Mercado bursátil
Las pymes del MAB piden una equiparación al Continuo
La asociación que agrupa a las empresas que cotizan en el Mercado Alternativo Bursátil demandan reformas de su marco regulatorio.
El Mercado Alternativo Bursátil, con casi ocho años de vida, no ha conseguido todavía despegar con fuerza como consecuencia de diversos factores de distinta índole. Unos de imagen, como fue el «escándalo Gowex», y otros de tipo regulatorio y falta de uniformidad normativa en todo el territorio español. Esta vía de financiación para las pymes, que se estrenó en julio de 2009, ha tenido que salvar numerosos obstáculos. No obstante, como explica Antonio Romero Haupold, el presidente de la AEMAB, la asociación de las pymes presentes en esta plaza, «a pesar de estas dificultades, el número de empresas cotizadas aumentó en 2016 un 30%, pero podríamos conseguir mayores logros en este mercado, imprescindibles para las empresas, si cambiáramos la regulación».
Vía idónea
El tejido empresarial español es mayoritariamente pyme. Supone el 99% de todas las sociedades, emplea al 80% de nuestra fuerza laboral y representa el 65% del PIB. Su principal problema siempre ha sido el de la financiación. Lograr recursos para proyectos de este tipo, consolidados o en fase de desarrollo, no es fácil. Menos en tiempos de crisis como han sido los recientes. Por eso, un mercado bursátil como éste es una vía idónea para la obtención de recursos.
Reino Unido cuenta con el más potente, el Alternative Investment Market (AIM), en el que cotizan 500 empresas de 100 países diferentes. Desde su creación en 1995 han pasado más de 3.000 sumando 60.000 millones de libras de capital. El de Francia, el Alternext, que funciona desde 2005, es más pequeño.
El MAB, que supone tan sólo un 0,14% del PIB frente al 4% del AIM, cuenta en estos momentos con 36 empresas en expansión y 26 socimi. Algunos nombres son conocidos. Carbures, Clerp Estructuras, Grenergy Renovables, Imaginarium, Mas Móvil y Eurona Telecom, entre otras. Un total de 15 sociedades de capital riesgo participan en algunos de estos valores.
El director general de esta asociación, Francisco Salazar Simpson, explica que diversos aspectos regulatorios del MAB deben cambiar si se quiere que sea de verdad un foco de dinamización económica como lo es en Reino Unido el AIM. Pedimos «un trato fiscal no discriminatorio para los inversores del Mercado Alternativo Bursátil». «No queremos privilegios –subraya–, sino que el régimen fiscal de las plusvalías sea el mismo que se aplica en el Continuo. Es decir que, mientras permanezca en el mercado, no se pagan impuestos». También reivindica «la creación de instrumentos de inversión similares a las sicav, así como deducciones en el IRPF de los inversores».
De hecho, AEMAB promovió la presentación de enmiendas a la Ley de Fomento a la Financiación Empresarial que se quedaron sin tramitarse en el Senado por la convocatoria de elecciones en 2016. Una se refería a la exención de tributación de las ganancias obtenidas por la venta de acciones de sociedades cotizadas en el MAB y extender la deducción del 20% prevista en la Ley del IRPF a las inversiones en acciones del Alternativo.
Gastos onerosos
También demandan un control menos estricto porque muchas de las actuaciones de este tipo conllevan unos gastos onerosos para empresas de tamaño pequeño y mediano. «Tenemos que presentar dos auditorías al año y cuatro veces las cuentas, lo que suponen unos gastos enormes. Además, se ha endurecido, tras el “caso Gowex”, con las normas de ‘‘compliance’’, como la exigencia de contar con consejeros independiente remunerados», agrega.
Salazar-Simpson explica que para que el MAB dé un saltito de gigante hay que atraer inversión que, de momento, es escasa. «Proponemos que las ayudas que el Gobierno da para las pymes las canalice en cierta medida a través del mercado alternativo. Una fórmula sería la de que el ICO lanzase subastas para que acudiesen intermediarios financieros que, a su vez, colocarían ese dinero en el MAB». Las rentabilidades de los últimos años han sido espectaculares, pero recomienda que antes de invertir se se pida asesoramiento.
Los beneficios del MAB para una empresa son numerosos, pero Salazar-Simpson destaca dos: «Asegura la continuidad de las empresas familiares en el caso de que alguno de los herederos no quiera seguir porque puede vender en el mercado sin tener que liquidarse. Y, por otro, afianza la compañía y la hace más creíble ante procesos de adquisición y fusión».
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