Actualidad

Finanzas

Los errores que no se repetirán... de momento

El magnate norteamericano, en la imagen con algunos de los colaboradores con los que inició el mandato, ha generado, con su política proteccionista, una guerra comercial entre Europa y China
El magnate norteamericano, en la imagen con algunos de los colaboradores con los que inició el mandato, ha generado, con su política proteccionista, una guerra comercial entre Europa y Chinalarazon

El libertinaje en el sector financiero se ha controlado, el inmobiliario está más atento a los riesgos y las empresas, pequeñas y grandes, han descubierto el valor de los mercados exteriores.

Todavía nos queda miedo en el cuerpo. Han pasado 10 años desde que la caída de Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, diese comienzo «oficialmente» a la peor crisis económica del siglo XXI. Sin embargo, la recuperación nunca va a ser total para aquellos que vivieron la recesión. La desconfianza se mantiene ante los que, con exceso de libertinaje, repartieron el dinero sin filtro. Nadie se cree que la avaricia de ciertas personas no pueda producir un nuevo descalabro, a través de malas prácticas y opacidad. La gente sigue pensando que siempre salen ganando los mismos, y lo hacen porque existe la impresión de que las cosas no han cambiado demasiado. Y aunque es cierto que el sistema se asienta sobre las mismas bases, se han corregido errores de bulto que facilitaron la caída.

La razón de fondo de la recesión fue la libertad de acción de las entidades de Wall Street. Concedieron préstamos a quien no tenían nada fácil afrontarlo, y para esconder estas llamadas «hipotecas basuras» (o «subprime») y venderlas para sumar liquidez, las concentraron en paquetes que aparentaban una buena salud financiera. ¿Quién vigilaba que ese producto no fuese tóxico?... Los reguladores estadounidenses lo pasaron por alto y no intentaron reaccionar hasta que la incapacidad de los clientes para abonar sus mensualidades se tradujo en un verdadero colapso que acabó con Lehman Brothers o la aseguradora AIG. Las sociedades ejecutaban las hipotecas, sumaban un lastre contaminado a su balance y no recibían el capital que esperaban periódicamente de los acreedores. Así perdieron la solvencia de la que antes no se dudaba.

Exceso de hipotecas

El sistema de Wall Street, que parecía intocable, tenía una brecha que contagió al conjunto de la economía a un nivel casi global. Sobre todo, porque en países como los europeos también se vía la euforia del crédito. A los bancos no les costaba abrir la mano y, de ese modo, en enero de 2007 en España se llegaron a constituir más de 120.000 préstamos para comprar una vivienda, según el Instituto Nacional de Estadística. La realidad actual es muy lejana. En el mismo mes de 2018 ni siquiera se alcanzaron los 30.000, ya que las entidades han aprendido a ser más cautas a la hora de conceder una hipoteca.

La Ley Hipotecaria europea viene a cumplir esa función de «cinturón» del sistema financiero. El Congreso aún no la ha aprobado (a pesar de que debía haberse hecho antes del 21 de marzo de 2016), y ahora el Gobierno ha acelerado el trámite para evitar una multa de Bruselas. La norma pretende aportar transparencia a los contratos para que no se cometan fraudes, y dar más seguridad a los clientes mediante la vigilancia de un notario que se percate de claúsulas abusivas.

Asesoramiento

Las entidades no sólo se aprovecharon de las hipotecas para sacar tajada. Lo intentaron con otros productos que basaban su éxito en «la letra pequeña», como las preferentes y otro tipo de acciones de las empresas. La causa de que estos fraudes se pudiesen llevar a cabo es que los clientes no estaban bien asesorados. Los bancos ponían intermediarios que no se hallaban bien preparados para informar correctamente a los consumidores, sobre todo porque obtenían una comisión por «la venta». Al poco tiempo de firmar, llegaban los sustos en forma de sobrecostes y condiciones extrañas.

La Administración ha aprendido que ha de estar dotada de un cierto control sobre el personal que trabaja en las entidades, cuya cualificación debe ser correspondiente a la importancia de realizar una inversión sea del importe que sea. Por ello, el pasado enero entró en vigor otra norma europea, llamada MiFID II, que protege a los clientes separando el perfil de comercial de la banca del de asesor del consumidor, y garantiza una regulación más transparente de los mercados financieros. La norma, afirma Isabel Giménez, directora general de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros (FEBF), «pone al cliente en el centro de las decisiones y aumenta la transparencia y los tipos de interés bajos». Aunque todavía hay que educar mejor al consumidor, pues añade que «este interés bajo y la falta de cultura financiera hacen difícil que los clientes analicen y entiendan al detalle las operaciones».

Gobiernos corporativos

La euforia de la «ley de la selva» bancaria previa a la crisis se reflejaba en las cúpulas de las entidades. La apuesta por el riesgo y la falta de rigor se convirtió en algo común dentro de los gobiernos corporativos, señalados como parte de los culpables de la recesión. Cuando el sistema se contaminaba, no lo identificaron y es que algunos se lucraban gracias a ello. De ahí que, para recuperar la confianza de los inversores, las entidades hayan reestructurados sus cúpulas, incluyendo consejeros o auditores externos que aportasen credibilidad a las decisiones. Pero en lo que más se reflejaba la alegría del sector financiero era en los sueldos de los que los mandaban. Los grandes directivos de los bancos cobraban unas millonadas que se empezaron a discutir desde que la solvencia de las entidades comenzó a caer. No habían hecho bien su trabajo y, encima, se habían enriquecido a base de comisiones y otros «cobros en especie», además de otras irregularidades.

Sueldos

Así, no tuvieron otra alternativa que ajustar sus retribuciones a la nueva realidad. Ya en 2010, un estudio de Equilar, firma especializada en el análisis de los sueldos de los directivos, apuntaba que éstos se habían reducido, de media, un 60%, tanto en Europa como Estados Unidos. La tónica actual continúa dirigida hacia una moderación de estos salarios, justificados a través de una políticas retributivas que incluyen la meritocracia y la transparencia. «Ha mejorado el gobierno corporativo, con una mayor supervisión de los directivos, y se han puesto en marcha programas de “compliance”con controles internos y externos».

Sector inmobiliario

Los directivos no fueron los únicos que antes de la crisis se llenaron los bolsillos. Tenían unos grandes aliados en el sector inmobiliario. Los promotores y los constructores estaban encantados con el auge de las hipotecas. Que la gente accediese con tanta facilidad a una financiación para comprar una vivienda suponía mayor demanda y motivo más que suficiente para seguir ampliando la oferta. El mercado se sobrecalentó, con un crecimiento desorbitado del precio medio de compraventa, que llegó a superar los 2.000 euros por metro cuadrado.

Nuevas burbujas

La burbuja inmobiliaria estalló, el valor de los inmuebles comenzó a caer estrepitosamente (hasta bajar de los 1.200 euros por m2 en 2015), las obras se paralizaron y buena parte del sector no sobrevivió. No obstante, el jefe de estudios de Idealista, Fernando Encinar, indica que la desaparición de empresas en esta década ha ayudado a «desarrollar un nuevo ecosistema más cualificado y profesional». Estos renovados responsables tienen siempre un ojo puesto en la posibilidad de que resurja una burbuja. «Todo el mundo en el sector lo teme y actúa en consecuencia», sostiene Encinar.

Pymes

No sólo las inmobiliarias resetearon. Todas las empresas tuvieron que hacerlo. Las pequeñas y medianas cobraron importancia como base del tejido empresarial. Aún representan el 99,8% del total de sociedades en España, «el 61,8% del valor agregado y cerca de las tres cuartas partes del empleo, lo que representa alrededor de 5 puntos porcentuales por encima del promedio de la UE para ambos», destacan desde la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (Cepyme). El mayor peso de las pymes tiene mucho que ver con que sus trabajadores están mejor formados que antes de la crisis, añaden desde Cepyme: «Más del 86% de los nuevos afiliados se encuentran en las tipologías de empleo que requieren ciertos niveles de cualificación, especialmente en el sector servicios».

Exportaciones

Cuando la demanda interna descendió debido a la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, a las compañías no les quedó otra que buscar compradores en el extranjero. El volumen de las exportaciones nacionales pasó de ser 185.023 millones de euros en 2007 a los 277.125 millones en 2017. Los países miembros de la Unión Europea han sido los principales destinatarios de estas ventas y, según Eurostat, hasta el 70% de las exportaciones españolas a naciones de la UE son llevadas a cabo por microempresas. De ahí que la búsqueda de alternativas fuera de nuestras fronteras sea una de las lecciones aprendidas por las pymes en esta última década, para lo que la digitalización ha sido un apoyo fundamental. «Ya no exportan sólo las grandes empresas, ahora son las pymes el motor fundamental, las que han comprendido que esta vía es la clave para su desarrollo», comentan desde Cepyme.

Unión monetaria

La fortaleza de las empresas también depende del contexto en el que se mueva. Por ello, el camino marcado hacia una unión monetaria en Europa parece el adecuado. La economía del continente será más consistente y segura, y se borrarán numerosas trabas a la hora de hacer negocios. La reforma del euro se presenta como una pieza clave para el futuro de la Unión, que quiere, por fin, competir con la divisa de Estados Unidos. En palabras del propio presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker: «Queremos que el euro se use más que el dólar». No obstante, los cambios en el rumbo político de algunos países como Italia ha puesto en duda otra vez que se vaya a lograr un acuerdo unificador en Europa.

Endeudamiento público y privado

España tiene un problema muy grave llamado deuda pública. Su rebaja ha sido uno de los objetivos de la recuperación, pero ha ocurrido lo contrario. Desde la caída de Lehman Brothers, no ha parado de ascender, pasando de los 439.771 millones de euros en 2008 a los 1.162.946 millones en 2018. Por otro lado, la deuda de los hogares y las empresas sí se ha reducido desde que alcanzase su máximo en 2008 con 2.169 billones de euros. A día de hoy, es de

1.595 billones.

Tipos: ¿Amenaza de una nueva crisis?

Se han señalado muchos culpables de la crisis. Pero uno bastante común es la Reserva Federal de Estados Unidos, pues se apresuró a bajar los tipos de interés, desembocando en la recesión. «Los tipos de interés bajos distorsionan las decisiones de diversificación de riesgo y fomentan un consumo crematístico, deslegitimando el ahorro. La de 2008 fue una crisis financiera originada por unos tipos bajos durante un periodo prolongado, que fomentaron inversiones agresivas con protagonismo de renta variable y productos complejos fuera de balance. También hubo mala gestión de riesgos e insuficiente regulación», afirma Isabel Giménez, directora general de la FEBF. Y con la etapa tan extensa de tipos a 0 que hemos experimentado para incentivar la recuperación, hay quien cree que se traducirá en una nueva crisis.