extremis la adopción de este paquete después de que la Eurocámara hubiera votado a favor y tan sólo fuera necesario un mero trámite formal de ratificación por parte de los Veintisiete.

Tras la conmoción inicial, el Ejecutivo comunitario ha apostado por la mano izquierda. La Comisión Europea está preparando con sigilo un texto que, si bien formalmente no cambia el paquete antes citado, introduce una modificación por la puerta de atrás. Alemania asegura que no está en contra de la implantación del coche eléctrico, pero pretende que los motores de combustión puedan seguir funcionando en el mercado más allá de 2035 si utilizan biocombustibles verdes en vez de los convencionales. Esta exigencia no fue incluida en el paquete final de la Comisión Europea ya que estos combustibles no están lo suficientemente desarrollados. Ahora Bruselas quiere obligar a los fabricantes a que desarrollen un mecanismo en los motores para que el coche sólo arranque sí se utilizan combustibles sintéticos y no los fósiles.

El canciller alemán Olaf Scholz se limitó hoy a asegurar que las conversaciones con el Ejecutivo comunitario «van en la buena dirección» y que la posibilidad de incluir a los combustibles verdes es una «promesa» de la Comisión Europea. El veto alemán está complicando aún más las tempestuosas relaciones en el eje franco-alemán, habitual motor de la construcción europea y ha creado un gran malestar en muchos socios por la manera de hacer las cosas. El fin de los coches de gasolina y gasoil es una de las principales apuestas de la Comisión Europea para reducir las emisiones contaminantes y combatir el cambio climático.

Pero otros países que en un principio no se oponían a la normativa han acogido con júbilo el cambio de postura alemana. El primer ministro de la República Checa, Petr Fiala, aseguró ayer que pretende crear un grupo «fuerte» de países en contra del paquete legislativo impulsado por la Comisión Europea y Eslovaquia también califica esta regulación como «problemática». La propia coalición de gobierno alemana se encuentra profundamente dividida ya que los verdes defienden la implantación del vehículo eléctrico en 2035, mientras los liberales han sido los principales artífices de este veto.