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Salarios

Este año 2025 se considera oficialmente "rico" en España a quien gane al menos esta cantidad

Ser rico en España no solo depende del salario, sino de las circunstancias

Dinero GettyImages

El pasado 4 de noviembre, Forbes España publicó la tan esperada Lista de las 100 familias más ricas del país, un retrato anual del poder económico y empresarial nacional. Como cada año, el ranking ha reavivado una pregunta recurrente: ¿cuánto dinero hay que tener o ganar para ser considerado “rico” en España?

La élite económica española

Según la edición de 2025 de Forbes las grandes sagas empresariales suman 292.100 millones de euros, 16.600 millones más que en 2024. Un avance moderado que consolida la fortaleza de los grandes patrimonios familiares en un contexto de inflación persistente y tipos de interés altos.

En la cima, Amancio Ortega vuelve a reinar con 109.900 millones de euros, una cifra que, pese a caer respecto al año pasado, mantiene al fundador de Inditex como el hombre más rico de España y noveno del mundo.

Le sigue su hija, Sandra Ortega, con 10.000 millones, y en tercer lugar Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente de Ferrovial, que eleva su patrimonio hasta los 8.000 millones.

El top 5 lo completan Juan Roig, presidente de Mercadona (7.900 millones), y Juan Carlos Escotet, presidente de Abanca (6.200 millones).

Más abajo, aparecen otros nombres ilustres como Florentino Pérez (ACS y Real Madrid, 3.100 millones), Hortensia Herrero (Mercadona, 4.400 millones) o Miguel Fluxà Roselló (Iberostar, 3.300 millones). En conjunto, el panorama refleja una riqueza cada vez más concentrada: solo las dos primeras familias, Ortega y Del Pino, acumulan más de la mitad del total.

¿Y cuánto hay que ganar para “ser rico”?

La lista Forbes muestra las alturas del capital, pero ¿dónde empieza la riqueza para el resto de los españoles?

Según un análisis de Business Insider, el salario medio en España ha subido hasta los 2.442 euros brutos mensuales, el nivel más alto desde el año 2000. Esta mejora ha consolidado a buena parte de la población dentro de la clase media, que abarca ingresos entre 1.343 y 3.581 euros al mes.

A partir de ahí, la escala cambia. Para pasar al siguiente escalón, el de los considerados ricos, los ingresos deben superar los 3.673 euros brutos mensuales. Es decir, cualquier persona que gane entre 3.581 y 3.673 euros formaría parte de la llamada clase alta acomodada, pero todavía no alcanzaría el estatus de “rico”.

Sin embargo, el dinero nunca se mide igual en todos los hogares. El estudio recuerda que el coste de vida y las cargas familiares alteran la percepción de riqueza: una pareja con dos hijos menores de 14 años necesitaría 7.713 euros mensuales para considerarse dentro del grupo de los ricos.

En otras palabras, ser rico en España no solo depende del salario, sino de las circunstancias. Un ingreso que en solitario podría parecer alto, por ejemplo, 4.000 euros al mes, se diluye rápidamente cuando se reparte entre hipotecas, colegios y gastos domésticos de cuatro personas.

El espejismo de la riqueza: entre percepción y realidad

El contraste entre la élite Forbes y el ciudadano medio es abismal. Mientras que las grandes fortunas familiares gestionan miles de millones en activos empresariales, inmuebles y participaciones internacionales, el umbral para ser “rico” en términos salariales apenas supera los 3.600 euros mensuales.

Esa distancia explica por qué la percepción de riqueza es relativa. Para algunos, alcanzar los 100.000 euros anuales supone un éxito rotundo; para otros, especialmente en las grandes ciudades donde el coste de vida es alto, sigue siendo un nivel de bienestar “cómodo”, pero no necesariamente opulento.

Riqueza heredada

El análisis de Forbes revela además un fenómeno estructural: la continuidad generacional. Los grandes patrimonios españoles -Ortega, Del Pino, Roig, Puig, March o Daurella- mantienen su poder a través de estructuras familiares profesionalizadas, fundaciones y holdings internacionales. Más que acumular, buscan preservar y gestionar.

Mientras tanto, las clases medias y altas urbanas ven cómo su poder adquisitivo se erosiona pese a las subidas salariales, atrapadas entre la inflación, la crisis de la vivienda y los tipos de interés elevados.