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Agricultura

El dilema del sanchista Planas: seguir o dimitir

El titular de Agricultura, que lleva con Sánchez desde su llegada a Moncloa, guarda silencio mientras sigue arrasando el Ministerio

El Ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas Alberto R. RoldánLa Razón

El ministro social-sanchista de Agricultura, Luis Planas, se encuentra en estos momentos en una encrucijada en su larga carrera política, que se remonta a 1982, cuando fue elegido diputado por primera vez por Córdoba, su provincia adoptiva: por un lado, continuar al lado de Pedro Sánchez y en el Gobierno, donde acaba de cumplir siete años, lo que aumentará su corresponsabilidad en los escándalos que están apareciendo estos días y en los que llegarán; la segunda posibilidad es dimitir y salir huyendo, para reducir su exposición; finalmente está una tercera vía, que es continuar en el Ejecutivo, pero poniéndose de perfil, arte en el que es un maestro, como ha hecho durante los últimos días, y esperar a que escampe arrimándose al mismo tiempo a sus amigos del PP, que los tiene, para salir lo menos perjudicado posible. Mientras se despejan las anteriores incógnitas, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación sigue manga por hombro y costará mucho recuperar a este departamento del paso de Planas.

Primer hecho: Luis Planas es uno de los cuatro ministros que llevan con el marido de Begoña desde su llegada a la Moncloa hace ya siete años y medio mes. Los otros tres son María Jesús Montero, en Hacienda; Margarita Robles en Defensa y Marlaska en Interior. Es la prueba evidente de la confianza que tiene depositada en él Pedro Sánchez. A lo largo de este tiempo y, si se repasan sus redes sociales, Planas ha acudido en socorro de Sánchez cada vez que este lo ha necesitado. El último ejemplo es de hace un mes, el pasado 16 de mayo, cuando el presidente del Gobierno puso un mensaje en la red X en el que decía lo siguiente: «Mi solidaridad con Santos Cerdány su familia. El acoso de ultraderechistas disfrazados de periodistas no tiene cabida en una democracia». Pocos instantes después Luis Planas se sumaba a esta tesis de Sánchez. Desde entonces ha guardado silencio sobre los escándalos que sacuden al PSOE, al Gobierno actual y a los anteriores de los que él ha formado parte.

Segundo hecho: el caso Jésica. Lo quiera, o no, Luis Planas está vinculado a este escándalo. La que fue compañera de José Luis Ábalos durante un tiempo, estuvo contratada por Tragsatec, empresa filial de la pública Tragsa, presidida por Jesús Casas, que debe su nombramiento a Planas. Esta última sociedad está sometida a la tutela del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cuyo titular es Planas. Este intentó desvincularse del escándalo cuando era incipiente, en otoño de 2024, como lo demostró en su intervención en el Senado, en respuesta a preguntas del grupo popular. Sin embargo, la situación se ha agravado. Hay que recordar que Planas compartió sillón con Ábalos en el Consejo de Ministros.

Tercer hecho: Marruecos. Según su declaración de bienes presentada en el Congreso de los Diputados, Luis Planas tiene al menos una propiedad inmobiliaria en este país y sus viajes allí son frecuentes. Además, fue embajador en Marruecos en la época de Rodríguez Zapatero. Mantiene unas estrechas relaciones con los responsables diplomáticos marroquíes y fue uno de los ministros cuyo teléfono terminó espiado, junto al del propio Sánchez. Con estos antecedentes, existen muchas posibilidades de que Planas jugase un papel importante en el cambio de posición del Gobierno español en relación con la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara. Este es un punto sobre el que existe mucha oscuridad todavía y no se debe descartar que en los próximos meses haya revelaciones acerca de los motivos del cambio de la postura española.

Mientras en el exterior sucede todo esto, en el interior del departamento la situación es de descomposición. Mandan, además de Planas, el subsecretario, Ernesto Abati Garcí-Manso, que pilotó la operación de desenterramiento de los restos de Franco cuando era gerente del Patrimonio Nacional. El jefe de su gabinete, Miguel Rodríguez, es otro de los pesos pesados, lo mismo que Victoria Fernández (la mujer de rojo), a la que Planas se trajo de Córdoba, donde había sido concejal, para ocuparse de temas sensibles y delicados y acompañarle en sus viajes. El resto de altos cargos pinchan poco y cortan menos, comenzando por la teórica número dos, la secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, Begoña García Bernal, que no tiene competencias ni en materia de agricultura ni de alimentación. Además, desde su llegada a este puesto ha sido sometida a una operación de acoso y derribo por parte de Planas y sus comisarios.