Empleo
El SMI acecha ya al salario medio de los españoles
La diferencia cae en picado: llegó a ser de hasta 8.000 euros en 2011, pero casi se ha esfumado en los últimos cinco años, hasta situarse en poco más de 400 euros
El Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ha subido de manera notable en los últimos años. Esto, acompañado del frenazo del salario medio, ha llevado a que los sueldos de los profesionales en España sean cada vez más parecidos, pero encontrándose en las cifras más bajas de la escala. Así lo revela el Instituto Juan de Mariana en su última publicación «Igualitarismo salarial y empobrecimiento económico».
En el periodo que comprende los años 2018 y 2023, el SMI ha subido un 26%, rozando los 13.370 euros anuales para esa fecha. Durante esos cinco años, el salario más frecuente entre los trabajadores españoles decayó alcanzando los 13.800. Lo que llegó a ser una diferencia de más de 8.000 euros, terminó situándose en apenas 400 euros, bajando del 40% al 3%. La diferencia más notoria tuvo lugar entre 2021 y 2022, pasando de una brecha de 3.685 a una caída en picado hasta los 544 euros.
Cuando Pedro Sánchez llegó a la Moncloa, el salario mínimo se situaba alrededor de los 10.000 euros anuales, mientras que el salario medio de los trabajadores superaba los 18.000 euros.
Desde 2008, los salarios en España se han ido manteniendo estancados, con apenas subidas e incluso recortes que han llevado a la caída paulatina del salario modal. Esto es lo que ha permitido al SMI, gracias a las progresivas subidas del actual Gobierno, estrechar las distancias con la media de lo que cobra un trabajador.
Los datos reflejan que, cuanto más crece el salario mínimo, menos lo hacen las prestaciones del resto de trabajadores, por el incremento de la recaudación previsto por la Seguridad Social.
El aumento del SMI ha impactado, sobre todo, en los sectores con mucha carga de asalariados, como es el caso de la hostelería, el comercio, la limpieza o los servicios auxiliares, concretamente en las zonas con niveles de renta más bajos del país.
Además, también ha dejado su huella en varias regiones de la Península, pues el salario mínimo constituye una cifra mayor al 60% del sueldo medio en 42 de las 50 provincias, e incluso del 75% en 34 de ellas. Las más notorias son Ávila, con un 78,7%; Zamora, con un 77,3%; Badajoz, con un 75,8% y Murcia, con un 75,7%.
Cuando se habla de pequeñas y medianas empresas, Ávila vuelve a contar con los datos más elevados de todo el territorio español, con un 90,8%, de nuevo acompañada por Zamora, con un 89,1%; Badajoz, 87,3%; y Murcia, 86,7%.
Por regiones, Extremadura es la mayor perjudicada, donde el SMI supone un 72,8% del sueldo medio autonómico. También se encuentran en la lista Canarias, donde representa un 68,5% y Murcia, donde alcanza un 67,45%.
Los datos denuncian, además, la reducción de empleo causada por las crecidas del salario mínimo. El Banco de España situó en el umbral de los 270.00 los puestos de trabajo destruidos desde el inicio de las medidas hasta el año 2024. Por distintos sectores de ocupación, unos 14.000 agricultores acabaron en el paro, mientras que el empleo doméstico se redujo en 20.000 personas.
En la misma línea, Cepyme, patronal de las pequeñas y medianas empresas, afirma que estas compañías han dejado de crear 350.000 empleos. En concreto, entre 2019 y 2023, en el ámbito de las labores más elementales, de cada 7 puestos generados en toda la economía, esta rama aportaba tan solo uno nuevo.
El Gobierno presume de una caída del desempleo de 600.000 personas, aunque otros datos sugieren que esa bajada sería tan solo de 70.000, debido a que la reclasificación de fijos discontinuos no activos como ocupados supone casi el 90% de la mejora recogida por el Ejecutivo. De forma paralela, más de 7 millones de personas perciben ya el ingreso mínimo vital, multiplicando el gasto anual de esta ayuda hasta situarlo en más de 28.500 millones.
España se sitúa así como el cuarto país de la OCDE con peor evolución de los salarios en los últimos 30 años. La actual situación, en la que prácticamente se equiparan el salario mínimo con el medio, ha llevado a un «estancamiento que reduce los incentivos a la formación, aumentando la economía sumergida y fomentando el empleo precario».
En el otro extremo de la tabla, naciones como Letonia, Lituania o Estonia han podido vivir como sus salarios han ido creciendo desde el año 1994.
En nuestra misma línea, se encuentran otros estados en la misma situación que España, como es el caso de Italia, el único europeo, Japón o México. Así, el mercado laboral cada vez cuenta con más empleados que cobran cada mes una cifra muy cercana al SMI, lo que, según el informe, «no logra una igualdad en la prosperidad, sino que se consolida el igualitarismo de la precariedad».
Cuando el salario mínimo se acerca al salario más frecuente, los incentivos para la mejora profesional, la formación y el ascenso laboral prácticamente desaparecen debido a que la recompensa salarial es casi la misma que la más baja que se puede ofrecer con la actual ley en vigor. Esto lleva a una dificultad de la creación de empleo estable, especialmente para los más jóvenes.
También se ven debilitados los sectores intensivos en mano de obra, se fomenta la economía informal y se dificulta la creación de empleo estable, especialmente para los más jóvenes y para los puestos que requieren menos cualificación. El estudio llega a denominar al SMI como un elemento que constituye un «techo empobrecedor».