Vivienda

Cómo destruir ciudades

Las normas rígidas de la Ley de Vivienda orientadas, en teoría, a favorecer al inquilino, complican el alquiler

Rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Ministros, con Isabel Rodríguez y Grande Marlaska.
La ministra de Vivienda y Agenda Urbana, Isabel RodríguezJesús G. Feria.La Razón

Assar Lindbeck (1930-2020), economista sueco que entre 1980 y 1994 presidió el comité del Banco de Suecia que concede el Premio Nobel de Economía criticaba, de forma provocadora, ciertas políticas de vivienda: «Los controles de renta –escribió– parecen constituir la técnica más eficiente entre todas las conocidas para destrozar una ciudad (...), con excepción del bombardeo». Los árboles de las decisiones y contradecisiones de Trump ocultan el bosque de otras realidades que, sin embargo, siguen ahí. El problema de la vivienda en España, agravado por las medidas de un Gobierno que ya lleva siete años en el poder. Un año después de la entrada en vigor de la nueva Ley de Vivienda, aplicada en su forma más rigorista en Cataluña y en el País Vasco, el precio de los alquileres en el Principado han subido un 18,5% y, además, el precio medio del alquiler de la vivienda compartida alcanza los 636 euros, según datos de Fotocasa, frente a los 585 de Madrid. La Comunidad madrileña, más laxa en el intervencionismo, tampoco es ningún paraíso para el alquiler o la compra de vivienda, pero existe algo más de flexibilidad.

Las normas rígidas y orientadas, en teoría a favorecer al inquilino, complican el alquiler. También, aunque en menor medida, el fenómeno «okupa», el ilegal y el derivado de situaciones de «necesidad». El asunto trasciende ya las fronteras. El diario «Financial Times» dedicó la semana pasada un largo artículo a describir el fenómeno «okupa» en España y también a los «desokupadores», unos más en el límite de lo legal que otros. Explicaba que en 2024 se habían presentado 16.426 denuncias de «okupación», un 7% más que en 2023, aunque menos que en 2021, el año de mayor auge del fenómeno. Ese mismo año, en las seis primeros meses –no parece haber datos posteriores–, en Francia hubo apenas 124 «okupaciones» que, además, se resolvieron con rapidez, en unos pocos días. De 124, que pudieran ser 250 al año frente a las más de 16.000 españolas, va un abismo, diga lo que diga la ministra Isabel Rodríguez, a quien las cifras le parecen marginales. Sin embargo, no es extraño que cada vez haya menos viviendas en alquiler y que los precios suban, el primer paso para la destrucción de una ciudad, como explicaba Lindbeck.