España

España no es tan desigual

Se trata de uno de los países más igualitarios del mundo en riqueza y consumo, pero no en distribución de los ingresos

La caída de la clase media también se refleja en un aumento de la desigualdad
La caída de la clase media también se refleja en un aumento de la desigualdadlarazon

Se trata de uno de los países más igualitarios del mundo en riqueza y consumo, pero no en distribución de los ingresos

La percepción de muchos ciudadanos, espoleada por algunos estudios tergiversados, es que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Si bien es verdad que de ciertos informes se desprende que España ha sido el país de la OCDE –tras Chipre– donde más ha crecido la desigualdad, también lo es que se trata de uno de los países más igualitarios de Europa en términos de riqueza y consumo.

Desde Oxfam Intermon aseguran que el 29,2% de la población española en 2014 estaba en riesgo de exclusión. Asimismo, sostienen que el año pasado el 1% de la población concentró tanta riqueza como el 80% de los más desfavorecidos. Sin embargo, en «La pizarra de Juan Ramón Rallo» puede leerse que España es uno de los países más igualitarios del mundo en materia de distribución de la riqueza, y que el 20% más rico de la sociedad «sólo» posee seis veces más patrimonio que el 80% menos rico.

España figura como uno de los países europeos más desiguales en cuanto a la distribución de la renta. Pero Rallo explica en su libro que algunas rentas, como los alquileres imputados y los servicios públicos en especie, no se incluyen en estos cálculos. Por ello, al contabilizar el valor que se obtiene por tener una casa en propiedad o disfrutar de servicios en Educación y Sanidad, España deja de ser uno de los países que sufren mayor desigualdad en términos de renta, situándose por debajo de Francia, Alemania o Italia.

En el informe realizado conjuntamente por la Fundación BBVA y el Ivie se observa que las políticas públicas redistributivas contribuyen a aliviar los efectos de la crisis. Rallo admite que debido a que las rentas altas han perdido menos que las medias, la clase media se ha constreñido y, por ende, la desigualdad se ha incrementado. Pero resalta que lo grave es que todo el mundo se haya empobrecido, no que la desigualdad haya aumentado como consecuencia de la caída de la clase media.

«España no es uno de los países más desiguales». Pese a que siempre se hable de la desigualdad relativa a los ingresos, también se deben analizar los patrimonios (ya sea financiero o inmobiliario), donde somos de los más igualitarios. Por otra parte, se puede examinar la desigualdad en términos de consumo. Es decir, el tren de vida de la gente. Y respecto a las diferencias del tipo de bienes, actividades y servicios consumidos también somos uno de los países menos desiguales, al nivel de Dinamarca.

La desigualdad relativa a las rentas, donde estamos a la cabeza, se debe fundamentalmente al aumento del desempleo. Para reducirla no existen fórmulas mágicas. El mejor punto de sutura para cerrar la brecha pasa por crear empleo de calidad. Los brindis al sol de los partidos de izquierda, aseguran los expertos consultados, pueden estrecharla mediante un empobrecimiento generalizado, pero no lograrán crear riqueza. La reforma laboral, en contra de lo que se dice, ha contribuido a mejorar –muy poco- la precarización del empleo. Por ello, derogarla, como recogen algunas propuestas, frenaría la creación de puestos de trabajo y aumentaría la precariedad.

En definitiva, España es uno de los países más igualitarios del mundo en términos de patrimonio y consumo, aunque no en distribución de los ingresos. Pero ni siquiera en esa rúbrica cabe calificarlo como uno de los más desiguales del continente. Y es que buena parte de la desigualdad desaparece cuando se consideran los alquileres imputados o los servicios públicos. Así, «puede reputarse a España como un país de desigualdad media-baja dentro del panorama europeo», apostilla Rallo.

Juan Carlos Jiménez, por su parte, asevera que la desigualdad es un concepto mitificado. Y pone como ejemplo a la sociedad china bajo el gobierno de Mao, que «era igualitaria, porque todos eran muy pobres. Hoy es muy desigual, pero indudablemente mucho más rica y justa en términos globales». Por tanto, reitera que lo verdaderamente importante es el incremento de renta de las clases menos favorecidas. Así, el consenso social no debería establecerse sobre el concepto de desigualdad, sino sobre la idea de elevación del nivel de vida de las clases medias-bajas a través de mecanismos justos de redistribución.