Editorial
Feijóo doblega a Sánchez y sus insultos
Cumplió con lo que se espera de un político serio. Tendió la mano y el presidente lo despreció
El esperado cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo dejó constancia del propósito real del presidente del Gobierno cuando aceptó la propuesta del líder del PP para un debate sobre la situación general de España en el Senado que no era abordar la emergencia energética, como refirieron en la convocatoria oficial de la sesión, sino lanzarse con toda la crudeza y los golpes bajos posibles contra el adversario. Pedro Sánchez demostró con su réplica leída, en la que habló sobre la ETA y las víctimas cuando su interlocutor ni las había mencionado, que no acudió a la Cámara Alta a discutir y plantear las carencias de la gente y las posibles respuestas, sino exclusivamente a desgastar la figura de Núñez Feijóo. No escatimó insultos con un estilo parlamentario en fondo y forma tan menor que dejó en evidencia su papel en el Senado por momentos fuera de lugar. Dedicar 50 minutos a vituperar al adversario fue la mejor prueba de que las dificultades y el bienestar de los ciudadanos no eran de su interés. Ejercer de oposición del líder de la oposición en un pleno trascendente por un contexto tan adverso para familias y empresas resultó sobre todo una manifestación de inferioridad. Especialmente cuando del otro lado de la bancada, la alternativa hizo un ejercicio de moderación y responsabilidad no ya con su disposición reiterada al pacto para dar una respuesta consensuada al presente de la nación y a las urgencias crecientes de los españoles, sino por su convincente ejercicio de contención y moderación en todos los momentos del debate que ponderó el liderazgo del presidente del PP y su ejercicio de parlamentarismo sensato y tranquilo. En un debate, con todo a favor, incluida la irrupción del presidente de la Cámara, el inquilino de La Moncloa cosechó una derrota sin paliativos. Si su meta era haber aprovechado el cara a cara como palanca de una recuperación política, el fracaso habrá sido aún más doloroso. No hubo concesión a la autocrítica, y sí triunfalismo insólito y un impostado liderazgo económico en Europa cuando presentamos el peor bagaje pospandemia, doblamos en paro la media comunitaria, la deuda crece sin tasa y la inflación nos asfixia. Se jactó de la solidez y consistencia de la economía, pero con pronósticos insostenibles por igualmente abrumadores y sombríos en precios y crecimiento, de que nuestros socios siguen hoy sus propuestas y planteamientos en reformas energéticas y estructurales de todo tipo, del socorro extraordinario con 30.000 millones de euros a los hogares, las industrias y a la administración pública en una exhibición ruborizante de esa realidad paralela que engrasa la propaganda oficial. El debate dejó señales inquietantes para la democracia con su más alta magistratura extendiendo sombras de sospecha y conspiraciones contra la judicatura, los más altos tribunales, las grandes empresas, los medios de comunicación y la oposición como peón de «poderes ocultos». La imagen y el discurso de Sánchez resultaron alarmantes para la estabilidad y las garantías. Feijóo cumplió con lo que se espera de un político serio. Tendió la mano y el presidente lo despreció. Es urgente que los españoles tomen la palabra en las urnas.
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