Crisis económica
El salario medio de los españoles cae por primera vez en toda la crisis
En contra de lo que suele pensarse, el salario medio de los españoles no ha caído en términos nominales a lo largo de la crisis: la remuneración salarial media ascendía a 1.774 euros mensuales en 2008 y siete años después, en 2015, se ubicó en 1.893. Entre tanto, los sueldos medios fueron subiendo durante todos y cada uno de los ejercicios. No así, sin embargo, en 2016: por primera vez en toda la crisis, el salario medio sí ha caído desde los 1.893 euros mensuales de 2015 hasta los 1.878 de 2016, tal como recogió esta semana la Encuesta de Población Activa elaborada por el INE.
A juicio de muchos, semejante dato resulta indicativo del perfil profundamente antisocial de la recuperación económica que estamos experimentando: una recuperación basada en salarios misérrimos para el grueso de la población y en un inevitable incremento de las desigualdades.
No obstante, si desagregamos el dato medio llegaremos a una conclusión diametralmente opuesta: el salario medio cae no porque se reduzcan los salarios más bajos, sino porque se contraen los salarios más altos.
Más en particular: los salarios del 70% de los trabajadores que menos cobran aumentaron en 2017, de modo que sólo se redujeron las remuneraciones del 30% de empleados mejor pagados. El porcentaje en el que se incrementaron algunos sueldos no fue, además, nada despreciable: el 10% de trabajadores peor pagados vio crecer sus nóminas en un 10,1% (desde una media de 420,05 euros mensuales a 462,7); el siguiente decil de empleados peor pagados disfrutó de un aumento del 3,3% (desde 828,9 euros mensuales a 856,8); y el tercer decil, del 1,4% (desde 1.102,1 euros mensuales a 1.118,3). Por el contrario, el 10% de empleados mejor pagados sufrió un recorte del 4,51% en sus salarios medios (desde 4.784,5 euros mensuales a 4.568,6).
¿Tiene sentido que los salarios altos hayan caído tanto y que los bajos hayan subido tan apreciablemente? En realidad, nos hallamos ante un efecto estadístico. El grueso de los empleos que se crearon en España a lo largo de 2016 recibió una remuneración por debajo de la media nacional de 2015 (1.893 euros mensuales) pero bastante por encima de los ingresos cosechados en la parte más baja de la tabla salarial: y, como consecuencia, la media de los salarios bajos aumenta y la media de los salarios altos se reduce. O dicho de otro modo, nuestro país está generando empleo no extraordinariamente bien pagado pero tampoco pésimamente remunerado. Y, gracias a ello, la desigualdad salarial se reduce: los diferenciales entre los empleados peor pagados y los empleados mejor pagados se contrajeron en 2016 (dado que ahora hay mucha más gente cobrando salarios cercanos a la media).
En general, pues, nada que no fuera esperable: durante los primeros años de una recuperación, y hasta que el modelo productivo de una economía se ha transformado por completo, los puestos de trabajo que normalmente se generan son poco productivos y, en consecuencia, moderadamente remunerados. Sólo conforme nos acercamos al pleno empleo, las empresas comienzan a invertir en incrementar la productividad de sus trabajadores y, por tanto, a abonar mayores salarios. A la postre, mientras subsiste un alto paro, el capital empresarial se invierte mayoritariamente en aquello en lo que es prioritario: a saber, en crear más empleo, no en volver más eficiente el empleo existente.
La conclusión, pues, es la misma que tantas otras veces hemos repetido: si aspiramos a que los salarios suban lo antes posible, hemos de acelerar la creación de empleo. Y para acelerar la creación de empleo, debemos, por un lado, impulsar el crecimiento económico y, por otro, liberalizar nuestro mercado laboral. Frenar ambas políticas equivale a frenar la revalorización salarial.
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